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Prohibido hablar de política en Navidad

Prohibido hablar de política en Navidad

jueves 25 de diciembre de 2014, 15:19h
Cada año nos hacemos el mismo propósito: prohibido hablar de política o de asuntos familiares espinosos durante la cena de Nochebuena. Por fin este lo hemos conseguido. Ni una palabra sobre la crisis, sobre Rajoy, sobre Pedro Sánchez o sobre la irrupción de Podemos y sus consecuencias. Resultado, lo hemos pasado bomba. No porque la política no nos interese que nos interesa y mucho a todos cuantos estábamos alrededor de la mesa, sino porque a veces suele ser la excusa que utiliza algún miembro de la familia para evitar que salgan a relucir otros temas más sensibles como puede ser la separación de un hijo, el abandono de los estudios por parte de otro, convencido como está de que llegara a ser el gran capitán de las finanzas.

El cambio de tercio no ha sido fácil, es más, yo diría que llevamos años intentando que una velada tan especial no se convirtiera en un programa de debate al más puro estilo "Al rojo vivo". Y sin embargo, pese al empeño que poníamos porque todo saliera bien, al final, a la mínima de cambio, saltaban chispas, con el consiguiente enfado de algunos de los invitados. Por eso este año nos confabulamos para evitar que eso ocurriera. ¿Cómo? El remedio es sencillo: desde primera hora empezamos a poner música de todos los tiempos, elegida ex profeso para una noche especial,  con la que todos se sintieran identificados de una u otra manera y que iba desde Serrat a Sabina, o de Shakira a Pilar Jurado. Todo con tal de relajar la tensión que se respira en Navidad.

Ya en la mesa la anfitriona, Brenda Bassett, una amiga entrañable, les contaba a sus nueras los secretos de una buena cocina, que había heredado de su madre y su abuela. Una conversación a la que pronto se unieron los hombres, interesados como están ahora por todo lo que tenga que ver con la igualdad. Terminado el momento cocina, pasamos al de los viajes. Lugares que hemos visitado o que nos gustaría visitar, incluso en los que nos gustaría vivir en un futuro. En este asunto hubo diversidad de opiniones pues mientras los más jóvenes se inclinaban mayoritariamente por los Estados Unidos, Los Angeles o San Francisco, los maduritos -desgraciadamente los mayores ya no están-, lo hacíamos por alguna playa donde luzca el sol durante la mayor parte del año.

Durante los postres se impuso hablar de los recuerdos que cada uno tenía de estas fiestas. Curiosamente todos, sin excepción, los asociaban a lo más parecido con la felicidad, lo que me obligó a remover en mi memoria y comprobar que efectivamente, por más que diga que las odio, al final todos los recuerdos que tengo de ellas son entrañables: las Nochebuenas porque era cuando nos reuníamos todos los primos (hasta un total de 24) los tíos, los abuelos, los padres y algún vecino que andaba suelto... Y los Reyes Magos porque nunca vi a mis padres más felices que cuando al amanecer saltaban de la cama para llevarme donde estaban los juguetes.... Escenas que no volverán a repetirse, pero que son las que nos obligan a seguir celebrando unas fiestas que empiezan a estar llenas de nostalgia pero también de alegría al ver como las nuevas generaciones siguen celebrando de la misma manera que sus mayores la Nochebuena y la Navidad.
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