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Solemnizar lo obvio

Solemnizar lo obvio

martes 25 de febrero de 2014, 13:54h
Estamos tan acostumbrados a solemnizar lo obvio, que no viene de más recordar que el Debate del Estado de la Nación, junto al de presupuestos, son las dos citas estrella del parlamentarismo español, el momento del examen político y económico de cualquier gobierno desde la transición hasta hoy.

Mi perfil, como ahora se dice en este lenguaje tan peculiar que nos tratemos, es el típico del periodista parlamentario. He pasado en la Carrera de San Jerónimo más tiempo que en mi propia casa y aunque no hago bandera de la nostalgia lo cierto es que los momentos más brillantes o, tal vez, los más intensos en la historia de los 24 debates del Estado de la Nación fueron aquellos que marcaron el despertar a la democracia. Entonces los políticos era lo mejor de cada casa, el nivel de las intervenciones haría hoy palidecer a más de uno y por supuesto el cáncer de la corrupción no había hecho metástasis en todos los partidos.

Ahora casi todo es previsible, incluso es fácil adivinar -esta columna la comencé a escribir media hora antes de iniciarse el debate- que Mariano Rajoy sacará músculo en los temas económicos mientras el líder de la oposición querrá mojarle la oreja sobre las cuentas de la vieja y también en el tema de las libertades. Aunque ahora lo que se lleva, política y periodísticamente, es la ficción y que nada sea lo que parece, en la España real, la de los ciudadanos de carne y hueso, la realidad se sigue llamando paro y estrecheces, y la gente se sigue situando muy al margen del guirigay en el que parece instalada la clase política.


Hemos pasado de la España del rescate y, al borde del precipicio donde todo era en blanco y negro, a otra donde la palabra recuperación  se hace fuerte y la esperanza parece florecer ¡qué casualidad! en mayor medida cuando más cerca están las elecciones europeas. No seré yo quien niegue que se está produciendo un cambio de tendencia -tal como afirmó el Presidente del Gobierno al comienzo del debate, momento en que continúo escribiendo- pero todavía no me he encontrado a nadie que me diga que su horizonte ya ha cambiado en la vida cotidiana.

Dice el presidente que "hemos atravesado el cabo de Hornos" y que  él no reivindica el éxito del Gobierno, sino el de los españoles. Afirma que el esfuerzo ha merecido la pena y señala que el camino es correcto por lo que "hay que perseverar en esa dirección sin descanso". Ojalá acierte porque efectivamente el esfuerzo en situaciones así tiene que ser colectivo y deseo, sobre todo, que  acierte también cuando dice que le dará la vuelta a los cinco millones y medio de parados y ofrecerá a las familias españolas un estado de bienestar similar al que tuvimos hasta hace bien poco y ahora nos parece un sueño.


Pero más allá de las palabras están los hechos y lo que necesitamos son cosas tangibles y mucha actividad como esa que, por cierto, se ha producido estos días en Barcelona el llamado Mobile World Congress que, según dicen, mueve un negocio de cerca de cuatrocientos millones y genera 7.200 puestos de trabajo temporales en apenas cuatro días, lo que indica el potencial de un evento capaz de reunir a 1.800 compañías internacionales. Necesitamos una reforma impositiva cierta que favorezca la cohesión social de verdad y un estímulo también veraz a la contratación que haga descender la cifra de la vergüenza.


El estado de la nación es el que es y ni estamos para fuegos de artificio ni para agoreros de la nada. Necesitamos una buena ración de respuestas ciertas a los problemas del día a día y estamos tan hartos, tan cansados, tan hasta las narices del "y tú más" hueco e inservible, que al final se convierte en descrédito de quien lo utiliza, sea quien sea, y desesperanza para quien lo recibe que somos nosotros. Ojalá este debate, cuando se apaguen las cámaras y los focos, no se convierta en "sorbete de humo" que diría mi colega Camacho porque estamos a un tris, pero a un tris, de tirar la toalla y si lo hacemos las urnas se vaciaran de votos lo cual no conduce a nada salvo a una democracia anémica que se desangra poco a poco.
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