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Todo en la vida es cine

Todo en la vida es cine

martes 19 de febrero de 2013, 12:00h
"¡Cine, cine, cine, más cine por favor!", todo el stablisment nacional, el Gobierno y la derecha bienpensante tararea desde la madrugada del lunes el estribillo de la canción de Luis Eduardo Aute, para saldar la polémica de los Goya, como si el irreverente cantautor les sirviera para reivindicar ceremonias acríticas, espectáculos asépticos para contento del personal. Les chirriaron y malhumoraron esos estridentes 10 o 15 minutos de crítica ácida por el IVA, los recortes y la corrupción política robados a los 180 largos de lo que se prometía como la fiesta de los galanes y las princesas: toda una alfombra roja que debía tapar con mucho glamour los charcos y los socavones que las malditas crisis, la económica y la política, nos han dejado sobre el pavimento. Maribel Verdú, Candela Peña, José Corbacho, Javier Bardem o Eva H deberían hablar de travelings, planos, secuencias, enfoques, desenfoques y claquetas, que sus minutos de gloria bien le cuestan dinero al contribuyente que subvenciona sus películas. "!Cine, cine, cine, más cine por favor!" Chitón a cualquier crítica o desacuerdo, pues, que al fin y al cabo son los de la mamandurria, que diría la simpar Esperanza Aguirre, y más que les tendría que recortar ahora el Gobierno por ponerse gallitos aprovechando el prime time de Televisión Española. Fuera ese otro verso de la misma canción de Aute, "que todo en la vida es cine", o si acaso que lleven a la pantalla a los parados, a los desahuciados, a los que cierran las empresas o los que luchan por mantener los servicios públicos o protestan por loes eres, pero ahí, en el escenario, vestidos de smoking o modelito exclusivo, solo deberían acordarse, en el buen sentido, claro, de la familia, los compañeros de rodaje, o soltar sentidas lágrimas recordante a benefactores ausente y presentes. Pero para nada denunciar conflictos sociales o situaciones de penuria, miseria o necesidad. Que los premios llevan el nombre de Francisco de Goya porque era un genio, no porque le diera por dedicar sus pinceles a la denuncia social y política.

Es discutible si el espectáculo de los premios de la Academia del Cine debiera ser más o menos ajeno a la realidad social o si al espectador de la tele, que es, al fin y al cabo, el que da trascendencia a la ceremonia, prefiere  mayoritariamente un show convencional o más o menos vistoso o un espacio en el que además las gentes del cine, el teatro y la televisión den rienda suelta a su libertad de expresión aprovechando las cámaras que transmiten en directo para hacer sus denuncias. Se lo tendrán que hacer ver los de la Academia del Cine y reflexionar si, por el bien del acontecimiento, deben mostrarse tan como son. Pero lo que resulta muy preocupante es la reacción airada y permanente de los de siempre a cualquier muestra pública de desacuerdo y su descalificación e intento de desprestigio a quienes usan la Constitución para discrepar del poder. La bronca con los actores de estos días es un sumando más en el suma y sigue. Si los sindicatos promueven huelgas se les recuerdan las subvenciones que reciben y se les acusa de ir contra los parados. Si se levantan los sanitarios se explica que van contra el paciente como si hasta entonces no existieran las listas de espera. Si son los estudiantes es que no quieren ir a clase. Si los jueces, fiscales, médicos o abogados van a la protesta los voceros del Gobierno, oficiales u oficiosos les responden que se mueven por conservar sus privilegio. Si la protesta es ante Génova entonces es que Rubalcaba ha puesto en marcha su famoso "komando" vía eseemeses y redes sociales.  El pensamiento único lo tiene claro: todos los que salen a la calle a reivindicar algo quieren recuperar en la calle lo que perdieron democráticamente hace año y medio en las urnas. Como si el depauperado partido socialista que casi no tiene ni votos para liderar la oposición fuera, sin embargo, capaz de manejar a su antojo a los millones y millones de ciudadanos que protestan al raso porque no se creen que tanto sacrificio y depresión les vaya a solucionar sus problemas.

Mariano Rajoy aplicará su mayoría absoluta para salir victorioso del inmediato debate sobre el estado de la nación pero debería ser consciente que sus rivales más encarnizados no son los actores díscolos de los Goya ni todos los comandos de protesta que quiera o pueda montar la oposición. Su problema es que no domina la calle y por allí transitan o se manifiestan ciudadanos  cada vez más indignados que no se creen que el presidente esté cumpliendo con su deber. Y por mucho que se enfade los cineastas díscolos se limitan, Goya tras Goya, a decirle a quienes mandan que, como cantaba Aute, "todo en la vida es cine".
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