La fe del converso

   Nada tan patético como la fe del converso. En ella anida la   hinchazón de quien necesita hacerse perdonar su origen o su adscripción a otro credo (o idea política) ajena a su nueva fe  o militancia. El caso del actual presidente de la "Generalitat" de Cataluña, el cordobés José Montilla, es paradigmático. Andaluz  de nacimiento y durante años socialista ajeno a la religión nacionalista, así que se ha convertido en inquilino del "Palau San Jordi" ha empezado a emitir en la longitud de onda que caracteriza a los nacionalistas de los partidos burgueses catalanes.

   "Si decimos que somos (sic) una nación y lo recoge el Estatuto, no es por casualidad", ha dicho este fin de semana en una entrevista en la que parece haber olvidado que Cataluña forma parte de España y se lamenta por no "tener aliados en España".

   Habla Montilla del nuevo "Estatut" aprobado el año pasado, pero olvida decir que en la consulta participaron menos de la mitad de los catalanes y que un tercio de quienes votaron dijeron que no estaban de acuerdo. Es decir, que dos de cada tres ciudadanos catalanes, "pasan" del "Estatuto" y de aquellos políticos que se ciegan con sus obsesiones "identitarias" en lugar de consagrar sus energías a resolver los problemas reales de Cataluña: sanidad deficiente, inseguridad ciudadana creciente, traslado de empresas a otros lugares de España, el nivel más alto de fracaso escolar de todo el Estado,  el caos de los transportes públicos... De ésto no habla el  presidente Montilla. Éste caballero andaluz, converso al catalanismo político, de lo que habla es de lo que llama el "desapego" entre Cataluña-España". Así suena la fe del converso.

Vivir para ver.