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A modo de anécdotas

A modo de anécdotas

lunes 11 de agosto de 2014, 20:13h
"Eso de que los americanos han sido los primeros en pisar la luna es mentira. Ni Amstrong, ni Aldrich ni Collins. Dos años antes a la luna ya había llegado un arjonero. Se llamaba Paquito Rivas y se tragó entera la luna de Tejidos Gangas al fallarle los frenos de la bicicleta por la cuesta de Teniente Ochando. Al llegar a la Confitería de Campos hizo un quiebro para tratar de parar y salió volando hasta estamparse en el escaparate". Te lo contaba él mismo con el cuerpo magullado por los cortes, un brazo quebrado, muerto de risa y orgulloso de ser el protagonista de la reunión. Como lo era Frasquito el Porcunés cada vez que se entablaba una guerrilla entre las diversas bandas, Santa María contra El Llano, y que, tras algún contusionado por una pedrada, acababa con el enfrentamiento directo de los jefes en el que siempre ganaba Frasquito.

Yo, como Felipe González, también me saqué el carnet de la OJE. Debo tenerlo guardado por simple curiosidad en algún cajón de mis casa. Tendría once o doce años y, como comprenderán, a mí lo de la Falange me la traía al fresco, pero, claro, entonces en Arjona no había  ni un lugar donde jugar gratis al ping-pong, al ajedrez o al dominó como no fuese la sede de la Organización fundada por José Antonio Primo de Rivera que estaba cerca del actual bar de Matalauva. En contra de los que algunos piensan, allí nadie se ocupaba de adoctrinar a nadie. Íbamos, echábamos nuestras partidas y punto y pelota. Cómo sería que hasta conseguimos que nos dieran unas lonas para hacer con ellas una tienda de campaña bastante cutre con la que nos fuimos una semana a Benidorm. Por cierto que la tienda en cuestión llamó especialmente la atención en el camping, siendo bautizada por nuestros vecinos de acampada con el apelativo de "la tienda de los moros".

Hablando de moros, les dije que había un lugar en Arjona que siempre me ha llamado la atención desde pequeño que es la Cueva de los Moros. En realidad es una oquedad en un barranco en la falda norte de la colina donde se asienta el pueblo. Contaban que era una cueva que se comunicaba por un pasadizo con el Alcázar de Santa María y más concretamente con el Aljibe árabe, y por la que huyeron los árabe cuando la conquista de Arjona por Fernando III. Pese a mi interés, nunca conseguí pisarla y ello alentó mi imaginación sobre el lugar soñando que en su interior se podría encontrar hasta un tesoro. Que yo sepa, el único tesoro que algunos hallaron fueron algunas flechas de yeso cristalizado que poco tenían que ver con las saetas de los guerreros de Alhamar.

No se me olvidará una visita que los alumnos de la Academia Virgen de los Dolores hicimos al lugar, concretamente a un solar que había sobre la citada cueva. Mientras uno de los profesores explicaba algo sobre el tema, alguien lanzó una piedra al aire que golpeó sobre la cabeza de éste- Ni que decir tiene que el director, don Manuel Álvarez Tendero, montó en cólera y nos hizo regresar a todos a la Academia donde comenzó a interrogar uno a uno para averiguar quién había sido el autor del atentado. Ante la negativa comenzó el reparto de leña dejando claro que de allí no se movía nadie hasta que no apareciera el culpable. No recuerdo qué ocurrió al final. Creo que, por esta vez, no hubo delator alguno, pero lo que no se me olvida es el acojono de todos hasta que decidieron desistir.Otro de los lugares de reunión de entonces era la sala de juegos del Casino de Arriba. Allí había varios expertos en billar que se hacían de oro con los palillos de las 41. Entre ellos mi amigo Antonio Quesada que era todo un experto en el manejo del taco y de las bolas. No había quien se le resistiera. No se jugaba muchos, pero con cualquier partida ganada te podías embolsar diez o doce duros que te solucionaban varios vermuts en el Kiosco de Cuesta, algún que otro celta corto y hasta un biscúter de El Alcázar en El Molusco de Bernabé Carrero con los exquisitos pastelillos de Paz, un montilla en Paquillo o un tinto con las tiritas de lomo en el bar de Domingo.

Bueno, señores, con este artículo despido mi serie arjonera de agosto sin haber caído demasiado en la crítica a los políticos que es lo mío. Mi señora me volverá a repetir que me he acatetado durante estos quince días de estancia en Arjona y yo me volveré a Sevilla a escribir sobre los EREs fraudulentos de la Junta, sobre las chorizadas de los cursos de formación y sobre el "bluff" de Susanita Díaz. Como dijo MacArthur, el año que viene, por estas mismas fechas, "volveré". Hasta entonces que sean muy felices y que disfruten de las Fiestasantos que ahora comienzan. Y como arjonero, para no ser menos, y como se repite estos días en la Novena, "pues sois nuestros protectores, Bonoso Y Maximiano, sienta este pueblos cristiano, vuestras gracias y favores".
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