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Navidades tristes en la ciudad de la alegría

Navidades tristes en la ciudad de la alegría

miércoles 19 de diciembre de 2012, 08:49h
Me lo comentaba una ex compañera del periódico en el que yo trabajaba que ha tenido que emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo y que, tras seis meses allí, ha vuelto a Sevilla por Navidad como el turrón. "Me fui -comentaba- cuando las cosas estaban mal, pero he vuelto y ahora están mucho peor. Y lo malo es que se nota, sobre todo, en la calle. Yo estaba acostumbrada a la alegría de Sevilla. A contemplar las calles repletas de gente riendo, charlando, gastando bromas, tomándose una copita bajo el tenue y agradable sol de invierno. Ahora, como no sea en actos puntuales como el "mapping" del Ayuntamiento en la Plaza de San Francisco, que es gratis, se ven las calles casi vacías y los sevillanos van con la cabeza gacha, serios y tristes, muy tristes. Es lo que más me ha llamado la atención en estas Navidades. El ambiente de funeral que se respira en la que era la ciudad de la alegría. Por no verse ya ni se ven a los grupos de campanilleros cantando villancicos que alegraban muchas plazas sevillanas en esta época. Y para colmo, al Ayuntamiento le ha dado por decorar la Avenida como si fuese una macrotienda de chinos. Deprimente, de verdad". No le falta razón a la compañera. Hace tiempo que no recuerdo unas Navidades tan tristes. La gente se lanza a la calle a pasear y a llevar a los niños de ver belenes mientras las tiendas, todas iluminadas y decoradas con girnaldas de colores y flores de Pascua, están más vacías que los monederos del persnal. Se nota, vaya si se nota que han bajado los sueldos, casi todos los sueldos, y que los funcionarios se han quedado sin paga de Navidad. Gastar no se gastan ni bromas. Y eso para los escasos que aún tienen un sueldo, que cada día son menos. De los pensionnistas, mejor ni hablamos después de la congelación del Gobierno.

Con esta tesitura yo le pediría al Gobierno del bipartito que preside mi querido Pepe Griñán que dejase a un lado las tradicionales Felices Pascuas y proclamase el 24 y el 25 como la Fiesta del Solsticio de Invierno, tal y como pretendía hace unos años el camarada de Diego Valderas y concejal del Ayuntamiento sevillano, Antonio Rodrigo Torrijos. Porque si hay algo más deprimente que unas navidades, son unas navidades tristes, sin regalos, sin cenas de amigos y sin copas. Los primeros, ya se sabe, se han reducido a la mínima expresión porque no están los tiempos para regalar jamones o botellas de Don Perignon; las segundas han quedado relegadas a unas raciones compartidas en el bar de la esquina, que es más baratito y que nos ha hecho un precio especial no superior a los veinte euros por cabeza y nada de restaurante de tres tenedores con jamón de pata negra, langosta y champán francés; y en cuanto a las copas comprobarán cómo buena parte del personal ha optado por hacerse abstemio y, a lo sumo, prefiere un gin-tonic en ese local en el que la "happy hour" te lo rebaja a menos de cinco euros, aunque no tenga copa de balón ni bayas de cardamomo y la ginebra sea la local Rives. Es lo que hay y hay que darle gracias a Dios que aún sean muchos los que pueden permitirse el lujo de salir a cenar fuera, que no están los tiempos ni los sueldos para dispendios. Ni que decir tiene que partidos políticos, empresarios, sindicatos e instituciones oficiales han suspendido la tradicional copa de Navidad y la correspondiente cesta que entregaban años atrás a manos llenas y que los periodistas recibían haciendo la ola. Se acabaron los jamones (CEA) o las cámaras de video (UGT). Como mucho, un par de botellas de buen aceite (PP-A) y pare usted de contar que hasta el Supremo le está recortando las subvenciones.

Menos mal que, según Rajoy, a finales del año que viene comenzaremos a verle la punta a la crisis (¿por qué será que esa frase de los "brotes verdes" y de que lo peor ya ha pasado me recuerda a anteriores y nefastos gobiernos?) y todos esperamos que para las próximas navidades la gente haya recuperado la antigua alegría de vivir y la paga extra. Mientras tanto aguantaremos el tirón y tendremos que soportar a los tontos de las banderitas de UGT y CC.OO. manifestándose un día sí y otro también cortando las calles y obligando al personal a bajarse del autobús o del tranvía y caminar un kilómetro con los nños a cuestas. Que las cosas están mal lo sabemos todos pero para que vean a dónde están llegando les voy a dar un botón de muestra. Los altos funcionarios de la Consejería de Economía de la Junta de Andalucía no han renunciado este año a celebrar la comida de Navidad, pero, y lo sé de buena tinta, en lugar de irse a ese restaurante tan famoso al que estabn acostumrados, estas navidades han elegido nada más y nada menos que "Los cien montaditos". No crean que es broma. La crisis nos llega a todos, incluso a los antiguos subordinados de Pepe Griñán y Magdalena Álvarez. Hay quien echa la vista atrás y recuerda que con Manolo Chaves vivíamos mejor.
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