No es, como decía el centinela
Marcelo en el Hamlet de
Shakespeare,
que algo huela a podrido. En Dinamarca puede que sí, pero aquí en esta
penosa España de finales del 2014, casi todo huele tan a podrido como la
basura de un contenedor en pleno mes de agosto en Sevilla. Rasques
donde rasques, mires donde mires, aparece una cohorte de chorizos que se
lo han llevado impunemente calentito durante los últimos años mientras
la mitad del pueblo español perdía su trabajo, se quedaba en el paro y
hacía verdaderos sacrificios para sobrevivir a la puñetera crisis. Ahora
raro es el día en el que no nos levantamos con una operación de la
Policía o la Guardia Civil en la que son detenidos una docena de prendas
que han cobrado comisiones o se han lucrado ilegalmente del puesto que
ocupaban. Y lo peor de ese aluvión de corruptos es que no pertenece sólo
a un partido político o a una organización sindical sino al amplio
espectro de todo aquel que haya tenido alguna responsabilidad de
gobierno o una oportunidad de trincar, aunque solo fuese en un pueblo de
quinientos habitantes o en un negociado de chichinabo de cualquier
municipio, consejería o ministerio.
La corrupción política en España ya no es cosa "de cuatro chorizos aprovechados", como decía
Manuel Chaves,
sino algo trasversal y tan amplio que afecta a partidos, sindicatos,
empresarios y hasta a organizaciones sociales de ámbitos tan lejanos a
la política como es el deporte o la cultura. Y no me vale eso que tanto
repiten en las tertulias de que la inmensa mayoría de la clase política
española es mayoritariamente honrada, (estaría bueno que no fuese así)
porque cada día me cuesta más trabajo creerlo. Si reunimos en un único
listado todos los casos de corrupción ocurridos en las diecisiete
comunidades españolas durante solamente la última década y los nombres y
apellidos de los imputados en los cientos de escándalos descubiertos
por la Justicia, nos sale una guía telefónica casi tan amplia como la de
mi provincia de nacimiento, Jaén. Así que eso de que los pringaos en el
tsunami de la corrupción española son sólo "tres o cuatro chorizos" va a
ser que no, don Manuel, porque visto lo visto, el que esté libre de
pecado que tire la primera piedra. Mejorando lo presente, claro.
Uno se acuerda de los años 80 del pasado siglo, la época de
Juan Guerra, del Caso Ollero, de Filesa, de Malesa, de
Mariano Rubio o
Luis Roldán y, desde la distancia temporal, comprende ahora que aquellas chapuzas que le costaron la Presidencia del Gobierno a
Felipe González eran
un mero juego de niños si las comparamos con los actuales escándalos de
los EREs, los cursos de formación, las facturas falsas, las tarjetas
negras o las comisiones millonarias. Puede que todo sea un puro reflejo
de lo que es la sociedad española de principios del siglo XXI en la que
hasta el más tonto hace relojes, tiene dinero negro, hace chapuzas,
oculta el IVA y defrauda a Hacienda. Me da la impresión que se han
perdido tanto los papeles y los valores que los escasos políticos que no
han robado es porque no han tenido la oportunidad para hacerlo.
Por
eso no entiendo como los principales partidos del actual espectro
político, PP y PSOE, siguen enrocados en mirarse el ombligo, hacerse los
sordos y culparse mutuamente del desastre mientras los ciudadanos
comienzan a darse e baja del clásico bipartidismo que ha regido la
política nacional en los últimos cuarenta años. No sólo eso, sino que
sus dirigentes se ocupan con sus nefastas declaraciones de avivar la
llama del desencanto. El PSOE no puede ahora romper las negociaciones
con el PP sobre el pacto anticorrupción por mera estrategia electoral.
Como tampoco entiendo que con la que está cayendo en Andalucía, la Junta
trate por todos los medios de apartar a la juez
Alaya de
la investigación sobre los falsos cursos de formación para evitar que
ésta pueda algún día llamar a capítulo a la superpresidenta
Susana Díaz.Los
dos, socialistas y populares, deberían de hacer examen de conciencia,
limpiar sus cloacas para no dejar ni una sola cucaracha y empezar de
nuevo, aseados y recién duchados, para recuperar la confianza perdida.
Si yo fuese el menda de la coleta,
Pablo Iglesias, estaría haciéndole la ola a
Mariano Rajoy y a
Pedro "Zapatero" Sánchez.
No hace falta que acuda a la Sexta a vender su película demagógica y
barata en tertulias y entrevistas. Le basta con quedarse sentado en su
casa viendo apaciblemente como socialistas y populares se destrozan
mutuamente mientras los jueces enchironan a docenas de sus dirigentes
corruptos. ¿Que Podemos se ha convertido ya en la segunda fuerza
política de esta país? No me extraña. Lo raro es que, tal y como se
vienen sucediendo los acontecimientos, en las próximas elecciones no
gane con una amplia mayoría absoluta.
Lea Andalucía Crítica>>