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Pero ¿va a hacer crisis de Gobierno o no?

jueves 25 de junio de 2015, 10:22h

Como diría alguno de mis maestros, no se hablaba de otra cosa en algunas tomas de posesión, como la de Cristina Cifuentes en la presidencia de la Comunidad de Madrid este jueves, que de la crisis o no crisis de Gobierno. Claro, como este viernes se celebra Consejo de Ministros, todo era preguntarse si esa gran incógnita llamada Mariano Rajoy cambiará o no, y cuándo, y cuánto, la composición de su Ejecutivo. He consultado el tema con alguna fuente monclovita y me dicen que total, para lo que queda de Legislatura, para qué introducir caras nuevas en el elenco ministerial, para qué sustituir a alguno declarándole ‘quemado’ cuando ya apenas van a poder tramitarse leyes en el Congreso, más allá de los Presupuestos, cuya tramitación puede que se agilice unos meses.

O sea, que, si nos atenemos al comprobado escaso gusto de Rajoy por los cambios, ni siquiera el titular de Educación, José Ignacio Wert, quien parece que está pidiendo a gritos un permiso permanente para marcharse a París, donde su futura esposa ha encontrado un buen acomodo en la OCDE, va a ver cumplidos sus deseos de relevo. Y consta que no es Wert el único ministro que se siente agotado tras más de tres años y medio de dura brega en todos los campos: al Gobierno de Rajoy se le podrán achacar muchas cosas, lo mismo que al propio presidente, pero no el no haber trabajado, incluyendo en materia educativa y social, para cambiar algo, tampoco mucho, algunas cosas, tampoco muchas por lo demás.

Los comentaristas, y me parece que los españoles en general, nos pirramos por el Cambio, así, como mayúscula. Yo soy uno de los convencidos de que hay mucho que transformar –legislación, administraciones y, sobre todo, mentalidades sobre cómo gobernar—antes de urgir el cambio de rostros. Pero ocurre que el ciudadano de a pie se muestra aburrido: casi cuatro años viendo las mismas caras en los mismos puestos oficiales, diciendo las mismas cosas, es algo que produce hartazgo. Luego llegaron las elecciones de hace un mes –solo hace un mes, y cuánta agua ha pasado bajo los puentes—y hubo una revolución en los despachos municipales y autonómicos. La escena política se llenó de gente nueva, con hambre de balón, y de debates de cierta trascendencia sobre cómo hay que abrir las ventanas para que entre aire fresco.

Pues eso: que no digo yo que cambiar a uno o dos ministros sea una verdadera apertura de ventanas. Pero tratar de batir el record de mantenimiento de un Gobierno quemado es, desde luego, un cierre hermético de cualquier salida al exterior. A menos, claro, que lo que te sugieren desde Moncloa sea que los consejos al presidente para que adelante las elecciones a septiembre, haciéndolas coincidir con las catalanas, van a tener más éxito que otras presiones que se han ejercido sobre Rajoy. Yo diría que hay muchas señales sobrevolando los encapotados cielos políticos. Pero, sobre todas esas señales, la incertidumbre, sabiendo que ni siquiera es la cuestión fundamental: ¿va a cambiar a algún ministro o no?


- Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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