martes 20 de noviembre de 2012, 11:57h
Hace
ya unos 20 años que los teléfonos móviles, o celulares como los
llaman nuestros hermanos latinoamericanos,
son una realidad cotidiana para millones y millones de personas. Poco a poco,
han ido incrementando sus funciones y de la emisión y recepción de llamadas y
mensajes de textos que permitían los Nokia, Motorola o Siemens de aquellos primeros tiempos hasta la consulta de un dato por internet, la
lectura de la prensa o la navegación por GPS actuales ha ido aparejada toda una revolución de hábitos
y modos de vida en todos nosotros de la que no estoy muy seguro que seamos muy
conscientes.
Unos
meses atrás, en un restaurante
madrileño, comiendo con mi mujer, en una mesa próxima estaba un matrimonio
joven, con dos hijos, bebés de poco más de un año. Los pequeños dormitaron casi
todo el tiempo y el matrimonio, entre bocado y bocado, apenas si se cruzaron
una palabra a lo largo de todo el almuerzo,
afanados como estaban cada uno con
su teléfono inteligente dedicados a
la apasionante tarea de ignorar a
su pareja.
Nuestro
joven matrimonio estaba bastante por encima de la media de uso del teléfono
móvil que, según estudios recientes llevados a cabo en Estados Unidos, es
de unos 65 minutos diarios. La cifra no debe de ser muy distinta en
nuestro país porque ese mismo estudio
arrojaba otro dato sobre consumo de TV por los ciudadanos estadounidenses según el cual se pasan 4 horas y 34
minutos diarios de media delante de la
pequeña pantalla, que son 4 minutos menos de lo que nos pasamos los españoles.
Despierten, por favor
El 99 % de nuestros paisanos entre 16 y 60 años tiene
teléfono móvil. Especialmente entre la población
más joven (de 20 a
40 años), un porcentaje cada vez
mayor, utiliza ya teléfonos inteligentes
o smartphones. El dato ya es ilustrativo por si
solo, pero agregado al uso del ordenador, es ya más que alarmante y seguro que Vd. se queda ojiplático cuando
repare en el dato de que en total, los
estadounidenses dedican, según ese mismo estudio -y los españoles no nos quedamos tampoco a la zaga- 11 horas
y 33 minutos de su tiempo diario a ver, leer, navegar o utilizar los medios de
comunicación.
Así, a ojo de buen cubero,
cualquiera de nosotros, obligados a estar frente a un ordenador 7 u 8 horas
diarias, a consultar el teléfono móvil
en los trayectos de ida y vuelta un rato
bien largo, tampoco escapamos de la estadística. Si a esas horas le sumamos las contempladas
en el estudio anterior, apenas nos quedan 6 restantes para dormir.
Vamos, que
cada día practicamos menos eso de hablar de tú a tú con nuestras mujeres, esposos, hijos, amigos o vecinos. Un panorama verdaderamente
deprimente y lleno de incomunicación
inmediata con los más próximos, en un tiempo
en que, paradójicamente, parece que es la comunicación el factor dominante de nuestras vidas. Comunicación
sí, pero por móvil, internet, o frente al televisor: ¡Para echarse virtualmente a llorar!
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
|
|
|
|