Tuve el privilegio de ver el partido
Madrid-Barça desde el palco, y comprobé que no sucedió nada fuera de lo normal. Quienes pretendían convertir el encuentro en
una manifestación política, se quedaron con las ganas. Y quienes temían una
hecatombe institucional, también.
Muchos han intentado politizar el fútbol,
pero no se deja. No lo consiguió ni Franco, con aquel famoso gol de
Marcelino a
Rusia. El fútbol tiene razones que la
política no entenderá jamás. El Real Madrid y el Barça hace tiempo que han superado
las fronteras geográficas y se han convertido en dos equipos universales, con
aficionados en los cinco continentes. Mejor será que los políticos no se
entrometan. No es bueno confundir los
estadios con los estados.
El Madrid-Barça no fue un enfrentamiento
entre Cataluña y España, ni mucho menos. Visto desde el palco, el partido se
transformó en un duelo entre
Messi y
Cristiano, entre un argentino y un
portugués. Así es el fútbol. Su esfera
no es un mundo lleno de fronteras, su esfera es un balón cargado de goles. Y desde
el palco, los cuatro goles del domingo fueron cuatro avisos a los políticos,
que se resumen en estas cuatro palabras.
Dejadnos
jugar en paz.
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