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Lo que Rajoy no hará y los demás esperan

Lo que Rajoy no hará y los demás esperan

martes 24 de marzo de 2015, 17:25h
Si yo fuera Mariano Rajoy, que no lo soy, y tuviera la experiencia política del presidente del Gobierno, que no tengo, haría exactamente lo mismo que tal parece que va a hacer el líder del Partido Popular: no hacer ningún cambio en el Ejecutivo hasta después de las elecciones de finales de mayo. ¿ Pata qué vamos a quemar en las urnas municipales y autonómicas a unos nuevos ministros cuando de afrontar las decisivas elecciones generales se trata?. No toca cambiar a Cristobal Montoro, centro de todas las críticas por sus aprestadas tuercas fiscales y menos cuando se discute sobre el bufete que montara hace una década;  ni a Luis de Guindos que mantiene sus aspiraciones a presidir el Eurogrupo en competencia con el holandés de apellido impronunciable. Y si no toca mover a las dos figuras del gobierno, con permiso de la vicepresidenta, para qué va a poner en cuestión a la titular de Fomento, fiel entre los fieles, o al de Exteriores, que es capaz de saltar al campo de los medios informativos para hacer de defensa escoba.

No, el presidente Rajoy no va a mover el sillón a nadie de los que cada viernes se sientan a su alrededor en el palacio de La Moncloa. Los tiempos son suyos y no espera que nadie se salga de la foto por propia voluntad salvo Esperanza Aguirre, pero la lideresa madrileña tiene bula hasta el 24 de mayo, luego se verá, como se verá el destino de los presidentes autonómicos del partido que se ausentaron del cónclave de Genova tras el desastre de Andalucia y no logren ganar y gobernar en sus respectivos territorios. La paciencia del registrador gallego en excedencia es tan larga como los habanos que gusta fumar en la discreción obligada de la lucha contra el tabaquismo.

Los ministros pueden estar tranquilos. En junio se verá lo que ha pasado en trece Comunidades y en esos ocho mil y pico municipios que existen en España. Y será entonces, con los datos en la mano de cuanto se ha perdido y cuanto se ha mantenido que Mariano Rajoy tome la decisión de enviar los motoristas con las cartas de cese. Es lo que haría yo, pero no soy el presidente del Gobierno, ni el presidente del PP, ni tengo su ritmo cardiaco, su flema céltica, su capacidad de silencios, y desde luego no he conseguido el mayor poder que un político democrático haya tenido nunca en este país nuestro.

Si a mi me presionaran los míos y los del dinero para cambiar ahora y evitar el "desastre" que me auguran para dentro de dos meses a manos de unos " jovenzuelos"  como Pedro Sanchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y demás compaña, les recordaría las palabras de Ignacio de Loyola sobre los tiempos de tribulación y las desaconsejadas mudanzas dirigidas a los jesuitas y que tanto provecho han proporcionado a la Orden eclesiástica. Puede, añadiría yo, pero insisto en que no soy Rajoy, ni tengo su experiencia en el poder, ni tengo que lidiar cada día con las ambiciones y miedos de unos cuantos miles de ministros, secretarios de estado, presidentes autonómicos, alcaldes, parlamentarios, dirigentes del partido y sus respectivas familias y amigos, que las elecciones de mayo sean un nuevo castigo a las políticas de austeridad pero están por jugar, y que en Andalucia se ha premiado al poder, el que no tenía el PP pero que sí tiene en la mayor parte de España, y que ese voto conservador pertenece por derecho propio a las siglas populares.

Si yo fuera Mariano Rajoy, que no lo soy, y quisiera volver a ganar mis propias elecciones y no salir por la puerta falsa a las primeras de cambio, mantendría mi propio calendario, que no es el de los otros; mantendría a mi tripulación hasta pasar el Cabo de Hornos del 24 de mayo. Y además exigiría a las tripulaciones del resto de las naves de la flota alada de la gaviota abroquelar las velas frente al viento de proa, resistir en cubierta y pelear con el cuchillo en la boca como hacían los corsarios. Nada de deserciones, ni de murmuraciones de viejas, ni de conspiraciones de salón.

Es posible que el presidente del Gobierno, que no soy yo, haga justo lo contrario y cambie a sus ministros y hasta meta en cintura a la simpar Esperanza, pero si lo hace dejará de ser Mariano Rajoy y habrá que preguntar a los edecanes del palacio de La Moncloa por el paradero del hombre que el 27 de marzo se dispone a cumplir sesenta años y que ha recorrido todos los niveles de la pirámide del poder desde que abriera los ojos en la estudiantil y peregrina Santiago de Compostela.
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