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Realidades y pompas de jabón

Realidades y pompas de jabón

lunes 17 de noviembre de 2014, 09:50h
Se cumplen en esta semana los tres años de las últimas elecciones generales que auparon al PP y a su líder, Mariano Rajoy al Gobierno. Entramos pues en el cuarto y último año de mandato de uno de los presidentes más cuestionados de los últimos años, sólo superado por la unanimidad sobre su (mala) gestión que concitaba su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero. No solo lo han criticado desde el bando de la oposición, que sería lo lógico sino, y lo que es peor, desde su propio partido. A Rajoy le han dado palos desde la derecha, por no afrontar medidas conservadoras que prometió en su programa electoral como la modificación de la Ley del Aborto, a la izquierda por sus recortes y subidas de impuestos; desde los funcionarios. por congelarles la paga y reducir sus días libres, a sus propios votantes por diversos asuntos de corrupción política como lo de Bárcenas, el Caso Gürtell, la Operación Púnica o las tarjetas negras de Caja Madrid, y desde las clases medias, sufridoras de buena parte de los sacrificios de la crisis, a las menos pudientes por flagrantes injusticias bancarias como los desahucios o las preferentes. Y por último, unos y otros por no afrontar con medidas más severas y radicales el reto del pseudoreferendum que le ha planteado la Generaltat de Artur Mas. Vamos que ha sido una especie de punching ball donde golpeaba con toda su mala leche todo aquel que sufría el descalabro originado por la puñetera crisis.

A Rajoy rara ha sido la semana en la que tirios y troyanos no le han puesto a caer de un burro pidiéndole su dimisión bien por su inacción bien por no estar de acuerdo con sus medidas. Desde Pedro Jota Ramírez a Federico Jiménez Losantos y por supuesto casi todos los tertulianos de la Cuatro, la Sexta, Tele 5 y la SER cuya unanimidad para que el presidente del PP disolviese las Cortes y convocara elecciones adelantadas ha sido francamente sospechosa. Incluso dentro de su propio partido, dirigentes como Esperanza Aguirre, Gallardón o la propia Maria Dolores de Cospedal se han encargado de poner piedrecitas entre las ruedas del Goiberno para jugar sus bazas y colocarse en un buen puesto de salida.

Sin embargo y pese a que el panorama aún no se ha despejado y queda mucho camino por recorrer, hay que reconocer que nada tiene que ver la España de noviembre de 2011 que recibió Rajoy con la de estos momentos. Entonces estábamos a punto de ser intervenidos, la bolsa estaba en mínimos, la prima de riesgo se acercaba a los 600 puntos y la cola de parados que se apuntaban al INEM parecía no tener fin. Hoy, sin embargo, el paro ha disminuido aunque no todo lo que debía, la dichosa prima está en 130 puntos, la bolsa supera los diez mil y solo falta que llegue de los bancos el dinero de los créditos para que vuelva la confianza al consumidor. No estamos en Jauja, pero tampoco en las puertas del Infierno al que nos había llevado la inconsciencia de Zapàtero. El hecho de que España haya sido puesta como ejemplo de recuperación en la Cumbre del G20 en Brisbane da una somera idea de lo que hemos tenido que sufrir en los tres últimos años. Y, se quiera o no, Rajoy tiene mucha culpa de esta recuperación. Esa, de momento, es una realidad incuestionable por más críticas que se le hagan.

Mientras tanto, los nuevos líderes del principal partido de la oposición, el PSOE, siguen aún mareando la perdiz del federalismo simétrico o asimétrico y vendiendo humo y pompas de jabón como si eso fuese lo que de verdad le importa a los españoles.Un partido que en este mismo tiempo ha tenido dos líderes, Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Zapatero Sánchez, y que todavía no sabemos y será éste último o Susana Díaz quien se presente a la elecciones de dentro de un año. Un partido que ha perdido su espacio natural en favor del radicalismo neobolivariano de Podemos y que puede que se vea forzado a pactar con Pablo Iglesias.

Nos queda por lo tanto un año para comprobar cómo se decanta finalmente el electorado, si opta por el seguro del conservadurismo del PP y la recuperación económica o por el riesgo de esa fuerza radical de Podemos que podría conducirnos a una nueva recesión. Por medio, en Primavera, hay una cita electoral para las municipales y algunas autonómicas, que va a ser clave en la evolución que comienza a detectarse en la sociedad actual. Estaremos atentos a  la jugada.
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