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Albacete, mi ciudad

domingo 20 de enero de 2013, 20:21h

Esta mañana, tras la operación de menisco a la que me sometí hace un mes, he salido a darme la primera caminata de hora y media, a probarme la rodilla. La ciudad estaba todavía dormida.  Y aunque hacia sol, la mañana era fresca y desapacible por el aire. Pese a ello he disfrutado con el paseo y me ha gustado mi ciudad, me ha gustado Albacete. Todos sabemos que no es una ciudad monumental y sin edificios históricos, pero sí que es abierta, amable, acogedora, dinámica y viva.

He visto el Parque Lineal, ¡tan grandioso ya!, obra del primer Ayuntamiento democrático, el que me he encontrado con algunos amigos corriendo -qué envidia no poder hacerlo yo ahora-; he llegado al Altozano, que estaba sin el bullicio de un día de trabajo, pero tan bonito y coqueto como siempre; igual que la calle Ancha, con sus comercios cerrados como corresponde a un día festivo; he cruzado el Parque Abelardo Sánchez, con sus grandes pinos, bien arreglado como siempre, y alguna que otra ardilla subiendo y bajando por ellos -ganó mucho con la reforma tan discutida por algunos hace diez años-, lleno de chavales que participaban en un evento deportivo; he seguido hasta llegar y cruzar el bulevar de la Circunvalación -que señorial que ha quedado-, hasta el Campus Universitario, vacío de estudiantes, pero lleno luz y de edificios para la educación y la formación de nuestros jóvenes. ¡Qué cambio dio la ciudad con la llegada de la Universidad!

Allí he reflexionado sobre dos temas tan traídos y llevados en los últimos tiempos por parte de quienes nos gobiernan: la herencia recibida y el despilfarro. 

Sobre el primero de ellos he  llegado a la conclusión que esa, la Universidad, es una parte y no pequeña de la herencia recibida: un gran campus donde nuestros jóvenes se vienen formando desde hace cerca 30 años y que muchos de ellos no hubieran accedido a los estudios universitarios, porque simplemente no podíamos haberle costeado los estudios fuera. 

Y sobre el despilfarro le he dado vueltas y me he indignado pensando que el auténtico y doloroso despilfarro es el tener a más del 50 por ciento de nuestros jóvenes, en los que nos hemos gastado y sacrificado todos: la sociedad y las familias y que ahora están parados, sin futuro, sin ilusión, o teniéndose que ir muchos de ellos, pese a su gran formación, a intentar desarrollar sus conocimientos fuera del país porque aquí ni encuentran trabajo ni esperanza: ¡Ese sí que es un auténtico despilfarro!.   

Me he encontrado con dos conocidos, trabajadores y jubilados ya, por la Avenida de España, que venían hablando de la situación política y de la corrupción. Me he unido a ellos en la conversación. Trasladaban, con razón, su cabreo, su indignación por lo que está pasando. Decían que todos son iguales, que todos se han llevado y que están ahí para enriquecerse. Dura y extendida creencia. Les he intentado trasladar, aparte de darles la razón por su indignación, que no se puede ni se debe generalizar, que no es justo decir que todos son iguales, pero que es necesario regenerar la vida política, económica y social; que así no se puede seguir y que aparte de que quien meta la mano, debe recibir no solo un castigo ejemplar, sino el más amplio y radical repudio social, siendo la sociedad la que debe poner fuera a toda aquella persona u organización que intente aprovecharse.

 Les recordaba que a diferencia de Marbella o del País Valenciano, donde pese a era perfectamente conocida la corrupción existente la mayoría de los ciudadanos les votaba; y esta ciudad, Albacete, cuando los ciudadanos a mediados de los 90 nos percatamos que en el Ayuntamiento estaba habiendo prácticas que apuntaban a posibles actos de corrupción, los ciudadanos no les votamos en las siguientes elecciones y los echamos fuera del gobierno. Hecho del que, por cierto, me siento especialmente orgulloso.

He visto a un padre de familia en una silla de ruedas con su hijo, con caras de alegría y por último, ya en mi barrio, en el Polígono de San Antón me he encontrado con una procesión de San Antón, recorriendo las calles del barrio, al sonido de una banda de cornetas y tambores, y ya cerca de las once y media, cuando la ciudad empezaba a despertar, he terminando en el quiosco de la Estación comprando mis periódicos del día, el País y lógicamente La Verdad.

En fin, al terminar la caminata he llegado a una conclusión: que me gusta Albacete, que quiero a esta mi ciudad, que me siento orgulloso de ser ciudadano de ella, en la que llevo 55 años viviendo, en la que he desarrollado lo fundamental de mi actividad profesional y sindical y que además ha visto nacer y crecer a mis hijas.

Juan Antonio Mata

Expresidente del Consejo Económico y Social de Castilla-La Mancha

 

@Jamata81MA 

 

 

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