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La furia teocrática

La furia teocrática

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 19 de agosto de 2013, 14:30h
Desde aquella primavera árabe, soñada ingenuamente por un occidente bobalicón, hasta este verano violento y sangriento, con cierre de embajadas y convulsiones políticas en el mundo islámico, no ha pasado mucho tiempo. Egipto y sus destronados Hermanos Musulmanes son un símbolo del error de interpretar como una lucha entre dictadura y democracia lo que era un combate entre teocracia y pluralismo. Esos Hermanos no tienen por tales más que a sus correligionarios y al resto de la población por primos mal avenidos y a sus mujeres por esclavas. Ellos modificaron sin consenso una Constitución, pusieron a un terrorista a gobernar Lúxor y prepararon a sus fieles para enfrentarse armados a las fuerzas del Estado. En Egipto, en Turquía, en Siria, en Libia, en Túnez, en Líbano, en Palestina, en Pakistán o en otras partes con tensiones menos explicitas, lo que hierve es la antítesis entre gobierno y desgobierno dentro de unos parámetros que nada tienen que ver con las convicciones y modales políticos del resto del mundo. Paradójicamente, en estos y aquellos lugares, los ejércitos son factores de modernización y seguridad y los clérigos factores de reacción y desmadre. El laicismo es en estos lugares un síntoma de libertad y la religión un cultivo del fanatismo. Solo desde la incomprensible ligereza de Obama se pueden dar pellizcos a un ejército que lucha por el orden y la seguridad de una nación que es clave de las fronteras con Israel y de las comunicaciones vitales por el Canal de Suez.
 
La irresponsable alegría con que se contempló cambiar seguridad por aventura, condenando mediáticamente a los antiguos dirigentes, resaltando sus corrupciones y abusos, como si los nuevos mandatarios trajesen vientos de juventud y de libertad, ha sido la superficial argumentación para vender un timo histórico. Fueron preferidos los peligrosos buenos enemigos a los discutibles malos amigos. Un criterio nada realista. Donde no hay base social cívica no se puede valorar la situación con apariencias electorales manipuladas con pasiones arcaicas, odios viscerales e iluminaciones proféticas. El paisaje se incendió entre gobierno y desgobierno o entre autoridad o anarquía. Entre los principios de gobierno considerados fundamentales por la civilización contemporánea es esencial la protección de los derechos de la diversidad cultural y religiosa y el fomento de la integración y cohesión social de las personas en régimen de igualdad jurídica. Donde se trata de imponer una subordinación doctrinal a una Cofradía dominante no puede olerse ningún aroma de primavera. No hay horizonte de gobernabilidad estable ni esperanza de equidad jurídica. La efectividad de gobierno se antepone a las pretensiones fundamentalistas. Poder trabajar, pensar, viajar, comerciar, son cosas más urgentes que confiar en la evolución mental de los intransigentes. Hay primaveras sin sonrisa en las que solo brotan flores de sangre. Los muertos a centenares, rebeldes y policías, son la consecuencia fatal de considerar una alternativa democrática la ocupación del poder por fundamentalistas iracundos. Una gran nación, depositaria de culturas milenarias, faraónicas, grecorromanas, cristianas, islámicas, con monumentos impresionantes, grandes museos, universidades prestigiosas, diplomacia influyente y prosperidad turística, se ve convertida en campamento para la lucha fratricida.
 
Lo fácil y engañoso es achacar la infamia a unas autoridades militares que no podían contemplar impasibles la destrucción de la convivencia interna de su país y que, como es frecuente, tardaron demasiado en intervenir con medidas extraordinarias. Los pasos graduales para mantener una convivencia sin grandes estragos había chocado con la ira de los fanáticos, empeñados en imponer su santa y exclusiva voluntad. Quemar iglesias y atacar a puestos de policía fueron los síntomas típicos de la barbarie. Los demócratas de plaza y tienda de campaña son así, cofradías iracundas, con pocas ideas y malas energías, dispuestos a sacrificarse en las calles por algo que se resolverá en los salones y que no contará para nada con los alborotadores ni con los muertos. Que Alá los tenga en su paraíso y el viento de la paz sople sobre las tierras del Nilo, haciendo flamear una bandera segura, sea quien sea aquel con fuerza y capacidad para mantenerla alzada.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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