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Confesiones de un parado

Confesiones de un parado

viernes 25 de enero de 2013, 18:40h
Mientras unos políticos echan la culpa a los otros y las otros a unos en un peloteo sin sentido, mareando la perdiz y sin poner sobre el tapete solución alguna que frene el gravísimo problema, las cifras del paro siguen aumentando inexorablemente en una progresión que parece no tener fin. Ya somos casi seis los millones de españoles que engrosamos estas largas y amargas listas del INEM. Y lo peor está por llegar porque, según los expertos, la caída sin red hasta superar la tasa del 30 por ciento no se frenará, al menos, hasta el segundo trimestre del 2014. Tras la frialdad de las cifras, detrás de cada uno de los parados que engordan esos cinco millones novecientos y pico mil de desempleados, hay un drama personal, familiar y humano con cara, con nombres y apellidos. Casi seis millones de tragedias que se viven día a día, seis millones de situaciones límite que amenazan con dinamitar un sistema que hace aguas por todos sus poros mientras no paran de surgir casos y casos de corrupción en todas las esferas sociales. Si la situación es grave en España, no lo es menos en Andalucía, donde la tasa de paro se acerca ya al 36 por ciento de la población activa. Uno de cada tres españoles sin trabajo es andaluz y en Andalucía nos acercamos peligrosamente al precipicio social de que cada empleado sostenga a un parado, algo que y casi se alcanza en la provincia de Cádiz.

Pepe Griñán se conforma con echarle las culpas a Mariano Rajoy y a su reforma laboral cuando él y todos los socialistas que le han precedido desde 1980 al frente de la Junta de Andalucía no han sido capaces de sacarnos en más de treinta años de este penoso liderazgo en el ranking más vergozoso de toda Europa. Es evidente que Griñán no tiene la culpa en exclusiva, que también la tienen tanto sus entecesores en la Junta como los que predecieron a Rajoy en el Gobierno de la nación, pero digo yo que alguna responsabilidad tendrá, tanto él como sus predecesores, en que Andalucía sea la comunidad española con el mayor número de parados de Europa desde hace varias décadas. Que cada palo aguante su vela. Que la aguante Pepe Griñán, Manuel Chaves, José Rodríguez de la Borbolla y Rafael Escuredo, que la aguante Mariano Rajoy, José Luis Rodriguez Zapatero, José María Aznar, Felipe González, Leopoldo Calvo Sotelo y hasta el mismísmimo Adolfo Suárez, (seis del PSOE, dos del PP y dos dela UCD) pero casi seis millones de parados en España y un millón cuatrocientos cuenta y dos mil en Andalucía, son muchos, pero que muchos parados. Demasiados para España y demasiados para Andalucía. Todavía son muchos los que no se creen estas cifras porque, alegan, si fuesen verdad se habría producido una revolución en las calles. Nada más lejos de la realidad. Aquí no se mueve ni Dios como no sea por un acontecimiento deportivo o terrorista. Estamos tan adocenados que haría falta que algo o alguien nos sacudiera de arriba a abajo para algo se mueva en este país y en esta comunidad.

Por ponerle una cara a todas estas tragedias, les transcribo una confesión que me hacía hace pocos días un amigo de 55 años, periodista, padre de familia, que ha pasado del sol de la prosperidad del trabajo a la sombra del paro en un abrir y cerrar de ojos. "No puedo más, te lo juro. Me levanto todos los días y me lanzo a la calle con una carpeta llena de curriculums que reparto entre empresas de amigos y conocidos que me debían favores por mi antiguo trabajo. Por las redes sociales e internet también estoy moviendo todos los hilos posibles en busca de algún empleo que me permita ganar unos cientos de euros para sacar adelante a mis hijos. Pero nada de nada, por más que me muevo nadie es capaz de brindarme una sola oportunidad, se devolverme alguno de los muchos favores que yo les hice. Esos mismos que tan sólo hace unos años se deshacían en elogios hacia mí y hacia la labor que desarrollaba en mi empresa, muchos de los que te doraban la píldora por el puesto que ocupaba, ahora no se dignan ni a recibirte. Y estoy absolutamente desesperado. Mi situación es tal que, una vez agotada la prestación por el desempleo, tendré que ir a Caritas para que mi mujer y mis tres hijos tengan para comer". No estamos en Etiopía ni en Haití. Por suerte o por desgracia estamos en España en el año 2013.  
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