lunes 04 de mayo de 2015, 10:14h
La
Santísima Trinidad es un concepto complejo de la teología católica. Tres
personas y un solo Dios. Pero la malísima trinidad era la clave de Podemos
-Iglesias, Errejón y el purgado triunviro Monedero- tres personas y una sola
antipolítica. Era una trinidad malísima porque, como las brujas que imaginó
Shakespeare para asesorar a Macbeth, su salmodia repite: "Lo bueno es malo y
ahora lo malo es bueno". La transición democrática, los políticos con
experiencia, los pactos y consensos, la seguridad jurídica, son cosas malas.
Pero Nicolás Maduro, su asesorado y lord protector, es bueno, con sus
opositores encarcelados, sus milicias represoras y sus relaciones
internacionales antioccidentales. Para él y para ellos, la política es como una
guerra en la que todos sus adversarios son una casta perversa y ellos los
únicos redentores posibles, actuando como "quinta columna", es decir, ya dentro
de la casta, excepto el purgado Monedero.
Escribía
el clásico Carl von Clausewitz que la guerra era la continuación de la política
por otros medios. Lo que, quizá, sea trágicamente cierto. Pero la política no
es la continuación de la guerra por otros medios. La política es la concordia
que olvida la guerra y permite la convivencia pacífica de distintas
alternativas de gobierno. La política es una estructura de paz y, cuando esta
estructura se derrumba, es cuando surge la guerra como continuación de la
política por otros medios. Nada acerca más a los pueblos a la guerra que la división
radical en buenos y malos, "gente y casta", tal y como plantean sus propuestas
injuriosas y rencorosas estos alevines de la vieja política de la lucha de
clases que se sirven de cualquier clase de descontento popular para ponerlo al
servicio de un marxismo camuflado de socialismo nórdico.
Frente
a aquella malísima trinidad aparece la santa compaña de Ciudadanos, dispuesta a
echar una mano al que se tercie, según sea la aritmética de los resultados.
Estos no son malísimos, sino pegadizos, como la música de las coplas. Una de
sus curiosas propuestas es la de subir el IVA del pan y bajar el IVA de la
cultura. Me recuerda como, en tiempos lejanos, en Galicia contaban, para
zaherir a los habitantes de la noble villa de Betanzos, que un alcalde se dirigió
al vecindario en improvisado referéndum, para preguntarles: "Betanceiros qué
queréis, que suba el pan y que baje el vino o que suba el vino y que baje el
pan" Los betanceiros contestaban unánimemente: "que suba el pan y que baje el
vino". Los críticos contra la bella población del Mandeo deducían de la
respuesta que los de Betanzos eran mayoritariamente borrachos. Pero el origen
de la elección es que, en la provincia coruñesa, Betanzos era la zona
productora de vino, al que ensalzó hiperbólicamente Álvaro Cunqueiro, y les
interesaba más vender bien su producto, con lo que dispondrían de dinero
suficiente para comprar su pan, aunque el pan subiese algunos céntimos de
patacón. Pero no es este el caso de los electores actuales que, probablemente,
están más interesados en que los productos básicos se mantengan asequibles a
que mejoren las subvenciones a los eventos culturales. Porque sigue vigente el
tradicional lema de que con las cosas de comer no se juega. En esto, como en criticar al tren de alta
velocidad esperado en tantos territorios, demuestra una tendencia a un
caprichoso arbitrismo que da la impresión de no estar en lo que hay que estar,
en unas elecciones municipales, sino en el limbo donde permanecen las almas
inocentes según los teóricos del más allá. Remata el diagnóstico pretender la
eliminación de organismos locales, lo que convertiría a sus candidaturas en
verdugos potenciales de las corporaciones en que pretenden ingresar. Y como
partido con pretensiones de captación juvenil, se les ocurre anunciar a las
jóvenes generaciones que tendrán que pagar más por heredar los bienes de sus
padres. Esta santa compañía, a la que todos desean comprender afectuosamente,
principalmente por su meritoria españolidad en Cataluña, parece empeñada en
programar contra sí misma, para teorizar sobre cómo consigue perjudicar más a
sus potenciales electores.
Entre
la malísima trinidad y la "santa compaña", ambas sin la mínima capacidad propia
de gobierno, los partidos tradicionales tienen que ir pensando en elegir los
cirineos que les ayuden a llevar la cruz de merecida penitencia que les auguran
los electores cabreados. Más vale que vayan pensando, cara a las elecciones
generales, en regenerarse, reciclarse y renovarse, para recuperar su antiguo
protagonismo. Porque, con estos extraños puntales, no van a consolidar
alternativas de gobierno estables, que es lo que conviene a España, sino que
van a topar con lo que se encuentra "quien con niños se acuesta...". No son
exactamente niños los priostes de estas formaciones ocasionales -que no tienen
contextura interna de partido- pero sí parecen afectados de infantilismo
político.
Los
analistas especulan con las opciones de pactos o con la "malísima" o con la
"santa". La expectativa pactista es un asunto a considerar, según las
matemáticas la hagan viable, entre gigantes -PP y PSOE- y cabezudos, pero crece
la confusión en el interior de los nuevos partidos. Entre las direcciones
nacionales de estos neopartidos, más interesados en mantener pura su identidad
cara a las futuras elecciones generales, y sus improvisadas candidaturas de
lance, llenas de tránsfugas y novatos, ávidos de colocaciones locales a
cualquier precio y tentados a fundirse en confusas amalgamas, con tal de
sustituir al PP en las canonjías municipales; aunque ello provoque
corporaciones pluripartitas insostenibles que desprestigien sus propuestas
regeneracionistas; hay dos puntos de vista contrapuestos. Más vale pájaro en
mano que ciento volando, dice cada aspirante a concejal en busca de colocación,
mientras sus emergentes líderes quieren conservar sus virginidades para las
metas de la alta política nacional e internacional. Los fundadores de los
neopartidos quieren cambiar la historia, pero sus seguidores preferirían pisar
moquetas usadas. Estos son los bueyes con que deberán arar quienes tengan que
cultivar el campo de los pactos para gobernar. Si la providencia no lo remedia,
no van a pactar con otros partidos políticos. Van a pactar entre la política y
el marketing.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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Comentarios
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37468 | RESISTENCIA ANTIESPAÑOLA - 04/05/2015 @ 13:18:16 (GMT+1)
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