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El titán Agustín García Calvo

El titán Agustín García Calvo

sábado 03 de noviembre de 2012, 14:47h

Siempre creí que las personas de fuerza excepcional - Alejandro Magno, César, Teresa de Ávila, Franco, Lola Flores, Agustín García Calvo, Fidel Castro - son inmortales. Pero el fallecimiento de García Calvo demuestra que, de la lista mencionada, ya solo puede ser inmortal Fidel Castro, que, cuanto más lo entierran sus enemigos, él más nos demuestra que sigue vivo. García Calvo, magnífico latinista, helenista, poeta, dramaturgo, ensayista y espléndido orador, no podía morirse. Un hombre que, como él, podía resistir dos o incluso tres horas seguidas hablando en público, sin importarle que los oyentes empezaran a desfallecer antes de que se cumpliera la media hora, nos inducía a pensar que para él no se había hecho el envejecimiento de las células. Es comprensible que García Calvo, en la onda de Fidel Castro, que ha pronunciado, durante cinco décadas, discursos de cuatro o cinco horas, arengara a su público durante dos o tres horas, porque, hasta hace cuatro días, no se ha sabido que el cerebro humano solo resiste 21 minutos prestando atención a un orador. Por eso el pamplonés Joaquín Zulategui, un genio que dirige la empresa www.elsercreativo.com, cuando organiza sus congresos, como el III Congreso de Mentes Brillantes, que se acaba de celebrar en Pamplona y ahora, el 6 y 7 de noviembre, va a tener lugar en el Teatro Circo Price de Madrid, solo concede 21 minutos de actuación a cada uno de sus 21 conferenciantes.

Como filólogo, García Calvo debutó con una tesis doctoral sobre prosodia latina, la ciencia, en el caso del latín, teológica, que estudia las particularidades de los sonidos que afectan a la métrica. Por no habernos llegado discos del mundo latino, nadie, salvo Agustín García Calvo, sabe cómo se pronunciaban las palabras latinas, ni mucho menos cómo funcionaba el misterio de la cantidad de las sílabas. El misterio de la cantidad de las sílabas latinas es tan profundo que incluso algunos de nuestros más sabios tratadistas de métrica castellana confunden la cantidad de la sílaba con su duración temporal en la pronunciación. Por tanto, ser experto en prosodia latina es lo más parecido a ser experto en inmortalidad del alma. García Calvo, luchador antifranquista - perdió su cátedra de latín de la Universidad Complutense por encabezar una célebre manifestación - ha sido un actor extraordinario. Como dijo de sí mismo Augusto para la hora de su muerte, "plaudite", o sea, 'aplaudid'. Y, por cierto, los aplausos es lo que ahora se lleva, con tanta frecuencia, en los entierros donde se suele despedir al muerto, o a la muerta, batiendo palmas como si el difunto fuera un torero o una torera, como la inmortal Cristina Sánchez, al que, tras su brillante faena, se saca a hombros de la plaza. Agustín García Calvo ha sido un soberbio torero ácrata. Su anarquismo perpetuo, edulcorado por su cátedra de latín en la Complutense, abonada por el Estado, del que él siempre echaba pestes, demuestra que le gustaba mucho más mandar que obedecer. El anarquismo, en un mundo imaginario, puede ser muy bonito. Pero el problema surge cuando nos preguntamos quién va a construir las carreteras cuando destruyamos el Estado. No se puede ser especialista en inmortalidad del alma sin pagar un alto precio de idealismo letal. Agustín García Calvo sabía mucho de clásicos griegos y latinos pero no tuvo la humildad de recibir algún cursillo de marketing en El Corte Inglés, que le habría enseñado lo que es un proveedor y lo que es un cliente. Quien no encuentra el mismo placer en mandar y en obedecer nunca aprenderá a comportarse bien como proveedor y como cliente. Pero García Calvo ha sido un torero. Y, por tanto, procede más que hablemos de su nobilísimo arte que de la taquilla del espectáculo.

 

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