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La socialización del lujo

martes 13 de octubre de 2015, 08:38h

El Hotel Ritz, uno de los estandartes más claros del lujo en Madrid no aceptó hasta el verano del pasado año 2014 que los hombres pudieran acceder a sus salones y dependencias sin corbata. Pablo Iglesias, el Eurodiputado y líder de Podemos fue la avanzadilla -digamos social-,de la medida, ya quepisó la moqueta del lujoso hotel, uno de los símbolos de ‘la casta’ que denuncia en su discurso, para dar una conferencia -por supuesto, sin corbata-, un mes antes de que la dirección del establecimiento decidiera generalizar el acceso al común de los mortales a sus dependencias, sin necesidad de ir ataviado con la tan incómoda como generalizada prenda masculina. La noticia me impactó de tal manera que hasta la fecha -más de un año después-, no he podido reaccionar como la cosa merece porque el hecho tiene un significado sociológico y antropológico de tal calado que -digo yo- merece al menos un comentario que pueda ayudarnos a todos a situarnos frente a la efeméride.

Vecino del Museo del Prado y del Museo Thyssen-Bornemisza, el Ritz abrió sus puertas el 2 de octubre de 1910 para traer el glamour a la capital española, y hasta más de un siglo después, como digo, no se atrevió a dar un paso de tanto calado en sus rigidísimas costumbres como el de permitir el acceso a sus instalacionesde clientes sincorbata, o la entrada de mascotas, para las que dispone en las habitaciones de cojines, comederos e incluso sillones para que se sientan tan mimadas como sus dueños.

Del sentimiento trágico de la vida

Bien mirado, no sé hasta qué punto gestos como esos acercarán el icónico hotel madrileño a los vecinos de la capital que, en su inmensa mayoría, siguen teniendo que resolver el terrible dilema de utilizar su salario mileurista para pasar una sola noche de ensueño en alguna de las lujosas habitaciones del establecimiento, o tener que seguir haciendo frente a la necesidad de dar de comer a sus dos hijos, retrasar un mes más el pago del piso al casero y llenar a principios de mes el frigorífico con las ofertas de Mercadona o de Día.

Entre tanto, mientras el ciudadano madrileño medio resuelve su dilema, a la vera del Paseo del Prado y entre el Museo del mismo nombre, la Bolsa de valores y la fuente que aloja al dios Neptuno, las ventanas del hotel Ritz de Madrid seguirán contemplando las avalanchas de turistas y nacionales para acceder al Museo del Prado, el bucólico paso de las estaciones meteorológicas en los árboles del cercano Retiro, las apasionadas, aunque vulgares, celebraciones de la hinchada atlética en la vecina plaza de Neptuno, o los trompazos de brókers y desesperados tras un mal paso en la Bolsa, en cualquiera de sus cada vez más frecuentes agitadas sesiones.

Estarás conmigo, no obstante, que entre cómodos divanes, alfombras persas y lámparas de cristal de La Granja y suculentos desayunos diarios, la vida es menos trágica. Y, si uno no puede permitirse el lujo de pernoctar allí ni siquiera una noche, puede, al menos, soñar con traspasar su puerta giratoria sin llevar, más o menos cómodamente enlazada al cuello una corbata, y, por poco más de 30 euros, darse el placer de sentarse en su terraza a la británica hora del té aparentando estar enfrascado en la lectura de las columnas del ‘Financial Times’, ‘The Economist’ o del ‘New York Times’, aparentando que no había podido terminar en el desayuno, levantar distraídamente la vista del diario para recalar en el escote de vértigo de la señora que acaba de entrar y que se ha situado tres mesas más allá; o en las piernas culturalmente esculpidas de la camarera o el camarero de turno; o en el tupé magistralmente construido del afamado cantante de rock que esa misma noche tendrá su hora de gloria madrileña con actuación incluida en el Palacio de los Deportes.

Tan variopinta fauna, a partir de ahora, observará poco a poco que, aunque la inmensa mayoría de los varones seguirán acudiendo a sus salones, surcarán su hall y traspasarán la rotatoria puerta de entrada, con el escudo protector de la corbata, habrá también muchos otros que la han abandonado, aunque el resto de su indumentaria posiblemente sea una colección andante de prendas de marcas de lujo. Esto ya no es lo que era. Necesito urgentemente unas vacaciones, aunque sea en un hotelillo de dos o tres estrellas de la Costa del Sol, para intentar digerir el contratiempo. Creo que de esta no salgo ya…

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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