domingo 12 de enero de 2014, 14:48h
Está claro que
los periódicos y las televisiones tienen que hablar de lo que pasa.
Y lo que pasa es Cataluña y su camino a ninguna parte; el País
Vasco donde los demócratas del PNV se convierten en palmeros de los
proetarras; el debate sobre el aborto; la crisis económica, la
corrupción, o la imputación de la Infanta. Es normal. Pero apenas
se ocupan de un asunto que es el central para las personas: el
desempleo. Y si me apuran un poco, el desempleo de los más jóvenes,
un cáncer que si no se corrige acabará con todos los otros
problemas. No habrá futuro para nadie si no hay presente para
millones de jóvenes, para millones de familias que están al borde
del abismo. Es posible que Cataluña o el País Vasco abandonen sus
ideas independentistas cuando sus "líderes" tengan que reconocer
públicamente que no hay futuro fuera de España y de la Unión
Europea. Pero cuando eso se produzca, es posible que nos hayamos
cargado todo, porque el problema real es la falta de trabajo. Si
Rajoy, Rubalcaba, Más, Urkullu, Fernández Toxo, Méndez, Rosell y
los otros gobernantes dedicaran a promover políticas que creen
empleo la mitad del tiempo que dedican a defender o combatir otras
cuestiones, la desconfianza ciudadana en ellos se reduciría
sustancialmente. Y entonces sí que podríamos hablar de salida de la
crisis.
El 80 por ciento
de los jóvenes asume que dependerán de su familia en el futuro.
Casi todos ellos son conscientes de que su trabajo, si lo tienen,
será precario, temporal y con sueldos mucho más bajos que los que
perciben hoy los que tienen un empleo. Eso significa depender de
sueldos insuficientes para sobrevivir, de pensiones bajas, pero sobre
todo saber que no tienen futuro y que la sociedad que esos jóvenes
deberían estar construyendo será una sociedad mísera y cargada de
desigualdades.
Por eso, no sólo
hay que ponerse a facilitar las condiciones para que los
emprendedores puedan crear empleo, sino que hay que tomar medidas
para la reindustrialización de España, la única manera de poder
disponer de puestos de trabajo estables y sostenibles. El paro,
especialmente el juvenil, debería ser objeto de un Pacto de Estado
entre Gobierno, oposición, sindicatos y empresarios dejando a un
lado cualquier otra diferencia. Da la sensación de que el Gobierno
ignora a los representantes sociales y que éstos andan más
preocupados de los problemas de corrupción o de la lucha por el
poder que de los problemas sociales.
Es posible que
algunos asuntos, como el de Cataluña, puedan solucionarse dejando
pasar el tiempo, mirando para otro lado. Pero el problema del empleo
exige políticas activas en lugar de dejar al parado esperando el
subsidio y, cuando éste también se pierde, echando la carga sobre
la familia. Entre otras cosas porque ya hay millón y medio de
familias en las que nadie ingresa nada. Los políticos tienen que
buscar acuerdos y fórmulas que permitan que los jóvenes se
incorporen al mercado laboral. Por su propia dignidad y por la
dignidad de lo que todavía llamamos Estado de Derecho.