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Nubarrones para un debate

Nubarrones para un debate

martes 19 de febrero de 2013, 10:57h
La quiebra de la constructora Reyal Urbis, la de Orizonia, la huelga de Iberia, la de los jueces, la cifra récord de la deuda y la constatación de que la reforma laboral no está sirviendo para crear empleo según los últimos datos disponibles, son los últimos clavos que podrían clavarse en el ataúd  del debate sobre el estado de la nación que comienza este miércoles, rodeado, además, de malos augurios puramente políticos...o morales. Los titulares sobre el espionaje de políticos a políticos, en los que parece que casi todos están implicados de una u otra manera; la corrupción, ahora personificada en la altanería de un Bárcenas chulesco; los desplantes que nos llegan de determinadas naciones hermanas en Latinoamérica -ahora, de nuevo, Bolivia--; la inminente declaración de Urdangarín ante el juez de Palma... Qué quiere usted, amable lector, que le diga: una suerte de catástrofes encadenadas -no hay casualidades cuando todo se empeña en conjuntarse para ir mal-están llevando al cuerpo social a un nacional-pesimismo solamente paliado por el nacional-aburrimiento, causado por una forma como abúlica de ejercer la tarea política.
 
Y usted, amable lector, o yo, o cualquiera, puede contemplar la coyuntura desde dos perspectivas: la de quien piensa, con todo el derecho y legitimidad, que este importantísimo acto parlamentario va a ser eso, el final de un trayecto para que nos despeñemos, o la de quienes, como yo mismo, creemos que estamos ante una estupenda oportunidad para regenerar el lenguaje y el pensamiento políticos, para anunciar que inauguramos una nueva forma de gobernar, en la que la ciudadanía esté más presente y el bienestar de los españoles ocupe el primer lugar en la mente de nuestros gobernantes.
 
Ya he dicho en numerosas ocasiones que creo en la honestidad política de los dos principales contendientes, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba; lo que ocurre es que precisamente por la mentada forma 'light' de ocupar sus respectivas parcelas de poder nos tienen a todos mirando hacia otro lado, a ver si en horizontes diferentes aparecen por casualidad algunas soluciones. Que tampoco estoy seguro de que se hallen en otras opciones políticas emergentes, como Izquierda Unida o UPyD, que suben en el aprecio de los encuestados sobre todo porque el concepto del bipartidismo PP-PSOE baja alarmantemente; en todo caso, conste que tengo igualmente una buena opinión, faltaría más, tanto de las posibilidades personales que nos presenta la coalición que lidera Cayo Lara como el partido, quizá algo difuminado, que encabeza la fogosa Rosa Díez. De los nacionalistas solo espero algunas aclaraciones -sobre todo, de Duran i Lleida, que está como atrapado entre dos fuegos-, y, hoy por hoy, solamente plácemes me merece la postura adoptada por el PNV de Iñigo Urkullu: ya veremos si esa trayectoria se mantiene.
 
El material aportado por nuestros principales dirigentes políticos -otra cosa son algunos segundos escalones-me parece, contra lo que en general suele decirse, bastante bueno, aunque no brillante. Lo que ocurre es que andamos sobrados de cautelas, de sentido común y de tanteos y nos faltan espíritus estadistas, entusiasmo, liderazgo y decisión para arrojarse a la piscina, que agua sí lleva, aunque no esté llena.
 
Ahora solo falta saber si se atreven. Si no cometen el enorme pecado político de enredarse en el 'y tú más', en la racanería política y en la miseria anímica. Este país nuestro anda ansioso de grandes gestos, aunque sean solamente -y nada menos-parlamentarios. Este miércoles nos hallamos ante una enorme oportunidad que nos haga soportar el dolor de ver lo que ocurre en esos casos nefastos antes citados, Reyal, Orizonia, Iberia, la rebelión de los jueces, los estallidos corruptos, las escuchas ilegales, las trapisondas del yerno del Rey y sus derivaciones y ese largo etcétera que nos hace andar con la cabeza baja, el ánimo encogido y las peores perspectivas en el almario. Sursum corda, arriba los corazones; hoy, al menos, podemos esperar que, contra las previsiones generales, algo bueno suceda en el secarral que es nuestro mapa político. Ojalá en mi crónica posterior, comentando el debate, no tenga que unirme al coro de las lamentaciones. Tenemos todavía esta oportunidad.


>> El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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