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Y en esto, salió Mariano, y mandó parar, y…

sábado 31 de octubre de 2015, 10:25h

Salió Rajoy vestido de verde esperanza y quizá acabó allí con las esperanzas de alguno que pensaba en el sillón de La Moncloa: el presidente y aspirante a lo mismo, que ahora hasta sonríe ocasionalmente a los periodistas en directo, proclamó, tras haber sido anfitrión de Pedro Sánchez, de Albert Rivera y de Pablo Iglesias, que a él le toca ‘liderar’ la respuesta del Estado al desafío secesionista concretado a comienzos de esta semana ante el Parlament. Y los medios, y la plaza entera, parece, algo increíble en estas tierras, que le han creído.

Ha sido una buena semana para Rajoy, aunque no lo haya sido, merced a ese anuncio de ir hacia la independencia de Cataluña por parte de Junts y la CUP, para los españoles en general. Y ha sido una buena semana para él porque de pronto los ciudadanos le han visto, parece, como posible solución de algunos de los males patrios, y no como el problema; porque ha comprobado cómo la oposición desfilaba encantada por el palacio en el que él es anfitrión y se ponía a su disposición para llegar a un pacto territorial; porque algunas encuestas le hablan de la recuperación de su partido, y quizá algo –algo-- hasta de su imagen personal. Y, claro, ha sido una buena semana porque ha sido capaz de virar ciento ochenta grados sobre sus posiciones obviamente erradas.

Los comentaristas hablan de un ‘pacto a tres’ del que queda fuera Podemos, aunque no excesivamente fuera. Hubiese sido ya la cuadratura del círculo que Pablo Iglesias se hubiese presentado en el atril de Moncloa vestido con chaqueta, corbata y zapatos de charol y se hubiese declarado democristiano; al menos, el líder de Podemos, que expresó puntos de vista a mi juicio razonables, en el tono poco razonable de quien se dice estar en un ‘bunker’ que a él le gustaría, y mucho, okupar, dijo alto y claro que está en contra de la declaración independentista que Junts pel Sí y la CUP quisieran hacer el próximo día 9-n en el Parlament. Es todo un avance ante la falta de claridad que caracterizaba a Podemos y, sobre todo, a sus aliados en según dónde. Así que Iglesias viajó a Moncloa en plan mitinero y de turista provocador, de selfie; Rivera casi en plan presidente alternativo y, el día anterior, Sánchez en plan…¿en qué plan fue Pedro Sánchez a La Moncloa?

La pregunta tiene más interés del que pueda parecer a primera vista. No sé si Sánchez se está dejando arrebatar el título de líder de la oposición por un Rivera que solo cuenta con él mismo, con del obvio encanto de Albert Rivera, y con su ego –tiene que tenerlo un político--, para encandilar las encuestas. El Sánchez que, equivocadamente a mi juicio, va proclamando por jamás pactará ni con el PP ni con Bildu, fue el primero en pactar esta semana tácitamente el liderazgo de Rajoy ante la crisis; de hecho, hasta pactó la foto retocada, épica, que La Moncloa distribuyó tras el encuentro, y aceptó el silencio al salir del palacio, no como Rivera, Iglesias –que protagonizaron su buen tiempo de ‘tele’ en la sala de prensa de La Moncloa—o la propia Susana Díaz, que cada día parece perfilarse más como la lideresa nacional que nunca ha desmentido del todo querer ser. Alguna vez he dicho que no sé quién diablos planifica la comunicación y las absurdas agendas de correcaminos de Sánchez, que le impiden detenerse a pensar y analizar la situación: me sigue pareciendo una figura estimable, capaz de alzarse con el gobierno de España en alianza vaya-usted- a- saber-con-quién, pero me temo que cada vez menos gente lo piensa.

En este primer set, Sánchez ha caído ante Rajoy. Los dos, como se ve, han virado el rumbo. Uno, renunciando a la soledad del mando inmovilista, y abrazando el liderazgo colectivo: ojalá aparezcan los cuatro ante La Moncloa de puertas abiertas (ahora) para fotografiar la unidad frente a los mentecatos. Otro, asumiendo que habrá que pactar, y no poco, con ese PP tiznado por los Gürtel, los Bárcenas y lo que hasta ahora era reticencia al cambio, y ya parece que es dinámica. Y, a todo esto, Rivera, en la silla elevada del árbitro. E Iglesias, de recogepelotas-tocapelotas, que también son necesarios. Porque, en el fondo, todos ellos tienen que comprender que el partido no se juega entre ellos mismos –a ver cómo organizan los debates electorales--, sino a cuatro contra los que están enfrente de la red: Artur Mas, protagonizando broncas en su propio Govern, algunos de cuyos consellers ya no pueden más ante las demasías de la CUP; la propia CUP, que a saber en qué cree que va a parar esto; y luego, tenistas como la señora Forcadell, de quien todo se puede decir excepto que sea una política solvente…Así, el ‘affaire Pujol’, que avergüenza por igual a los catalanes independentistas y a los que no lo son, se ha convertido, curioso, casi en un epifenómeno, en un decorado de la política catalana: pelillos a la mar, que lo que importa es el futuro.

Un análisis de la reacción de los pensadores catalanes más solventes y de algunos de los más mediáticos ante la deriva puesta en marcha por Mas y la camarilla que, sin embargo, ganó las elecciones del pasado 27 de septiembre arroja conclusiones curiosas: todos saben que el molt honorable president no podrá volver a serlo, todos intuyen que lo de la independencia quedará como un fuego de artificio, pero que conseguirá, al menos, la celebración de ese referéndum aún tabú, y que intuyen que perderá el secesionismo. O, si no, que habrá nuevas elecciones, en las que el resultado sería muy diferente al del 27-S: quienes votaron a Junts pel Si como una forma de darle una patada en las espinillas a Rajoy, ya saben que han jugado con fuego cuprífero. Y todos, todos, reconocen que Junts y la CUP están dando muchos puntos para la victoria electoral a un Rajoy que hace un par de semanas se juzgaría amortizado y que ahora parece, cual Ave Fénix a la gallega, renacer para la batalla. Y menuda batalla de cincuenta días le/nos espera.

- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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