Cualquiera que haya pasado por un divorcio sabe mucho de sus costes.
Es una operación ruinosa en la cual las dos partes pierden desde el punto de
vista económico, debiendo reducir el tren de vida después de la separación.
Pero a veces negarse al divorcio, cuando una de las dos partes se empeña, es
emocional y psicológicamente devastador. Y si no queda más remedio hay que
aceptar la realidad, y entonces ir a por todas. Estaríamos ante un juego de
suma cero, como en el póker; la pérdida de uno es el beneficio del otro.
Hemos leído dos apreciaciones de
Artur Mas y de
Gallardón sobre la
independencia catalana, cada vez más factible desde el momento en que ya
hablamos de ella constantemente y sin rasgarnos las vestiduras. A mi juicio,
parten del mismo error epistemológico interesado o no. Cuando Mas afirma que
una Cataluña independiente estaría entre las primeras economías europeas, y
Gallardón dice que sin Cataluña España no es viable ni en el euro ni como país,
se basan en una realidad inamovible; la actual, como si desde el mismo momento
en que enunciamos la posibilidad, en serio, de una secesión catalana los flujos
deslocalizadores no se vieran aquejados de una incontinencia imparable.
En la hipótesis de un proceso independentista los gobernantes
españoles deberían dejar muy claro que sus deberes para con los ciudadanos de
los territorios escindidos cesan. Su prioridad sería asegurar el bienestar de
los ciudadanos del reto de España. Por tanto habría que decir muy claro que se
interpondrán todos los obstáculos legales, políticos y diplomáticos para evitar
el ingreso del nuevo estado en la UE y el euro. No por despecho ni
animadversión, si no por un simple cálculo económico. Animar al tejido
industrial y empresarial catalán a trasladarse a Valencia, por ejemplo. Y digo
Valencia por razones lingüísticas, de proximidad, portuarias... Pero también
Aragón, o cualquier otra comunidad española dará la bienvenida a estas
empresas. Tal vez por ello el ministro de Asuntos Exteriores,
José Manuel
García-Margallo, avisa a Cataluña, y dice que la independencia "colocaría a
esta región en la ilegalidad de la Unión Europea (...) fuera de Europa por tiempo
indefinido, casi eterno". Advierte también del requisito de unanimidad para las
nuevas adhesiones a la Unión Europea, sugiriendo de forma velada que España
vetaría la entrada de Cataluña en la UE.
Un alto cargo de la Generalitat catalana, en concreto de la Consejería
de Empresa y Empleo, me decía hace poco, en una comida, como habían burlado el
boicot del cava catalán invirtiendo en bodegas, precisamente, en tierras
valencianas. Se reía, satisfecho de la ingenuidad de los consumidores
españoles, porque decía que los beneficios eran, al final, para Cataluña. No
todos, objeté; ni los puestos de trabajo ni la mayoría de los impuestos
generados por esa actividad serán catalanes.
Previsiblemente Cataluña afrontará una fuga de empresas como las ya
anunciadas de
Lara o la baronesa
Thyssen. Por otro lado la Generalitat tendrá
que asumir su porcentaje de deuda y los gastos de sostener los servicios
actualmente pagados por el estado español. Los productos fabricados en Cataluña
sufrirán un boicot de los consumidores españoles, además de verse encarecidos
con aranceles y sometidos a cuotas por su origen. El resto de España puede ser
receptora de muchas inversiones, pero Cataluña puede sufrir una deslocalización
industrial y empresarial acelerada, además de perder una importante cuota de
mercado bancario si La Caixa y el Sabadell sufren también el boicot de los
clientes del resto de España. Puede que eso no sea un juego de suma cero exacto
para el resto de España, pero se puede acercar mucho.
Por eso no es la foto fija que Mas o Gallardón nos presentan de la
realidad actual; cada vez que ellos pronuncian muy en serio la palabra "independencia"
o se grita en un estadio ya están modificando los factores que deciden la
localización de las inversiones. Cuando Mas dice que Cataluña puede ser un
estado independiente viable desde el punto de vista económico, se olvida de
definir este concepto ¿Lo es Albania con un tamaño parecido al del territorio
catalán? Según UGT más de 10.000 jóvenes catalanes se han visto obligados a
emigrar en los últimos tres años ¿Viable económicamente?
En cierta forma ese proceso ha comenzado, como se puede advertir por
la anécdota del cava. Es más, el mero hecho de plantearlo seriamente ya debería
desalentar nuevas inversiones en Cataluña. Nada hay más cobarde que el dinero,
y la inseguridad jurídica provoca un rechazo visceral en los capitales.
Hugo
Chávez y
Cristina Fernández de Kirchner lo deberían saber bien, y Artur Mas
puede aprenderlo muy pronto, aunque se muestre dispuesto a pagar el precio con
el dinero de los demás catalanes si con eso puede ser reelecto acariciando las
turgencias de la mayoría absoluta. Es la perversa erótica del poder.
Pero España se puede encontrar con un beneficio añadido; un escenario
como el descrito serviría de serio aviso a los independentistas de otras
comunidades autónomas españolas, desinflando el balón secesionista para que los
españoles dejemos de hablar de sentimentalismos patrioteros, cese el chantaje
ventajista de los partidos nacionalistas y nos centremos en resolver problemas
de verdad.
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