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Sin perdón

Sin perdón

miércoles 13 de febrero de 2013, 18:49h
Por ellos se ha ido mucha gente a la miseria. Por ellos se han frustrado tantos sueños como burbujas de jabón hay en un lavadero. Por ellos hermosos futuros se convirtieron en presentes imposibles. Por ellos se generaron esperanzas y se frustraron por ellos. No les importó la sensibilidad de la gente. Quizá pensaban que no pasa nada si sufren los humildes, porque ese es su destino. El de ellos, por supuesto, siempre el agasajo del presente.

    Por ellos encontraron muchos la felicidad. Un piso y un sueldo. Y por ellos perdieron el sueldo y luego el piso. Y como la felicidad básica para la gente es poder comer y vivir (primun vivere deinde philosophari), pues por ellos mucha gente hoy no sabe qué es la alegría. Sus nóminas tenían dinero oscuro, mentiras sin fin, numerosas villanías. Llenaron el país de aeropuertos, urbanizaciones, constructoras, cuenting o cualquier engendro capaz de cobrar la pasta. Tenían puñados de empresas para sacar según la ocasión lo requiriese. Eran los Reyes Magos de la vida, los amigos del poder, los que concedían deseos o colocaban a muchos trabajadores en sus empresas fantasmas.

    Se forraron, se volvieron a forrar y no se cansaron de forrarse. Y mira que sabían, como Jeremy Irons en Margin Call, que en esta farsa habría un final agónico. Pero para ellos no, por supuesto, pues supieron nadar en el barro como las ranas, o avanzar por el miedo como los fantasmas.

Al final pasó lo que tenía que pasar. Explotó el globo de mierda y cayeron por la tierra toneladas de desdicha, silencio y soledad. Están haciendo sufrir a demasiada gente, y no tienen la mínima decencia para pedir perdón, aceptar un error, arrepentirse o siquiera sentir una pizca de remordimiento por los que han caído en un pozo merced a su avaricia. Y ahí están, como si nada pasara. La gente se pregunta por qué no van a la cárcel, con los chorizos. Por qué después de tanta mentira ni siquiera necesitan esconderse.

Son muchos y es imposible decir sus nombres, pero los hay que están a diario en la pupila. Como hace poco decía  Lucía Méndez, algunos, como Miguel Ángel Ordóñez, se entretienen en echar palomitas a las palomas, o se refugian en multinacionales privatizadas, como Rato, o se jubilan con indemnizaciones millonarias, como los de las cajas, o siguen guarreando por ahí. Otros cogieron la pasta de las suculentas subvenciones y echaron a correr.

Los Pujol, Durán, Blesa, Urdangarín, Torres, Fernández, Sepúlveda, Mas, Díaz Ferrán...y así, así, como el conejo de las pilas. La pena es que cuando esto sea historia serán muy pocos los que habrán conocido la cárcel. Siete días, cinco suicidios... A veces dan ganas de exiliarse de este país. Porque esto es el paraíso de los impunes.
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