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Cuando una paloma vuelve a su nido

jueves 26 de noviembre de 2015, 09:38h
Al decir en el título “cuando la paloma vuelve a su nido”, estamos intentando expresar lo que de emotivo puede significar que la Academia de Bellas Artes vuelva al lugar donde nació, aunque sólo sea por el breve tiempo que ocupe su precioso salón de actos otrora capilla del convento de Santa Ana, en el que se llevará a cabo el acto de recepción de una nueva Académica.
Rosalina Aguado, profesora de Historia del Arte en el centro de enseñanza que nos acogerá para la celebración del acto académico, ha sido elegida recientemente Académica de Número en la Real de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, y pronunciará su discurso de ingreso a la Real Institución toledana, en el salón de actos de la Escuela de Arte el jueves 26 de noviembre a las 19 horas, al que quedan todos invitados.
Y el discurso de contestación será pronunciado por quien estas breves líneas escribe. La directora de la Escuela de Arte, doña Sagrario Martín-Caro, nos recibió en su despacho a Rosalina Aguado y a mí con los brazos abiertos y, cuando le transmitimos nuestra idea, la acogió con júbilo; sólo nos pidió que le enviara una carta el actual director de la Academia de Bellas Artes, don Roberto Jiménez Silva, solicitando lo que nosotros queríamos.
Como es sabido, la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, se fundó hace un siglo en unas tertulias que, profesores y amantes del arte y de la historia celebraban en la entonces llamada Escuela de Artes y Oficios Artísticos. La vinculación con ambas instituciones toledanas de la nueva académica y de quien la recibirá, este humilde servidor, es la siguiente: El bisabuelo de Rosalina, el célebre pintor Matías Moreno, fue el primer director de la Escuela de Artes.
Sus abuelos, Sebastián Aguado y Maria Luisa Villalba, fueron profesores de la Escuela, así como su padre José Aguado Villalba, que fue mi querido compañero y amigo en el referido centro de enseñanza. En cuanto a la Real Academia de Bellas Artes, el abuelo de Rosalina, Sebastián Aguado, fue uno de los cofundadores en aquellas tertulias y llegó a ser director de la Academia, y su padre, José Aguado, un destacado académico durante 32 años que ostentó los cargos de arqueólogo y de vicesecretario.
El que estas líneas escribe, fue profesor de la Escuela durante cuarenta años, donde alternó sus enseñanzas con los cargos de subdirector y depositario contador. Y es miembro de Numero de la Real Academia desde hace también otros cuarenta, donde ha desempeñado algunos cargos entre ellos el de director.
Puede el lector imaginar el gozo de ambos al haber conseguido la aceptación para el acto de recepción por los dos directores actuales, doña Sagrario Martín-Caro y don Roberto Jiménez Silva.
Rosalina y yo, sentimos cómo nos invadía la emoción al pisar de nuevo el bello salón, recordando que después de capilla de Santa Ana, ha sido aula de ebanistería y de talla en madera, pero que pudo muy haber sido uno de los lugares donde celebraban sus tertulias aquellos hombres que fundaron la Academia de Bellas Artes hace ya casi cien años.
Y nos recreamos en el onírico vuelo de la paloma que vuelve a su nido después de un siglo.
Félix del Valle y Díaz
Miembro la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas
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