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Mensajes brutos y netos, que no es lo mismo

domingo 13 de diciembre de 2015, 12:40h

Llegamos, algo agotados, me parece, a la última semana de la campaña electoral más larga de la Historia –comenzó, siendo conservadores, hace dos años--. Llegamos, con muchas preguntas no contestadas, a la última de una serie de importantes confrontaciones electorales. Mucha gente se pregunta y nos pregunta: ¿qué diablos va a ocurrir?. Yo también he hecho, sin mucho resultado, es la verdad, mi maratón de preguntas. En los últimos días, he tenido la oportunidad de hablar con algunos integrantes del ‘aparataje’ de los principales partidos, entre ellos algunos a los que les toca, o les gusta, analizar el conjunto de las encuestas que han aparecido por ahí. Si le digo la verdad, a todos ellos, sean ‘populares’, socialistas, de Ciudadanos o de Podemos, los he visto presos de una especie de angustia ante la incertidumbre de los resultados del próximo domingo, una angustia que parece nublar sus cerebros para otras inquietudes, y no digamos ya ideas.

Y es que son conscientes de que, ya con independencia de los mensajes de última hora, y de alguna ‘sorpresa’ que dicen que se tiene reservada el presidente del Ejecutivo y candidato a lo mismo, todo, todo, puede ocurrir, aunque haya que descartar apenas dos cosas: nadie, ni siquiera en Podemos, ve a Pablo Iglesias como presidente del Gobierno de España. Y, curiosamente, ahora son muy pocos los que, incluso en otras formaciones distintas al PP, creen que Mariano Rajoy vaya a dejar de ser presidente del Gobierno, al menos a corto plazo.

Como tercer dato en mi blog de campaña, parece haberse puesto de moda hablar del ‘hundimiento’ de Pedro Sánchez al frente del PSOE, aunque no todas las encuestas lo corroboren. Y, por fin, perplejidad general ante lo que pueda ocurrir con Albert Rivera: ¿será el segundo en esta peculiar carrera electoral?¿El tercero? O…¿incluso puede ser el cuarto, ante el ascenso que experimenta el ‘nuevo’ Podemos tras el giro a la moderación forzado por Iglesias? Desde luego, casi nadie piensa que Ciudadanos pueda ser la primera fuerza: parecen todos haber asumido que en lo alto del podio, pero quizá para caerse de él inmediatamente, estará el Partido Popular, o sea, Mariano Rajoy.

El mensaje machacón de-lo-bien-hecho de Rajoy, que ha visitado a marchas forzadas los platós más inimaginables y pintorescos –el sábado estuvo en el de María Teresa Campos--, parece haber tenido efecto…sobre todo desde que rectificó su actitud adusta, el hermetismo de las puertas de La Moncloa y sus posiciones contrarias por principio a todo cambio. No es que Rajoy sea un hombre nuevo: sigue cerrado a los cambios y jamás será un personaje cordial, al menos para los que no le conocen de cerca. Pero ha acertado, de la mano de su jefe de campaña, Jorge Moragas, a dar una imagen nueva al electorado, que se ha sorprendido por el giro de ciento ochenta grados que imaginan en el presidente. Tendrá que insistir este lunes, en su ‘cara a cara’ con Pedro Sánchez, en esa sonrisa bonachona, de padre que perdona las trapisondas del niño rebelde. Pero dicen que también aportará alguna novedad a las romas propuestas con las que el PP ha acudido a estas elecciones. Veremos.

Lo mismo le ha ocurrido a Pablo Iglesias: rectificando, ha acertado. No más llamar ‘casta’ a nadie, no más renegar del pasado y de los viejos, no más actitudes despectivas para con media humanidad, no más presumir de lo que muchas veces ignora. No es que sus propuestas sean revolucionarias, pero hay que admitir que sigue conectando con los muchos cabreados que el bipartidismo salvaje, la corrupción y las desigualdades han dejado en nuestro país. El voto a Podemos, dicen los analistas, es una patada en la espinilla de Rajoy y de Aznar, de Sánchez y de Zapatero. Como lo ha sido, en parte, el voto catalán a ‘Junts pel Sí’: un voto de castigo a las políticas ‘de Madrid’, más, muchas veces, que un sufragio independentista.

Pedro Sánchez, el otro contendiente en el esperado ‘cara a cara’ de la noche del lunes, llega un poco desfondado a la finalísima, es verdad. Algunos de los suyos, que tanto le han desgastado, ahora le apoyan. Sabe que tiene, como los dos candidatos citados antes, que rectificar su mensaje equivocado, ese ‘no pactaré jamás con el PP ni con Bildu’. Sabe que ese cuarenta por ciento de indecisos busca el centro, el pacto, las reformas convenidas entre los partidos, pero no parece capaz, hasta ahora, de dar el giro. ¿Lo dará en el ‘cara a cara’ con Rajoy?¿O más bien insistirá en ‘más de lo mismo’? Personalmente apuesto quizá por un cierto giro, puesto que es evidente que con su línea de campaña, aunque él crea lo contrario –y así lo repite a quien quiera oírlo--, no le está yendo bien. Y, desde luego, quedará liquidado políticamente si Ciudadanos se le adelanta en un solo voto. O Podemos… El PSOE tiene que seguir siendo la segunda fuerza, y me atrevo a decir hasta que conviene que lo sea. Pero debe aparecer como un partido capaz de aglutinar grades consensos, dejándose de proclamar que sí, que consensos, de acuerdo, pero para derribar a la derecha. No me parece que sea el momento de hablar de izquierdas y derechas, cuando existen consensos regeneracionistas fundamentales entre la población.

Y, por fin, ahí tenemos a Albert Rivera, a quien, si no estuviera seguro de que le iba a sentar mal –está, dicen, para pocas críticas, y menos para bromas--, le calificaría como el perejil de todas las salsas. Y lo digo en clave positiva, porque ventaja enorme es, en un país en el que la ciudadanía quiere pactos para arreglar cañerías y constituciones, presentarse como el yerno al que todos quieren en casa, aunque al tiempo le teman un poco. Rivera es el único que, quitando que ha tenido que sacar algunas patas que ha metido --¿y quién no?--, no ha variado sus discurso de hace, por ejemplo, un año. El éxito fulminante y fulgurante no le ha cambiado (demasiado) el guión, aunque pueda haber influido en algunas de sus actitudes hacia los demás. Creo que es un error, en fin, haber acordado con el otro emergente, Pablo Iglesias, una comparecencia televisiva ‘contraprogramando’ este mismo lunes el debate ‘cara a cara’ entre los dos teóricamente ‘grandes’, PP y PSOE. Parece que él mismo se sitúa, contra lo que va diciendo, un escalón más abajo que ‘populares’ y socialistas, que eran las fuerzas que copaban el disuelto Parlamento, y nótese que hablo en pasado.

Pero es que en pasado se ha celebrado esta campaña, pese a las irrupciones del espectáculo televisivo. No ha habido mensajes netos novedosos y ha habido muchos mensajes brutos poco convincentes. Tengo la sensación, y ojalá estas últimas comparecencias televisivas ‘estelares’ de unos por un lado y los otros por el otro me la desmientan, de que los españoles vamos a acudir a votar sin tener muchas respuestas claras a nuestras preguntas fundamentales: ¿para quién vamos a votar? Y ¿para qué?. Ya habrá comprendido el lector que quien suscribe figura en esa gran nómina de indecisos, aunque muchos estemos, quizá, a punto de dejar de serlo. Dependerá de los mensajes netos, quién sabe. De lo que estoy seguro es de que, en la noche del próximo domingo, todo será ya irreversible.

- El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'

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