martes 03 de marzo de 2015, 08:03h
Escribía don Francisco de Quevedo aquella letrilla
satírica a la que le puso música Paco Ibáñez y que decía: "Pues
amarga la verdad, quiero echarla de la boca, y si al alma su hiel toca,
esconderla es necedad". Y llevaba razón, vaya que si la llevaba. Estoy
convencido de que uno de los grandes males que afectan a todos los partidos del
ámbito político español es el miedo al líder. Desde el PP a Podemos pasando por
el PSOE, Izquierda Unida, CíU, PNV, Ciudadanos, UPyD, Vox y todo el amplio
espectro de fuerzas que luchan por conseguir el poder, todos tienen en común
ese respeto casi divino hacia el líder supremo, un respeto tan maniqueo y falaz
que casi siempre va en perjuicio de la misma persona a quien se quiere
proteger. ¿Alguien cree que se actúa de buena forma cuando algún asesor no es
capaz de decirle a Mariano Rajoy, a Pedro Sánchez, a Susana
Díaz, a Juanma Moreno o al que se ponga a tiro que se está
equivocando porque piensa que no es bueno llevarle la contraria al jefe? Por
extraño que parezca eso ocurre muchas veces y en muchas ocasiones, no sé si por
puro miedo a perder el puesto de trabajo o por simple respeto. Aquellos que
rodean y arropan al líder, aquellos asesores encargados de escribirle los
discursos, de proporcionarle titulares, de preparar sus intervenciones
públicas, de facilitarle datos y cifras, callan como mudos cuando éste mete la
pata y no son capaces de decirle claramente que se ha equivocado. Es algo
inaudito y deberían de ser los propios líderes quienes se proveyeran de sus
"pepitos grillos" para que éstos les indicasen cuando, donde y en qué
se equivocan. Que lo hacen en demasiadas ocasiones.
Solo así se evitarían meteduras de pata como la que acaba de anunciar la
presidenta de la Junta y candidata socialista, Susana Díaz, quien
propone ahora en su programa, cuando sus predecesores y una docena de ex
compañeros del Consejo de Gobierno están imputados por el Supremo y por el TSJA
por el fraude de los EREs, crear ¡¡¡asómbrense!!!, una oficina contra el fraude
y la corrupción si gana las elecciones del día 22, claro. Vamos que durante
todo este tiempo que ha gobernado y pese a que lleva un año asegurando a tirios
y troyanos que va a combatir a los corruptos, "estén donde estén y caiga
quien caiga", no ha tenido tiempo de poner en marcha algún mecanismo que
evite que sus compañeros sigan trincando del bote. No me digan más. Ya sé a
quien va a colocar al frente de la oficina en cuestión, a su portavoz en la
Camara andaluza, Mario Jiménez, que es quien más ha demostrado su
peloteo público hacia Supersusana. Aunque también podría recuperar a un
vieja gloria borbollista y a falta de un buen Gaspar Zarrías podría
tirar de otro de la cuerda como Manolopezzi, experto en telenovelas
americanas, en Segundas Modernizaciones y en hacer el ridículo envolviéndose en
la bandera andaluza en el Pleno del Congreso de los Diputados.
Esta semana entramos en la primera de las campañas que vamos a tener que
soportar esta Primavera. Mientras unos y otros presentan sus programas y
multiplican sus mítines con o sin apoyo de las figuras nacionales, los
andaluces seguimos preguntándonos qué será de nuestro futuro a partir del día
22. Porque por más indecisos que estemos parece cada día más claro que si Supersusana
quiere gobernar, no va a tener más remedio que pactar con la tal Teresa
Rodríguez y entonces sí que se va a ver un numerito en San Telmo. Claro
que, a lo peor, es que su estrategia final para darle por saco a Pedro
Zapatero Sánchez, era esa de pactar con Podemos y dejarlo colgado de la
brocha. De la ambición trianera me lo espero casi todo.