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El santo Rajoy

El santo Rajoy

jueves 21 de febrero de 2013, 22:01h
Mariano Rajoy ha convertido la política en una cuestión de fe y sólo aquellos que practican esa virtud teologal pueden creerse todavía al Presidente. Nada queda ya de las parábolas huecas que predicaba Rajoy en los campos arrasados por la crisis internacional y las equivocaciones caseras de Zapatero. Nada se ha cumplido de todo lo que prometía a las multitudes esperanzadas que le seguían. Toda la ilusión provocada en las gentes se ha desvanecido en poco más de doce meses. Cuando Rajoy levantó sus manos investidas por el pueblo soberano, el mar no se abrió por la mitad y sus oraciones no bastaron para salvarnos. En lugar de llevarnos a la tierra prometida de la prosperidad, nos ha perdido a todos en un pantano lúgubre de desastres sociales. Los que cantaban alabanzas del mesías gallego, ahora se esconden en las montañas silenciosas del descrédito.

Rajoy se rodeó de apóstoles poseídos por la gracia de sus mensajes y alucinados con la imagen de un paraíso de poder, después le señaló en la frente con  el signo de los elegidos y finalmente los mandó a navegar contra los elementos desatados. Ahora se ocultan en las catacumbas de la parálisis y el fracaso. La muchedumbre se pregunta qué han hecho Fátima Bañez, Ana Matos, la Pastor, Soraya, Montoro y Guindos. Todos fueron llamados a la redención de nuestros males y ninguno de ellos puede presentar algún hecho destacable que justifique su presencia en aquel gobierno de los mejores. Alguno de ellos, como Wert o Gallardón, andan disfrazados por los caminos no vaya a ser que les reconozcan y sufran el desprecio de los descreídos.

Los que tenían que repartir los panes y los peces del empleo, se ven ahora con el cesto vacio y un millón más de parados. Aquellos a los que se les encargo ofrecer el buen vino de la estabilidad familiar, despachan hoy el vinagre amargo de dos millones de hogares donde todos sus habitantes están en el paro. Los que aseguraban que nunca tocarían la sanidad o la educación, contemplan cada día las manifestaciones indignadas contra  los recortes y las privatizaciones interesadas. Aquellos predicadores que tanto criticaron los derroches de sus predecesores, nos muestran hoy sus morrales agujereados por una deuda nacional desbordada, muy por encima de la que se encontraron. Por no cumplir, ni satisfacen siquiera el mandamiento universal de la caridad, abandonando a los titulares indefensos de la Ley de la Dependencia y a las organizaciones ocupadas en paliar las desgracias patrias.

En los tiempos de prédica electoral se reían de las tribulaciones padecidas por España en el proceloso mundo exterior, ahora nos orinan en la espalda los criollos populistas de las tierras hermanas de las Américas.  Mucho más cerca, en Europa,  nos tratan como si fuéramos los últimos de la fila. Desde que Rajoy se colocó en la cola del cine comunitario, sólo nos venden entradas del gallinero o nos colocan en las sillas de aplaudidores profesionales. Estos boleristas de compromisos imposibles, por no poder, tampoco han logrado expulsar del templo, del suyo y del nuestro, a los mercaderes y ladrones que lo ensucian todo. Cualquier día, cuando llegue el verano, el santo Rajoy es muy capaz de subirse al monte del Gozo, tan próximo a la ciudad encantada de Santiago de Compostela, y leernos las bienaventuranzas que nos aguardan en el bendito año del 2.014. Amén. 
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