El mejor Antonio Vega

Tiene todavía para dar y tomar. Las siglas de esa estúpida enfermedad que lo atrapó no pueden acabar todavía con alguien que se muestra tan frágil pero tan poderoso. Y poderoso es su poder de convocatoria. Es salir las entradas a la venta y agotarse. Pero lo mejor es el público. Tan diferente unos de otros. Tan pronto te pide fuego un macarra como te pisa un pijo que se sabe al dedillo todas sus canciones. Lo mismo digo para las edades. Se supone que son de la época de los ochenta cuando los que entonces andaban por la veintena pisaban las calles de Madrid, pero qué va, la chica de ayer cruza todos los tiempos y fronteras y juro que se la he oído cantar a niños de cinco años.

El concierto del sábado fue, como siempre, sublime. Escaso en tiempo, no llegó a la hora y media, pero tendremos que perdonárselo. Es verdad que Antonio no parece tener la energía de su primo Nacho pero tampoco nos importa demasiado, la verdad. Cantó las canciones de siempre, mezcladas con alguna novedad. Da igual, haga lo que haga, gusta. Desde todas partes le gritaban maestro. Ya tiene mérito porque es palabra que, salvo en los toros y a veces ni por esas, apenas usa el público. Y es que Antonio llega al escenario y lo llena de sentimiento. Escuchas sus canciones y el cuerpo se te pone de otra manera. Sus canciones son un bálsamo para calmar cualquier herida, especialmente si ésta la ha producido una decepción. Yo no sé si es necesario sufrir tanto para componer también pero si es así, Antonio, lo tuyo ha tenido que ser un verdadero calvario.  Es un auténtico poeta, que además toca muy bien la guitarra.

Por favor, Antonio, vuelve a actuar pronto. Y gracias por existir.