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De cohetes, cucharas y cojos

De cohetes, cucharas y cojos

viernes 16 de agosto de 2013, 16:52h

Tengo un amigo gaditano al que en una ocasión invité a las fiestas de mi pueblo. Mientras a su señora le encantan la Fiestasantos por aquello de estar todo el día de tapeo de bar en bar y rodeados de amigos, a él casi le provocan un trauma. No tanto por las docenas de cervezas que hay que trasegar y por la orografía empinada del lugar donde se vaya donde se vaya, siempre hay que subir alguna cuesta bastante empinada o unas interminables escaleras, y eso, en pleno mes de agosto en la campiña jienense con cuarenta grados a la sombra, es todo un martirio chino. Pero, sobre todo, lo que no podía soportar mi amigo eran los cohetes. Unos cohetes tremendos que comenzaban a explotar a las seis de la mañana y que ya no paraban en todo el día. Y lo malo es que no iban seguidos sino que te sorprendían cuando menos los esperabas. Si el primero te despertaba a las siete de la mañana, el cohetero con toda su mala leche esperaba cinco minutos a que volvieras a coger el sueño, para soltar el siguiente...y así hasta que, harto de coles y estruendos, no tenías más remedio que levantarte acordándote de toda su familia. Decididamente no volvió al pueblo y todos los años me pregunta por la madre del que tiraba los cohetes, a la que recordará durante toda su vida. Este año, sin embargo, al menos hasta el día 15, apenas si han sonado cohetes en las fiestas. He investigado el asunto y, como es habitual, culpan a la crisis. Dicen que el Ayuntamiento y la Hermanadad de los Santos han tenido que recortar y lo ha hecho en los fuegos de artificio. Somos muchos los que estamos agradecidos a la crisis en aras a la tranquilidad ganada, sobre todo en los albores del alba. No todo va a ser negativo, aunque mucho me temo que, llegado el día 19, con la quema de Daciano, vuelvan a hacer acopio de cohetes y tracas para echar el resto en la noche del 21.

Tras mi fugaz paso por la campiña jiennense donde, a pesar de los pesares, he acabado cogiéndole el gusto a la monótona rutina del Paseo y la Plaza los Coches,  de la Cafetería, los Galleros y El Chuchi, he vuelto a Sevilla y me da la impresión de que el tiempo de ha detenido. El impasse de agosto supone un largo paréntesis en la actividad de la capital andaluza, sobre todo porque la juez Mercedes Alaya sigue de vacaciones y da un respiro a los políticos de la Junta que han desaparecido del mapa. Porque hay que reconocer que la única que marca la agenda poítica andaluza en estos momentos es Alaya. Ni Juan Ignacio Zoido ni Diego Falderas, sino la juez de los EREs. Tanto es así que el presidente, Pepe Griñán, se encuentra "missing" desde que decidió pasarle el testigo a su sucesora Susana Díaz. Lo de Griñán resulta curioso. Cuando heredó el cargo de Manuel Chaves, en la primavera del 2010, tardó al menos seis meses en asumir la responsabilidad de que era él quien mandaba en la Junta y en el PSOE-A y no su antecesor. Otro año le costó organizar la administración y poner orden en el aparato del partido y, como las encuestas le daban como perdedor, nunca se creyó capaz de ejercer como tal. Cuando en marzo de 2012 logró hacerse con el poder sorpresivamente y gracias al apoyo de sus socios de IULV-CA, parecía que lo hacía de manera provisional y los hechos le han dado la razón. Agobiado por la trama de los EREs fraudulentos, que ha pesado como una losa sobre su Gobierno y sobre su propia persona, Griñán ha estado todo un año más pendiente de lo que ocurría en Madrid, en la Moncloa y en Ferraz, con Rajoy o Rubalcaba, que lo que acontecía en el Palacio de San Telmo. De hecho las decisiones más sonadas y polémicas del Ejecutivo que presidía se las han apuntado sus socios de Gobierno como si él fuese un mero convidado de piedra en la Mesa del Consejo. Alguien le ha apodado "Pepe el Cuchara", porque ni pincha ni corta.

En fin, que quedan dos semanas de agosto que se pueden hacer interminables, informativamente hablando. Menos mal que tenemos a Picardo dando por culo y animando a los "llanitos" y a la Royal Navy a declararnos la guerra. Ya era hora de que alguien le plantara cara a los desmanes que los ministros principales del Peñón han estado cometiendo en las aguas españolas durante muchas décadas, desde Sir Joshua Hassam a FabianPicardo, pasando por Adolfo Canepa, Joe Bossano y Peter Caruana. Ni el cierre de la verja con Franco ni el buenisimo de Zapatero han servido para nada. Los gibraltareños, arropados por los hijos de la Gran Bretaña, siempre han hecho lo que le ha venido en gana evadiendo capitales, haciendo "bunkering", apresando a pescadores españoles y ampliando unilateralmente su territorio sin que la comunidad internacional rechistara. Tampoco creo que los rigurosos controles fronterizos actuales sirvan para algo, pero es evidente que el Gobierno español no puede cruzarse de brazos mientras Picardo siembra la bahía de bloque de hormigón. Ya veremos en qué acaba todo este lío. Me acuerdo de una manifestación que, en época de la Dictadura franquista se desarrolló ante la verja. Cientos de personas gritaban "Gibraltar español" y "Queremos el Peñón", entre ellos un cojo. Alguien con toda la guasa gaditana, le dijo: "Pepe, pisha, ¿y tú para qué quieres el Peñón si no sabes ni andar por lo llano?.  

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