Venezuela sin Chávez

Sorpresa relativa en Venezuela y en el mundo porque se barruntaba que la salud del presidente Hugo Chávez no iba nada bien. En las próximas horas se va a someter en Cuba a la cuarta intervención quirúrgica en 18 meses para seguir luchando contra el cáncer pero lo más novedoso es que ha elegido al vicepresidente Nicolás Maduro como su sucesor. El autobusero del metro como le gusta a Chávez llamar a Maduro, recordándole su trabajo de joven, incluso en la reciente campaña electoral Maduro conducía, con el ceño fruncido, eso sí como si fuera necesaria una nueva demostración de lealtad, el gran vehículo con el que Chávez recorría el país arengando a las masas y pidiendo el voto.

La intervención anoche en la televisión venezolana fue muy reveladora. Sólo hay que fijarse en los gestos y en las caras. Chávez admitía su nueva batalla contra el cáncer, pero en esta ocasión reconocía el riesgo de muerte, aunque se encomendaba a Dios para ganar y reclamaba unidad a sus ministros, su partido y al Ejército para afrontar una situación que, sin el presidente, obliga a nuevas elecciones, donde el candidato será Nicolás Maduro. Enfrente estaría el candidato de la oposición unida, el abogado Henrique Capriles que alcanzó un 44% de los votos en los comicios presidenciales celebrados hace un mes con un discurso directo sobre los problemas de los venezolanos como la inseguridad en las calles, los cortes de luz, promesas incumplidas y discursos interminables con alegorías megalómanas de un Chávez que, dentro de un comportamiento presidencialista con resortes dictatoriales como sus grupos paramiliares, consiguió mejorar la vida de los menos favorecidos con sus programas sociales que redujeron el analfabetismo, ampliaron la atención sanitaria, incrementaron el número de universitarios y crearon mercadillos populares.

El problema llegó con la bajada del precio del petróleo y los cuantiosos gastos de la expansión de la revolución bolivariana a países vecinos como Ecuador, Bolivia o Nicaragua, bajo la supervisión cubana, que impidieron que esas promesas sociales se culminaran. Una Venezuela sin Hugo Chávez sería muy diferente, sobre todo si en unas futuras elecciones Nicolás Maduro no lograra revalidar la confianza popular de Chávez y el ganador fuera el opositor Henrique Capriles. Pero también cambiarían muchas cosas en América Latina y para España porque los petrodólares venezolanos ya no se utilizarían para sostener a la dictadura cubana, ni a los regímenes amigos como Correa en Ecuador, Morales en Bolivia y Ortega en Nicaragua. El caso de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina es muy particular, pero también se vería afectada. Si ese bloque se resquebrajara, el progreso y el desarrollo en América Latina emprendería con nuevos bríos mayores cuotas y nuevos horizontes. Pero nadie debe olvidar que, actualmente, la gran asignatura pendiente en Latinoamérica es la desigualdad y que es imprescindible aprobarla para evitar estallidos sociales como los ocurridos en el pasado.

Recordar que el triunfo del populismo de Hugo Chávez en Venezuela fue producto de la corrupción y de la ineficacia demostrada durante muchos años por los partidos políticos tradicionales. Durante el periodo de transición y de incertidumbre que se abre con la nueva operación de Chávez es imprescindible evitar que cualquier conato de violencia de pie a una situación que ponga en peligro la convivencia y la democracia en Venezuela y en la región, donde las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC han abierto, también, nuevas perspectivas de paz, estabilidad y desarrollo económico y social.