Parece una banalidad pero existen muchos
matices cuando hablamos de la diferencia entre tener y no tener. Se puede tener
para comer, se puede tener para vivir,
se puede tener para malvivir, se puede tener mucho y se puede tener poco
y compartir con los demás.
Pasadas estas fiestas en las que parece
que el tiempo se detiene y se vive en una burbuja de protección con la familia
y los amigos, el tren arranca de nuevo, sin avisar, y a muchos les vuelve a
invadir la sensación de que el revisor no nos ha tenido en cuenta y nos
quedamos en tierra. Sin embargo, hay gestos que hacen, aún quedándonos muchos
en el anden, que la vida sea un poco más agradable.
Sé que son muchos los que dedican gran
esfuerzo en conseguir en estas fechas que otros pasen días agradables:
voluntarios, asociaciones, ONG's, bancos de alimentos o particulares. He
conocido un comedor social en el que el día de Nochebuena repartían el pollo no
para darlo en el comedor, sino para que los que allí acudían se lo pudieran
llevar a casa y tomarlo en familia, sin pasar más vergüenza de la cuenta. He
visto cómo esas personas que han repartido la comida o la han cocinado, han
sacrificado esos momentos con sus familias para estar con ellos, a los que
también llaman familia.
Se suele cumplir la regla de que los que
menos tienen son los que más comparten, pero también los hay que, sin tener
excesivas dificultades, se comprometen, y no de lejos, de cerca y a la cara.
Unos amigos con los que he tenido el lujo de compartir estos días, decidieron
ayudar a una familia a la que la vida les está dando una segunda oportunidad.
Matrimonio con dos hijas, pequeñas. La segunda oportunidad les vino cuando
consiguieron la dación en pago de su deuda hipotecaria, gracias en gran medida
también a la presión mediática. Estos amigos, que habían seguido el caso, salieron
una mañana a comprar, con dinero de sus propios bolsillos, comida, unos
juguetes para las pequeñas y doce uvas para cada uno con una botella de cava,
para pasar el trago. Es algo más que una ayuda. Las gracias vinieron con una
sonrisa enorme y una frase, que según me cuentan, sonó natural: "Mis hijas van
a tener reyes este año".
Como digo son sólo gestos, pero que hacen
que la vida en el andén, o la cuneta, como prefieran, sea un poco menos
desagradable.
Javier D. Bazaga
Periodista
@javierdbazaga