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'Escribidme una carta...'

"Escribidme una carta..."

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
martes 17 de septiembre de 2013, 11:53h
"Escribidme una carta, señor cura -Ya sé para quien es- Sabéis porque una noche oscura- nos visteis juntos. ¿Pues?". Aquellos populares versos podían servir de prólogo a la carta de Rajoy a Artur Mas, después de conocidas las entrevistas secretas entre ambos. Pero, en este caso, el colaborador de Rajoy no sería un señor cura sino el gerente de un supermercado, a juzgar por la referencia al diálogo que "no tiene fecha de caducidad", giro más propio del comercio al detall que de la literatura política. Como, también, la referencia a que desatar los vínculos que unen Cataluña con el resto de España tendría "enormes costes", que es como decir que estaría algo subido de precio. Es decir, que es una carta prosaica y meliflua, aunque señala adecuadamente las líneas rojas que no pueden sobrepasarse.

Lo único misterioso de tan prudente epístola es porque se esperó para remitirla a que unos cientos de miles de ciudadanos -según los habituados a recontar hileras humanas- se dieran la mano cara al litoral mediterráneo para manifestar su deseo de decidir una separación sin contar con el resto de sus compatriotas. No debían ser supersticiosos quienes se vistieron de amarillo, color tenido por gafe desde que Moliere murió sobre un escenario vestido de esta guisa. Pero hay quien sospecha que la presencia de Joaquín Almunia en Barcelona, unos días después, es una de las primeras consecuencias de dicha gafancia. No se sabe que podía esperar Artur Mas del alarde de camisetas, que sumaría menos votos que los muy menguados que obtuvo en sus últimas elecciones. Ni se sabe porqué los movilizadores de la clientela separatista, los funcionarios de la burocracia regional, los pobres niños intoxicados, los "panolis" despistados e incapaces de calibrar el berenjenal en que se estaban metiendo y hasta algunas vacas emblematizadas en su lomo, esperaban del día después de la cadeneta en que conocerían por escrito lo único que se podía contestar a Mas que no se le hubiese dicho antes en los diálogos en la oscuridad.

A los organizadores de la cadeneta no se les ocurrió trazarla marcando las deseadas fronteras territoriales con España y Europa, fuera del espacio de Schengen, con sus aduaneros, sus policías y sus barreras de sube y baja, sino cara al "Mare Nostrum", de todos nosotros, aquél espacio azul por donde navegaba el pirata que cantaba aquello de "Allá batan feroz guerra fieros reyes -por un trozo más de tierra- que yo tengo aquí por mío- cuanto abarca el mar bravío-a quien nadie impuso leyes". Quizá pensasen que lo más urgente sería secuestrar las aguas jurisdiccionales españolas para que sus costas no pudieran ser controladas por una corbeta enviada desde Cartagena, como la que llevó a Blas de Lezo hasta Barcelona hace tres siglos. Nuestros cadenistas antes parecían gentes desorientadas de tierra adentro, en ropa interior, con amarillentas prendas del doctor Rasurel, que extranjeros en potencia. Pero no se les puede culpar a ellos del mal gusto indumentario de los diseñadores subvencionados del Agit-Prop separatista. Unos diseñaron la parafernalia publicitaria y otros pusieron su presencia corporal, que es lo más importante, para que lo aprecie como un éxito el ministro Margallo, al parecer más experto en cadenometría que en diplomacia.
 
El destinatario de la carta, Artur Mas, no se revistió con aquella ropa interior, aunque la llevase traicioneramente pegada a su piel. Probablemente es lo suficientemente perspicaz para presentir que las camisetas amarillas anuncian el principio de su fin. Si cumple como un señor honorable su doble compromiso de Presidente de un órgano constitucional y representante del Estado en un territorio, no convocando una consulta ilegal, perderá, sin duda, el complemento de votos de Esquerra Republicana que lo mantiene en el cargo, aunque sin aprobar el Presupuesto. Si incumple la legalidad y toma el camino de la sedición, incurrirá en la inhabilitación prevista en el artículo 155 de la Constitución. Si no hace ni una cosa ni otra y convoca elecciones, con la pretensión de interpretarlas a su gusto en clave plebiscitaria, sabe que perderá más votos de los que ya perdió en su última convocatoria y que será superado por los auténticos rupturistas, dispuestos a "estrellarse" con su estrella de cinco puntas. Una desastrosa gestión de gobierno y una administración en bancarrota es el bagaje que lleva sobre sus espaldas de perdedor anunciado. El sabe, o debe saber, que la realidad que ha evidenciado la pasada Diada no es un "clamor" popular sino el batiburrillo de una sociedad catalana más dividida y desorientada que nunca.  

Se dice que tanto socialistas como populares son responsables de cesiones ante los nacionalismos a cambio de apoyos parlamentarios coyunturales. Esto solo es cierto en parte. Con socialistas y populares, de ayer o de anteayer, los nacionalistas abusaron de sus escaños sin que nadie se decidiese a frenarlos con una reforma electoral que evitase dichos abusos. Pero, a cambio, aquellos nacionalistas de un soberanismo moderado o disimulado, contribuyeron a la estabilidad del gobierno de todos los españoles, sin tomar la vía radical de la sedición ni multiplicar las esperpénticas banderas esteladas. Ni Tarradellas, ni Jordi Pujol, ni Maragall, cuando "estaban en sus trece" se les ocurrió desbarrar como lo hace Artur Mas en tiempos de Rajoy. No es posible comparar las actuaciones de Felipe González o José María Aznar frente al Agit-Prop de Artur Mas, porque ellos no tuvieron en frente a un personaje de tan malas hechuras. El problema se le plantea a Rajoy cuando, precisamente, este no depende de los escaños nacionalistas para apuntalar su mayoría absoluta. Por ello no puede inhibirse ni acobardarse cuando se amenaza con subvertir las leyes supremas del Estado y está obligado a responder  todas las cartas, aunque lo haga con retraso y con flojedad. Pero su deber no es solo contestar cartas con estilo de gerente de supermercado sino promover un discurso alternativo en la batalla de las ideas.
 
Lo que hay que recordarle a este o a cualquier gobernante de un cuerpo político es que las naciones, como cualquier otro organismo vivo, no son un artefacto inerte y homogéneo que se mantiene automáticamente con simples invocaciones al legalismo. En el seno de todos los organismos vivos anidan y conviven gérmenes destructivos o corruptores que deben ser vencidos cada día por las defensas propias y activas capaces de compensar el equilibrio vital del conjunto. Sean elementos corrosivos, ávidos de descomponer el mapa ibérico, o elementos anárquicos ávidos de destrozar el sistema productivo y la economía de mercado, no podemos conformarnos con lamentar su existencia, porque siempre han existido y existirán, sino combatirlos y vencerlos, cumpliendo con el espíritu constitucional, con la herencia histórica y con un proyecto de futuro. La lealtad constitucional no es un deber demandable en una sola dirección. Tan concernidos están el presidente de una autonomía como el presidente del Gobierno de España a cumplir todos sus preceptos, tanto los artículos 1 y 2 como el artículo 155, de recomendable lectura. En este sentido, está en lo cierto Rajoy cuando menciona en su carta "la corresponsabilidad en las dos direcciones". La traición puede cometerse por acción o por omisión y no puede lavarse con el jabón ambiguo de los diálogos en la sombra.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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