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Tu cara me suena

Tu cara me suena

viernes 08 de febrero de 2013, 10:40h
Seamos serios. Aquí todo el mundo, desde las populares tertulias de café a las mas sesudas de las radios y televisiones, se dedica a criticar a los políticos como los seres más curruptos de la sociedad. No digo yo que no lo sean porque para muestra bastan los cientos de botones que han surgido, surgen y surgirán en todos los rincones del país, en todas las administraciones y en todas las fuerzas políticas, pero hay que reconocer que son sólo un espejo de la propia sociedad. Debe de ser cosa del carácter latino porque aquí, el que más y el que menos ha intentado engañar a Hacienda, no pagar el IVA, robar en el Corte Inglés, irse de gañote de algún bar o aprovecharse de cualquier fullería para embolsarse unos duros. Hemos de reconocer que lo que más nos duele a los españoles de la corrupción de los políticos no es que se lo lleven calentito, cosa que ya dábamos por hecho, sino que nosotros no podamos hacer lo mismo. A mí me entra la risa floja cuando todos los gurús de las tertulias radiofónicas se ponen trascendentes y hablan de la honradez y la integridad, sabiendo como sabemos que muchos de ellos llevan trincando de uno u otro lado por defender unas posiciones políticas predeterminadas de antemano.

Y para que vean que de aquí no se libra ni Dios y que no soy nada corporativista, pondré varios ejemplos que he podido vivir en primera persona dentro de mi profesión periodística durante los casi cuarenta años que llevo en ella. Yo he visto directores que colocaban a su familia entera en empresas o instituciones que eran defendidas a capa y espada en el periódico que dirigían; yo he visto a redactores jefe que han hecho toda una colección de arte con el "canon" que le cobraban a famosos artistas por elogiar sus exposiciones; yo he visto a subdirectores recibir cuantiosos regalos en especie y no solo en Navidad por publicar reportajes de empresas; yo he visto a compañeros recibir "sobres-sueldos" por crónicas laudatorias a toreros; yo he visto a personajes que tenian un guardarropa digno de una estrella de Hollywood por alabar tal o cual tienda o firma de moda; yo he visto entrar en nóminas privadas a colegas con exclusividad en un medio por favorecer a tal o cual empresa, yo he visto demasiadas cosas para pensar que esta profesión, como otras muchas, tendría que entonar un mea culpa antes de ponerse a criticar las corruptelas de los demás, sean o no políticos. Naturalmente que cualquier regla tiene su excepción y también he visto como muchos compañeros rechazaban dinero contante y sonante de un entrevistado que al acabar la conversación con el periodista de turno preguntaba aquello de "¿qué le debo?", una pregunta que no era sino la confirmación de que alguien habría cobrado con antelación por ese mismo trabajo. También he visto como alguno devolvía un regalo por considerarlo excesivo. Pero seamos sinceros, esos eran los menos. Y que conste que no quiero matar al mensajero, mientras el mensajero se limite a hacer público el mensaje sin manipularlo.

Ahora resulta que algunos de los papeles que se han venido publicando en las últimas semanas por los dos principales periódicos de España, sobre el Caso Bárcenas y sobre el Gürtell parece que podrían ser falsos, que han sido manipulados harteramente. Pues menos mal que tanto El Mundo como El país son los líderes en el periodismo de investigación y en la defensa de la integridad y de la limpieza democrática, ¿No te jode el profeta? En lo único en lo que parece que todos estamos de acuerdo es en la regeneración y esa regeneración debería empezar por el llamado Cuarto Poder que es capaz, como en tiempos, de Williams Randolph Hearst, retratado por Orson Welles en Ciudadano Kane, en cambiar gobiernos a su antojo. Es el gran problema que tienen ambos medios de comunicación, que están en manos de unos individuos que se creen con derecho a mover los hilos del poder a su antojo despreciando eso que dicen defender por encima de todo: la superior autoridad de las urnas. Ello no quiere decir que la labor de los medios de comunicación sea la sumisión al poder político, ni mucho menos, su deber es denunciar los excesos, los turbios manejos y las maniobras ladinas de los gobiernos, pero con datos verdaderos y no con burdas manipulaciones.

¿Qué quieren que les diga? Tras este episodio que ha mantenido a España en vilo y ha colocado a nuestro país al borde del histerismo colectivo y el desprestigio internacional, como se demuestre finalmente que todo ha sido un montaje periodístico para cargarse a Mariano Rajoy es para que sus fieles lectores se dediquen a releer El Quijote, les va a ser mucho más provechoso intelectualmente. Le decía en mi anterior artículo que había muchos nombres rondado este caso de los que no me fiaba un pelo. Lo repito, sus caras me suenan y no precisamente por ser unos defensores acérrimos del sistema que nos hemos dado los españoles.  
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