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Rajoy, el triunfo del beneficio y la incompetencia

Rajoy, el triunfo del beneficio y la incompetencia

sábado 27 de abril de 2013, 14:01h
La estulticia es un estado mental asentado frecuentemente en los dogmas inamovibles. Es el colorarlo de la inseguridad como metodología. Europa es un escenario de estulticias recurrentes. Y el dogma es la austeridad. Dogma inamovible contra la evidencia. Los más tontos o los más interesados se agarran al dogma cuando la evidencia se hace insoportable. Pero sobre todo si no perjudica sus intereses de clase o grupo.

   Rajoy es dogmático, tal vez ocasional, porque sus credos coinciden con sus intereses de clase. La crisis es cierta y la salida elegida en forma de dogma tiene unos componentes de oportunidad ideológica. Convertir la crisis en instrumento para cambiar los equilibrios socioeconómicos de la sociedad española tiene una dosis de malicia y egoísmo insoportables. El sufrimiento de la mayoría es oportunidad para la minoría. Y las privatizaciones son la punta de iceberg de esa estrategia de dominación de las conquistas de la izquierda. El siguiente eslabón es la revolución conservadora en la educación, en la sanidad y en cuestiones de derechos fundamentales como la interrupción legal y voluntaria del embarazo.

   La rueda de prensa del pasado viernes es la evidencia de la estulticia, el interés y el dogma del Gobierno.

   Y el vehículo para intentar hacer inviable el estado de cosas es la manipulación del lenguaje. Luego se distribuyen los argumentarios con el lenguaje impostado entre los periodistas afines y se organiza una campaña que no es de información sino de marketing. Cuela en una parte de la prensa tradicional y todavía las redes carecen de la influencia necesaria. Pero están creciendo poniendo en peligro el pensamiento establecido.

   Pero también hay otro componente letal en los comportamientos de Mariano Rajoy y su Gobierno: la mediocridad y la incompetencia. Ni siquiera disimulan con eficacia.

   Su factor de sostenimiento es la falta de cohesión de la indignación. Aguantan porque no tienen oposición parlamentaria eficaz, porque los sindicatos están dormidos o acomplejados y porque no es fácil organizar a quienes tienen todos los recelos justificados hacia las organizaciones políticas y sindicales. En la sociedad de las tecnologías la ausencia de liderazgo es letal. Y las protestas todavía no tienen ni organización suficiente ni sincronización ni liderazgo.

   La desafección y el rechazo hacia la política y los partidos también juega a favor de la maquinaria electoral del PP. Esperan un golpe de suerte en el 2015 para volver a ganar, porque no hay nada, en un escenario tan desfavorable para el PP, que amenace su mayoría parlamentaria.

   No es posible establecer un calendario para la explosión social. Porque el miedo y la falta de vectores democráticos de acción juegan a favor del PP. Pero la sociedad se mueve, a veces sigilosa, por los barrios, los centros de trabajo. Y sobre todo con los mecanismos despiertos de solidaridad en una sociedad que se ha dado cuenta de que el híper consumo no es el estadio ideal. Y que ya no se puede mirar para otro lado porque la pobreza y la desesperación lo envuelve todo.

   Más viernes con mentiras impostadas en el lenguaje se sucederán. Pero los mecanismos de la más eficaz de las propagandas no sirven si el producto que se vende es incomestible. Y en esas estamos.
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