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La cara B de la vida

lunes 07 de diciembre de 2015, 09:23h

La vida es bella, sí. Pero también es dura. Cuando algo hiere nuestra sensibilidad no basta, sencillamente, con mirar hacia otro lado. En otras palabras, que no nos paramos demasiado a escuchar lo que antes era la Cara B del Long Play o disco grande de vinilo, lo que en la vida es la parte -si no siempre negativa- menos amable de ciertos actos que, desde luego, llevan siempre aparejada esa cara b. Hablo, por ejemplo, de independizarse del seno familiar llegada cierta edad, ser padre, adoptar o acoger a un hijo, tener una mascota, o tantas y tantas otras cosas que, efectivamente, son buenas en sí mismas, pero también llevan consigo una parte negativa o, al menos, menos buena, que no conviene olvidar.

Hace muy poco tiempo me estremecieron unas palabras de Fernando Savater que decía sentirse abatido, derrotado, tras la muerte de Sara Torres, su mujer, después de más de 35 años de convivencia (“… ahora mi vida es comer, dormir y llorar”). Es muy duro, durísimo. Tengo unos cuantos amigos en su misma circunstancia y, la que yo creo que aún es peor, la de haber sobrevivido a sus hijos, y que, sin embargo, han tenido que buscar la fórmula de seguir viviendo con una entereza y una dignidad tan ejemplares como sobrecogedoras.

Mal gusto

Hablamos con demasiada frecuencia e intensidad del placer que comporta tal y cual cosa. Está muy bien, hay que hacerlo, pero no está demás, tampoco, pararse de vez en cuando y reflexionar acerca de la parte negativa que también comporta el hecho de vivir. ¿Por qué, por ejemplo, en nuestra sociedad, está tan mal visto hablar de la muerte, pero en serio, algo más allá del bodrio este pseudo halloween que tenemos que padecer todos los primeros de noviembre de los últimos años? Esa es una moda que parece haberse instalado ya definitivamente en este país que, sin embargo, no hace otro tanto con otras celebraciones como el “Día de acción de gracias”, una fiesta con un más hondo calado familiar, social y personal. Las cosas serias no parecen ir muy bien con nuestra última idiosincrasia, ¡qué le vamos a hacer!

La vida y la muerte son dos caras de una misma moneda. Hablar de vida es hablar de muerte. Nadie sobre la superficie de la tierra-animal, vegetal o cosa-, vivirá eternamente, hasta el final de los tiempos -si es que llegan-. Esa es una verdad como un templo que, sin embargo, es tema políticamente incorrecto, cuando no tabú entre nosotros, salvo que queramos ser tildados de agoreros, pesimistas y aguafiestas, en el mejor de los casos.

En la vida hay luces, sombras, manías, dóndes, cómos, porqués. Todos ellos conforman un contexto y cerrar los ojos ante cualquiera de esos aspectos no modifica lo esencial, la vida. Sencillamente nos hace más débiles, más insensatos, más inmaduros, menos hombres y menos mujeres, en el sentido más humano de la palabra. Hay que escuchar también la cara B para poder juzgar el disco entero.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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