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En la duda, con las víctimas

En la duda, con las víctimas

lunes 18 de marzo de 2013, 10:54h
La Gran Sala del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo deliberará esta semana sobre la doctrina Parot establecida por sentencia del Tribunal Supremo español en febrero de 2006 que consideró que la reducción de penas por beneficios penitenciarios se aplicara al total de la condena y no al máximo legal permitido de permanencia en prisión, lo que provocaba que delincuentes -no sólo terroristas- condenados a cientos o miles de años de cárcel, estuvieran en la calle cuando apenas habían cumplido dos tercios de la pena máxima de treinta años. La Gran Sala estudiará el recurso del Gobierno español contra la decisión del Tribunal, que aceptó la demanda de una etarra sanguinaria como es Inés del Río, condenada a más de 3.000 años.

La decisión del Supremo español, controvertida en su tiempo aunque socialmente bien recibida, salvo como es natural en el entorno de ETA, afecta a los terroristas y también a otros asesinos múltiples, violadores, homicidas, etc. Si fuera definitivamente reprobada por el Tribunal Europeo, aunque legalmente sólo afectaría al caso de Inés del Río, moralmente obligaría al Gobierno y a la Justicia española a aplicarla en todos los casos similares, lo que, sin duda, sería un fracaso social, una afrenta a las víctimas y una victoria de los que después de infringir la ley, se aprovechan de ella. Pero eso es la democracia.

Este asunto debería hacer reflexionar a los políticos sobre la calidad de nuestras leyes, cuyos defectos, imprevisiones e improvisaciones son una de las principales causas de inseguridad jurídica y de litigiosidad, sobre la tendencia a legislar a golpe de telediario, sobre la carencia de atención al principio de reparación y restauración por los delincuentes y sobre la falta de atención de los jueces hacia las víctimas.

Decía el siempre añorado profesor Antonio Beristain, fundador del Instituto Vasco de Criminología -otro jesuita sabio, comprometido, reivindicativo, humilde- que frente al todavía dominante "el que la hace, la paga" o la compensación del daño causado por la sanción que se impone al que lo causó, deberíamos caminar hacia una justicia restaurativa y de dignificación de la víctima. ¿Y qué supone esto? Que para que haya justicia real y dignificaci´no de las víctimas, los delincuentes deben pedirles perdón y reparar el daño causado. Nada de esto se produce en estos casos y no sólo no son oídas las víctimas por los jueces -ni nacionales ni europeos- sino que se contradice el espíritu que también defendía ardientemente Beristáin: "in dubio, pro víctimas", Como señalaba Eli Weisel, "el silencio estimula al verdugo, nuca al que sufre". Las víctimas de ETA sienten que el Gobierno no sólo no actúa contra quienes califican los asesinatos terroristas de "decisiones políticas" sino que es pasivo en la política frente al entorno etarra. Si la doctrina Parot es desautorizada, Gobierno y Justicia quedarán en evidencia. Pero los que pagarán las consecuencias de sus errores serán las víctimas y el conjunto de la ciudadanía. Esperemos que Estrasbugo piense en los derechos de las víctimas antes que en los de los victimarios.

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