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Dos falsos debates

Dos falsos debates

miércoles 14 de enero de 2015, 15:46h
La limitación silenciosa o abierta de los derechos de los ciudadanos, decidida por las mayorías absolutas o pactadas con otros, no son  nunca una buena noticia ni tampoco una buena idea. Cuando se producen sucesos como el de la matanza de Paris, el 11-M o el 11-S, inmediatamente surgen voces que ponen sobre la mesa la necesidad de limitar la libertad para garantizar la seguridad. Volver a cerrar las fronteras o aumentar, sin control judicial, la intervención de las comunicaciones telefónicas, controlar las redes sociales o poder "retener" sin garantías a ciudadanos sospechosos por su raza o su procedencia, son siempre tentaciones inmediatas de los gobernantes, incluso de los democráticos. Y hay muchos ciudadanos que, inmediatamente, "compran" la propuesta. ¿Por qué no si se trata de evitar que nos maten intencionada o indiscriminadamente? ¿Por qué no sufrir pequeñas molestias en los aeropuertos o en las estaciones, por qué no dejar que miren nuestros correos si no nos enteramos, por qué no dejar que espíen nuestros mensajes en las redes sociales...? ¿Por qué no dejar que detengan a alguien... si no somos nosotros? 

Los Estados tienen suficientes instrumentos, a veces demasiados instrumentos, para conocer la vida y milagros de casi todos nosotros. A través de Hacienda, a través de decenas de mecanismos donde queda registrado lo que comemos, lo que compramos, con quién hablamos, donde viajamos... Y luego están los servicios de información oficiales... Hay cosas que la técnica pone en manos de quien debe tenerlas, pero también en manos de desaprensivos. Pero darle cobertura legal al espionaje indiscriminado, limitar las libertades que tanto cuestan para obtener una seguridad que nadie puede garantizar, es  un riesgo difícilmente asumible. Y un falso debate. Los Estados deben garantizar nuestra seguridad pero no a costa de limitar las libertades sin que un juez decida que es necesario hacerlo o en casos realmente excepcionales. Cuesta demasiado conseguir la libertad para dejarla en manos de cualquiera.  

Las libertades son un camino en el que no se debe nunca retroceder. Otra cosa es que la libertad permita amparar todo. Defiendo la libertad de expresión, sobre todo de los que tienen creencias diferentes a las mías. Pero la libertad no debe ser nunca faltar al respeto, insultar innecesariamente las creencias de nadie, imponer lo que es políticamente correcto y lo que no lo es, ridiculizar a nadie. Tampoco hacerlo selectivamente: sí a unos, no a otros que son más poderosos. El número extraordinario de Charlie Hebdo que acaba de salir a la venta lleva un titular sobre la manifestación del domingo que dice "Más gente con Charlie que en misa". ¿Es gracioso, era necesario? ¿Hay alguna frontera entre el humor y el insulto gratuito, es necesario que el humor o un artículo sean deliberadamente ofensivos para grupos religiosos o sociales? Insisto, hay que defender la libertad de expresión sin límites, pero las ideas diferentes de los demás merecen el mismo respeto. La intolerancia es también un ataque a la libertad.
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