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El estado del rumor

El estado del rumor

lunes 25 de noviembre de 2013, 12:35h
Cuando falta la información clara, veraz y, más que nada, fidedigna -digna de crédito--, florece siempre el rumor. Hay rumores para todos los gustos en torno al Gobierno, rodeado de silencios -no, no basta con que los ministros vayan a desayunos y almuerzos con medios informativos, aunque menos es nada--: demasiados encuentros secretos, demasiada confusión, excesivos desplantes a los periodistas. No hay sino que entrar un día al Congreso de los Diputados, situarse en el pasillo donde los informadores aguardan la entrada de Sus Señorías y comprobar cómo la mayoría de los parlamentarios entra, altiva, sin mirar siquiera a micrófonos y cámaras, excepto, claro, cuando les interesa. O llamar a determinados gabinetes de comunicación, en teoría encargados de canalizar las relaciones con los chicos de la prensa, pero sumidos tantas veces en el 'no sabe, no contesta'.
 
Es uno de los vicios tradicionales de la relación de la Administración con los administrados: del 'vuelva usted mañana' hemos pasado al 'mejor no vuelva nunca', porque todo te lo solucionan a través de Internet (lo que, como usted, amable lector, bien sabe, nunca es verdad) o porque basta con llamar a un teléfono de esos automáticos para que tus dudas queden solucionadas de inmediato (suele ocurrir todo lo contrario, eso sí, después de perder un considerable tiempo aguardando a que el teléfono en cuestión deje de comunicar). España es el país del 'no'. Y, cuando preguntas por las razones de ese 'no', la respuesta es siempre la misma, con dos disfraces: 'hombre, esto no se ha hecho nunca', te responden a cualquier propuesta. A veces, para variar, la contestación adquiere otra forma: 'hombre, esto siempre se ha hecho de este otro modo'. Así que nada.
 
Bueno, pues esa filosofía de falta de respeto al administrado es la que se impone también a las relaciones del informador con el informante. Y, así, en la España del 'no', los rumores surgen como hongos. Lo último que escuché en las últimas horas fueron una serie de especulaciones absurdas acerca de las 'verdaderas razones' de la suspensión del viaje del Príncipe a Brasil: nadie parecía creerse que se debía a una simple avería del avión. Y eso que hay que reconocer que la 'nueva' transparencia en La Zarzuela debería ser motivo de envidia para gobiernos, instituciones, políticos y hasta para no pocas empresas. Pero ya se ve que la confianza de los ciudadanos en sus representantes es perfectamente descriptible; demasiados años de maniobras orquestales en la oscuridad, supongo.

- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>
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