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Blindado en la bragueta, blindado en el bolsillo y blindado en la ambición

Blindado en la bragueta, blindado en el bolsillo y blindado en la ambición

viernes 26 de julio de 2013, 19:12h
A todos los que estuvimos en Y&R y QQ revoloteando cerca o alrededor de Enrique.

Fueron los dos años más duros y fructíferos de mi vida profesional; nunca antes aprendí tanto, nunca después aprendería tanto en tan poco tiempo. Desde el primer día, trabajar con Beotas era un reto de ingenio, esfuerzo y complicidad: lo que nos reímos, lo que sufrimos y lo que nunca lloramos porque con Beotas se aprende en seguida que la vida es un juego duro en el que no caben las lágrimas, que hay que dar codazos y, sobre todo, que hay que dejar que los enemigos se crean grandes porque solo son enanos subidos en zancos en los que apenas saben sostenerse y es fácil hacerles caer.

Enrique me presentó a Fraga, a Umbral, a Raúl del Pozo, a Luis Bárcenas, a José Luis Coll, a Jiménez Lozano, a Álvarez del Manzano, a Rato, a Baltasar Garzón, a Esperanza Aguirre. Me enseñó que ninguno merece adulación y que él y yo solo somos vendedores de mantas de Palencia cuya urdimbre son los hechos noticiosos y la trama nuestra capacidad de torear en corto y por derecho.

Las Cápsulas Beotas, como llamaba yo a sus aforismos, siempre fueron luminarias para explicar con pocas palabras cosas complicadas. "Pascua", me decía, "tu independencia solo depende que sepas estar blindado en el bolsillo, blindado en la bragueta y blindado en la ambición". Eran tiempos raros, pagamos muchas putas a muchos imbéciles importantes, "comimos muchas langostas para llevar a casa una pescadilla a fin de mes". A las siete de la mañana me llamaba, a la una de la madrugada me llamaba, día sí y día también. Trabajar con Enrique era 24 horas 7 días.

Aprendí con él que tras una entrevista inocente en un periódico nacional puede esconderse una bestia que intenta defenestrar a este o a aquel o a ti. Aprendí que cuando alguien intenta traicionarte tu respuesta tiene que estar preparada y planificada con tanta antelación que el traidor se encuentre solo y embromado sin apenas darse cuenta: en aquellos días cortamos la hierba de muchos indeseables bajo sus pies sin que siquiera lo notaran.

Recuerdo el día que me presentó a Fraga, "don Manuel, le presento a un tocayo suyo y un minibeotas", dijo; "Enrique, es imposible que haya otro como usted y usted, joven (a mí) lea mucho y hable poco." Seguidamente nos presentaron al séquito de lametraseros que le acompañaban y entre ellos había un conselleiro que quiso saludar a Enrique con fingida cercanía y alborozo: "Hombre, Enrique cuánto tiempo" y le tendió la mano con afabilidad. Beotas miró la mano, miró al conselleiro que iba con su propio equipo de lameculos del lameculos, y con esa mirada gélida y punzante que solo él sabía poner le espetó "ni te acerques a mí o a mi gente. Eres un sinvergüenza y queda poco para que acabe contigo". Hubo un silencio espeso, nadie se movió, el conselleiro estaba demudado pero quedó muerto cuando Fraga dijo, "Beotas, venga conmigo y explíqueme todo eso. Venga Ud. también, Pascua" y salió a toda mecha por un pasillo sin soltar un maletín atiborrado de papeles. A medio camino me di la vuelta y vi al conselleiro solo, como si se hubiera vuelto de sal o piedra, sus lameculos le habían abandonado y parecía una vieja imagen en blanco y negro. Un par de semanas después Enrique me enseñó un recorte de prensa, El Faro de Vigo: "El conselleiro XXX abandona la política para volver a su despacho profesional."

Beotas no era justo ni demócrata ni arribista ni de centro, era Beotas, sin más. Un hombre extraordinario, cultísimo e implacable con sus rivales o enemigos, tajante con la traición y muy inteligente, el hombre más inteligente con el que he trabajado.

Le vi por última vez hace unos meses, cenamos, nos reímos, le hice bromas que devolvió con ingenio, citamos a Homero y a Quevedo y disfruté de una de las mejores imitaciones que de don Manuel se hicieran jamás, en la intimidad de unos amigos, ahítos de ginebra, celebrando la vida: "Pascua, coño, qué tiempos pasamos. Aprovechemos lo que nos queda que la vida son cuatro días y dos llueve... y eso no es lo jodido, lo jodido es que te pille sin paraguas". A tu salud, Beotas.
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