Rajoy se juega el 2013 la gobernabilidad del país
lunes 31 de diciembre de 2012, 10:06h
Perdonen que
regrese a mi tesis de que no es suficiente la razón institucional
para superar la crisis, pero es que este fin de año me parece que
eso ha quedado más claro que el agua. Comienzo con un primer ejemplo
lacerante: el discurso del Rey Juan Carlos es una verdadera pieza de
Estado, pero desafortunadamente llega demasiado tarde, cuando ya el
auditorio percibe un desgaste institucional importante y le presta
muchos menos oídos. Incluso una fuerza que antes había tenido una
cierta contención, como Izquierda Unida, ahora se atreve a
descalificar abiertamente el discurso real (el mejor en muchos años).
Claro, se puede argumentar que el desgaste institucional de la Corona
tiene dos causas; una contextual (le sucede a toda la estructura
institucional del país) y otra de orden interno (desde yernos
aprovechados hasta infaustas cacerías de elefantes).
Si la Corona
hubiera emitido este discurso hace sólo dos o tres años, hubiera
contribuido poderosamente a que los grandes partidos entendieran
mejor la necesidad de un pacto de Estado (que no necesariamente de
Gobierno), hubiera elevado el nivel de la política (esa con P
mayúscula), etc., etc. Pero hoy su magnífico discurso es emitido
por una institución que ha perdido relevancia en el contexto
nacional; lo que indudablemente le hace perder efectividad. Lástima.
Pero la
causa principal del deterioro institucional general tiene dos motivos
fundamentales: uno socioeconómico y el otro sociopolítico. No es
necesario extenderse en cuanto al hecho, constatado en toda Europa,
que la crisis económica y el malestar social que provoca se vuelve
contra las instituciones, además de golpear furiosamente a los
Gobiernos. Pero en algunos países europeos, Italia y España, por
ejemplo, el desgaste de la trama institucional tiene razones
directamente sociopolíticas. No me voy a referir al caso italiano,
aunque lo considero fascinante. Pero en el caso español me parece
que pueden identificarse algunos elementos concretos, incluso algunos
responsables directos.
Estoy
convencido de que un factor de fondo se refiere al carácter de
nuestra cultura política y a como ella ha evolucionado desde la
transición. Cesar Molina (El País) cree tener una teoría
consistente al respecto referida a la naturaleza de la clase
política. En una nota posterior mostraré las dificultades de esa
teoría, tanto desde el punto de vista conceptual como operativo.
Para mí resulta evidente que la causa principal de que no exista
clima político para que las principales fuerzas política se tomen
en serio la necesidad imperiosa de un pacto de Estado (algo que en
Alemania no presenta mayor problema) está referida al tipo de
cultura política que se ha desarrollado en España desde la
transición; algo que guarda relación con el tema de la crispación,
la búsqueda de caminos "imaginativos" (tipo Zapatero) y un largo
etcétera.
Pero además
de este factor de fondo (cultura política), que por cierto no afecta
sólo a la clase política sino al conjunto de la sociedad española,
hay responsables directos en el escenario político de ese proceso
que acaba deteriorando el entramado institucional. Uno de esos
responsables es el actual Presidente de Gobierno, Mariano Rajoy. Y no
precisamente porque desvalorice las instituciones, sino porque las
utiliza sobremanera para cubrir sus debilidades políticas. Rajoy
confía por completo en la institucionalidad legal, como buen
notario, pero la está socavando progresivamente, al huir de la
acción política directa, personal e intransferible.
En la última
rueda de prensa, en que Rajoy ha realizado un balance del 2012, se ha
demostrado que no es carencia de argumentos el problema principal.
No, Rajoy y su equipo muestran sus razones y parecen convencidos de
ellas. Como ha reflejado bien la crónica del diario El País, su
discurso fue sólido y su forma de sentirlo rezumaba sinceridad. El
problema está en otro lado: se trata de la decisión íntima,
reflejada nítidamente en el encuentro toledano con los suyos, de
afincarse en la estrategia de la resistencia, del aguante hasta el
fin; parapetado en las instituciones, sin jugarse la vida en el ruedo
político. Rajoy elige no hacer política, no tratar de explicar,
convencer, conducir a la ciudadanía, sino atrincherarse en las
instituciones y dar desde ahí respuestas parcas, altivas, como si la
mayoría absoluta conseguida hace un año se mantuviera incólume en
el ágora ciudadano, en correspondencia exacta con la que tiene en el
parlamento.
Como han
dicho varios observadores, parece que ya no puede seguir cerrando los
ojos a la realidad: todas las encuestas coinciden en que su
prestancia en la ciudadanía ha retrocedido radicalmente. Pero el
riesgo que todavía existe es que Rajoy sólo vea el problema y no
tenga recursos para orientar al país hacia la solución. Porque no
basta con admitir hidalgamente que ha hecho cosas que no pensaba
hacer o anunciar honradamente que el 2013 será un año muy duro.
Cuando los líderes sindicales hablan de que estamos a punto de una
insubordinación social no están exagerando (y no importa que haya
sectores sindicales que la estén propiciando). El año que viene
será clave para la gobernabilidad del país.
Ha
trascurrido un año en que Rajoy y su gobierno han despreciado por
completo la dinámica sociopolítica del país. Por eso las cosas
están como están. ¿Será capaz Rajoy de reinventarse, de mejorar
en serio su comunicación con la ciudadanía, de bajar al ruedo de la
política y mostrar con fuerza e inteligencia las razones que le
asisten y de las que está convencido? ¿O será ya demasiado tarde
para ello? En todo caso, sus asesores deben tener la suficiente
imaginación para darse cuenta que podría suceder que Rajoy siguiera
sin exponerse a las cornadas de la política, pero en un país
acabadamente ingobernable; algo que también destrozaría a Rajoy a
fin de cuentas.