Tengo un amigo gaditano al que en una ocasión invité a las fiestas de mi
pueblo. Mientras a su señora le encantan la Fiestasantos por aquello de
estar todo el día de tapeo de bar en bar y rodeados de amigos, a él
casi le provocan un trauma. No tanto por las docenas de cervezas que hay
que trasegar y por la orografía empinada del lugar donde se vaya donde
se vaya, siempre hay que subir alguna cuesta bastante empinada o unas
interminables escaleras, y eso, en pleno mes de agosto en la campiña
jienense con cuarenta grados a la sombra, es todo un martirio chino.
Pero, sobre todo, lo que no podía soportar mi amigo eran los cohetes.
Unos cohetes tremendos que comenzaban a explotar a las seis de la mañana
y que ya no paraban en todo el día. Y lo malo es que no iban seguidos
sino que te sorprendían cuando menos los esperabas. Si el primero te
despertaba a las siete de la mañana, el cohetero con toda su mala leche
esperaba cinco minutos a que volvieras a coger el sueño, para soltar el
siguiente...y así hasta que, harto de coles y estruendos, no tenías más
remedio que levantarte acordándote de toda su familia. Decididamente no
volvió al pueblo y todos los años me pregunta por la madre del que
tiraba los cohetes, a la que recordará durante toda su vida. Este año,
sin embargo, al menos hasta el día 15, apenas si han sonado cohetes en
las fiestas. He investigado el asunto y, como es habitual, culpan a la
crisis. Dicen que el Ayuntamiento y la Hermanadad de los Santos han
tenido que recortar y lo ha hecho en los fuegos de artificio. Somos
muchos los que estamos agradecidos a la crisis en aras a la tranquilidad
ganada, sobre todo en los albores del alba. No todo va a ser negativo,
aunque mucho me temo que, llegado el día 19, con la quema de Daciano,
vuelvan a hacer acopio de cohetes y tracas para echar el resto en la
noche del 21.
Tras mi fugaz paso por la campiña jiennense donde, a
pesar de los pesares, he acabado cogiéndole el gusto a la monótona
rutina del Paseo y la Plaza los Coches, de la Cafetería, los Galleros y
El Chuchi, he vuelto a Sevilla y me da la impresión de que el tiempo de
ha detenido. El impasse de agosto supone un largo paréntesis en la
actividad de la capital andaluza, sobre todo porque la juez Mercedes Alaya sigue
de vacaciones y da un respiro a los políticos de la Junta que han
desaparecido del mapa. Porque hay que reconocer que la única que marca
la agenda poítica andaluza en estos momentos es Alaya. Ni Juan Ignacio Zoido ni Diego Falderas, sino la juez de los EREs. Tanto es así que el presidente, Pepe Griñán, se encuentra "missing" desde que decidió pasarle el testigo a su sucesora Susana Díaz. Lo de Griñán resulta curioso. Cuando heredó el cargo de Manuel Chaves,
en la primavera del 2010, tardó al menos seis meses en asumir la
responsabilidad de que era él quien mandaba en la Junta y en el PSOE-A y
no su antecesor. Otro año le costó organizar la administración y poner
orden en el aparato del partido y, como las encuestas le daban como
perdedor, nunca se creyó capaz de ejercer como tal. Cuando en marzo de
2012 logró hacerse con el poder sorpresivamente y gracias al apoyo de
sus socios de IULV-CA, parecía que lo hacía de manera provisional y los
hechos le han dado la razón. Agobiado por la trama de los EREs
fraudulentos, que ha pesado como una losa sobre su Gobierno y sobre su
propia persona, Griñán ha estado todo un año más pendiente de lo que ocurría en Madrid, en la Moncloa y en Ferraz, con Rajoy o Rubalcaba,
que lo que acontecía en el Palacio de San Telmo. De hecho las
decisiones más sonadas y polémicas del Ejecutivo que presidía se las han
apuntado sus socios de Gobierno como si él fuese un mero convidado de
piedra en la Mesa del Consejo. Alguien le ha apodado "Pepe el Cuchara", porque ni pincha ni corta.
En
fin, que quedan dos semanas de agosto que se pueden hacer
interminables, informativamente hablando. Menos mal que tenemos a
Picardo dando por culo y animando a los "llanitos" y a la Royal Navy a
declararnos la guerra. Ya era hora de que alguien le plantara cara a los
desmanes que los ministros principales del Peñón han estado cometiendo
en las aguas españolas durante muchas décadas, desde Sir Joshua Hassam a FabianPicardo, pasando por Adolfo Canepa, Joe Bossano y Peter Caruana.
Ni el cierre de la verja con Franco ni el buenisimo de Zapatero han
servido para nada. Los gibraltareños, arropados por los hijos de la Gran
Bretaña, siempre han hecho lo que le ha venido en gana evadiendo
capitales, haciendo "bunkering", apresando a pescadores españoles y
ampliando unilateralmente su territorio sin que la comunidad
internacional rechistara. Tampoco creo que los rigurosos controles
fronterizos actuales sirvan para algo, pero es evidente que el Gobierno
español no puede cruzarse de brazos mientras Picardo siembra la
bahía de bloque de hormigón. Ya veremos en qué acaba todo este lío. Me
acuerdo de una manifestación que, en época de la Dictadura franquista se
desarrolló ante la verja. Cientos de personas gritaban "Gibraltar
español" y "Queremos el Peñón", entre ellos un cojo. Alguien con toda la
guasa gaditana, le dijo: "Pepe, pisha, ¿y tú para qué quieres el Peñón
si no sabes ni andar por lo llano?.