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Pactar con el marketing

Pactar con el marketing

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 04 de mayo de 2015, 10:14h
            La Santísima Trinidad es un concepto complejo de la teología católica. Tres personas y un solo Dios. Pero la malísima trinidad era la clave de Podemos -Iglesias, Errejón y el purgado triunviro Monedero- tres personas y una sola antipolítica. Era una trinidad malísima porque, como las brujas que imaginó Shakespeare para asesorar a Macbeth, su salmodia repite: "Lo bueno es malo y ahora lo malo es bueno". La transición democrática, los políticos con experiencia, los pactos y consensos, la seguridad jurídica, son cosas malas. Pero Nicolás Maduro, su asesorado y lord protector, es bueno, con sus opositores encarcelados, sus milicias represoras y sus relaciones internacionales antioccidentales. Para él y para ellos, la política es como una guerra en la que todos sus adversarios son una casta perversa y ellos los únicos redentores posibles, actuando como "quinta columna", es decir, ya dentro de la casta, excepto el purgado Monedero.
 
            Escribía el clásico Carl von Clausewitz que la guerra era la continuación de la política por otros medios. Lo que, quizá, sea trágicamente cierto. Pero la política no es la continuación de la guerra por otros medios. La política es la concordia que olvida la guerra y permite la convivencia pacífica de distintas alternativas de gobierno. La política es una estructura de paz y, cuando esta estructura se derrumba, es cuando surge la guerra como continuación de la política por otros medios. Nada acerca más a los pueblos a la guerra que la división radical en buenos y malos, "gente y casta", tal y como plantean sus propuestas injuriosas y rencorosas estos alevines de la vieja política de la lucha de clases que se sirven de cualquier clase de descontento popular para ponerlo al servicio de un marxismo camuflado de socialismo nórdico.
 
            Frente a aquella malísima trinidad aparece la santa compaña de Ciudadanos, dispuesta a echar una mano al que se tercie, según sea la aritmética de los resultados. Estos no son malísimos, sino pegadizos, como la música de las coplas. Una de sus curiosas propuestas es la de subir el IVA del pan y bajar el IVA de la cultura. Me recuerda como, en tiempos lejanos, en Galicia contaban, para zaherir a los habitantes de la noble villa de Betanzos, que un alcalde se dirigió al vecindario en improvisado referéndum, para preguntarles: "Betanceiros qué queréis, que suba el pan y que baje el vino o que suba el vino y que baje el pan" Los betanceiros contestaban unánimemente: "que suba el pan y que baje el vino". Los críticos contra la bella población del Mandeo deducían de la respuesta que los de Betanzos eran mayoritariamente borrachos. Pero el origen de la elección es que, en la provincia coruñesa, Betanzos era la zona productora de vino, al que ensalzó hiperbólicamente Álvaro Cunqueiro, y les interesaba más vender bien su producto, con lo que dispondrían de dinero suficiente para comprar su pan, aunque el pan subiese algunos céntimos de patacón. Pero no es este el caso de los electores actuales que, probablemente, están más interesados en que los productos básicos se mantengan asequibles a que mejoren las subvenciones a los eventos culturales. Porque sigue vigente el tradicional lema de que con las cosas de comer no se juega.  En esto, como en criticar al tren de alta velocidad esperado en tantos territorios, demuestra una tendencia a un caprichoso arbitrismo que da la impresión de no estar en lo que hay que estar, en unas elecciones municipales, sino en el limbo donde permanecen las almas inocentes según los teóricos del más allá. Remata el diagnóstico pretender la eliminación de organismos locales, lo que convertiría a sus candidaturas en verdugos potenciales de las corporaciones en que pretenden ingresar. Y como partido con pretensiones de captación juvenil, se les ocurre anunciar a las jóvenes generaciones que tendrán que pagar más por heredar los bienes de sus padres. Esta santa compañía, a la que todos desean comprender afectuosamente, principalmente por su meritoria españolidad en Cataluña, parece empeñada en programar contra sí misma, para teorizar sobre cómo consigue perjudicar más a sus potenciales electores.
 
            Entre la malísima trinidad y la "santa compaña", ambas sin la mínima capacidad propia de gobierno, los partidos tradicionales tienen que ir pensando en elegir los cirineos que les ayuden a llevar la cruz de merecida penitencia que les auguran los electores cabreados. Más vale que vayan pensando, cara a las elecciones generales, en regenerarse, reciclarse y renovarse, para recuperar su antiguo protagonismo. Porque, con estos extraños puntales, no van a consolidar alternativas de gobierno estables, que es lo que conviene a España, sino que van a topar con lo que se encuentra "quien con niños se acuesta...". No son exactamente niños los priostes de estas formaciones ocasionales -que no tienen contextura interna de partido- pero sí parecen afectados de infantilismo político.
 
            Los analistas especulan con las opciones de pactos o con la "malísima" o con la "santa". La expectativa pactista es un asunto a considerar, según las matemáticas la hagan viable, entre gigantes -PP y PSOE- y cabezudos, pero crece la confusión en el interior de los nuevos partidos. Entre las direcciones nacionales de estos neopartidos, más interesados en mantener pura su identidad cara a las futuras elecciones generales, y sus improvisadas candidaturas de lance, llenas de tránsfugas y novatos, ávidos de colocaciones locales a cualquier precio y tentados a fundirse en confusas amalgamas, con tal de sustituir al PP en las canonjías municipales; aunque ello provoque corporaciones pluripartitas insostenibles que desprestigien sus propuestas regeneracionistas; hay dos puntos de vista contrapuestos. Más vale pájaro en mano que ciento volando, dice cada aspirante a concejal en busca de colocación, mientras sus emergentes líderes quieren conservar sus virginidades para las metas de la alta política nacional e internacional. Los fundadores de los neopartidos quieren cambiar la historia, pero sus seguidores preferirían pisar moquetas usadas. Estos son los bueyes con que deberán arar quienes tengan que cultivar el campo de los pactos para gobernar. Si la providencia no lo remedia, no van a pactar con otros partidos políticos. Van a pactar entre la política y el marketing.
 

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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