viernes 13 de junio de 2014, 14:28h
Vamos por partes
porque cuanta más naturalidad se quiere da las cosas que no parecen del todo
naturales, más se complica el asunto. Y nada de lo sucedido en estas últimas
semanas era demasiado previsible: ni el resultado de las elecciones europeas,
ni el cada vez más espectacular desparrame del PSOE, ni la abdicación de Juan
Carlos I y todo lo que conlleva semejante decisión. Salvo el arbitraje del
japonés en el primer encuentro del mundial, todo es raro, raro, raro.
De las europeas está ya casi todo dicho aunque
queda la segunda parte, la que no nos compete directamente sino como parte de
la Unión; me refiero a los caprichos de la Gran Bretaña que no quiere ni ver a Juncker al frente del
invento. Si finalmente los líderes europeos optan por prescindir de él, podrían
provocar una situación complicada -como ya ha dicho Almunia- con la Eurocámara,
que ha amenazado con vetar a cualquier candidato tapado.
Sobre lo que he
calificado como "desparrame" del PSOE -sin ninguna acritud, en plan más bien
literario- uno no termina de ver la luz por ningún sitio. A ver, que todos los
que se presentan y aun puedan presentarse merecen, faltaría más, el mayor de
los respetos, pero habrá que reconocer que no parecen formar parte del equipo
titular, que son/eran más de banquillo aunque estoy seguro que muy bien
preparados. Pero como alguien ha escrito con una cierta mala baba, sus
biografías políticas y vitales cabrían en un twitter y aun sobrarían
caracteres. Y si la deseada Susana se ha salido de esta carrera, por algo será,
que en esta guerra lo peor que puede ocurrir es una victoria pírrica. ¿Habrá
tapados de última hora? Una cosa tengo
clara: que no se va a echar de menos a Zapatero (¿quién era Zapatero antes del
congreso que le ganó a Bono) y sí es posible que se añore a Rubalcaba. El
tiempo dirá.
Y llegamos así a
la noticia madre de todas las noticias: don Juan Carlos I, Rey de España, a los
dos meses de "dispar cualquier dudad sobre una posible abdicación" -según se
escribía entonces, lo que disipa de un plumazo es su continuidad cogiendo con
el pie cambiado a unos, a otros y a los demás: ni las fuerzas políticas ni los
que se encargan de las alfombras del Congreso sabían nada de nada. Y pese a que
se nos quiere vender que la decisión se tomó a primeros de año, no hay quién
compre esa idea porque andan todos de cabeza cada uno en lo suyo: solucionando
lo del aforamiento, reponiendo los tapices o convocando marchas pidiendo no
tanto una república como la vuelta de la Segunda República con toda su
iconografía y fervor.
Han sido -y aun
nos queda- tiempos de sacar la sillica a la puerta y contemplar cómo pasa la
vida que es mucho más apasionante que contar nubes. ¿Y por qué no va el Rey a
la ceremonia de proclamación de su hijo? Lo de no robar el protagonismo, no
tiene sentido o al menos no lo entiende nadie. Al contrario. Pero este país es
así y o lo quieres de entrada y lo aceptas y tratas de cambiarlo un poco con
paciencia, o te das de baja a la voz de ya.