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Ni acuerdo, ni nada

Ni acuerdo, ni nada

domingo 09 de diciembre de 2007, 00:53h
La respuesta de la clase política derechista chilena y del empresariado a la propuesta de la presidenta Michelle Bachelet a conformar un gran “acuerdo social” en pos de trascendentes iniciativas políticas y sociales ha sido un tirar del mantel y un portazo, no solo descortés, sino que arrogante y agresivo.

Ambos sectores, que conforman en Chile un frente ideológico-político y socio económico muy consolidado, con un sentido corporativo muy acentuado, con un dominio de los medios de comunicación abrumador, han rechazado la mano tendida desde La Moneda y han preferido el camino de la confrontación.

En el último conclave empresarial del año, el Encuentro Nacional de la Empresa, ENADE 2007, el timonel de la máxima entidad empresarial nacional, la Confederación de la Producción y el Comercio, Alfredo Ovalle, dejó de lado las maneras y  delineó todo un programa político para el sector, muy en sintonía con los sectores partidistas de la derecha chilena.

De la táctica para su aplicación se encargarán otros, y las batallas se programarán de acuerdo a las necesidades electorales inmediatas.

Ovalle  acusó al gobierno de la Presidenta Bachelet de “actuaciones anti empresa”, de no ejercer autoridad sobre el país, de ser responsable de la “inseguridad ciudadana,  de que se ha generado en el país “una peligrosa incertidumbre”, de que se vive en un ambiente “enrarecido”, donde la desconfianza se presenta cada vez con mayor fuerza”.

El líder empresarial criticó la “falta de modernización y eficiencia del sector público”, llamando a aliviar la carga impositiva a las empresas.

“El Fisco ya recauda suficiente y es la hora de dejar más recursos en manos de las personas y las empresas, que han sabido administrar mejor”, sentenció.

Reclamó por lo que definió “ideologización  del movimiento sindical”, rechazando la fiscalización de la Ley de Subcontratación a las empresas mineras- que ha restablecido la ley laboral y defendido de los abusos a los trabajadores, incluso de la empresa estatal Codelco.

Culminando su formulación programática, el dirigente empresarial instó a una urgente “reingeniería del Estado”.

En definitiva, Ovalle aprovechó la tribuna del evento empresarial más importante y masivo del año, para hacer un fulminante enjuiciamiento de la política del Gobierno de Bachelet, instándola a “tomar el timón resueltamente”, algo así como “ponerse los pantalones”, pero en contra de las demandas y derechos sindicales y para favorecer al sector empresarial.

La nostalgia del sector que representa Ovalle por la mano dura, por el autoritarismo, del régimen que instalaron y mantuvieron, y del cual profitaron sin mayores remilgos, la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990)- y que tanto débito les produjo, es más que evidente.

Más que un “machismo corriente y ordinario”, lo que explicitó Ovalle, es una formulación clasista, conservadora  del  Gobierno, a quién le demanda administrar el país, pero bajo la conducción de los empresarios.

El objetivo estratégico también es evidente, La guerra está declarada y ya no habrá tregua, y el lenguaje cada vez se pondrá más corrosivo y agresivo. La tesis del “desalojo”, formulada por el senador Andrés Allamand, está en marcha y es implementada desde todos los sectores

En una estrategia orientada a la conquista del poder, no hay tiempo para el diálogo, ni para acciones  a favor de iniciativas positivas que vengan del Gobierno. Sólo el odio es fecundo dicen, y lo practican, en contradicción con la frase de ex Presidente Arturo Alessandri (“El odio nada engendra, sólo el amor es fecundo”).

Sólo que conviene no olvidar que tras las descalificaciones, la agresividad verbal, la descalificación del adversario, del “otro”, se parapeta la tentación y vocación de la violencia física, las prácticas antidemocráticas y antihumanas, el terrorismo neofascista.

Chile recuerda  las famosas frases del Almirante Toribio Merino, miembro de la Junta Militar de Gobierno, cómplice de Pinochet, cuando hablaba de los “humanoides”, justificación para las torturas, violaciones, asesinatos, desapariciones, la represión de la dictadura contra miles de chilenos.

Vamos a hacer un diccionario de las descalificaciones de los políticos derechistas y veremos cómo se enrarece realmente el ambiente, en una acción de guerra sicológica, tras la cual vendrá necesariamente la “campaña del terror”, y quizás que otras variantes de una guerra “más caliente”. Sin cuartel.

Con razón alguna gente de la derecha política, como quien fuera su líder, Joaquín Lavín, y personeros destacados del empresariado como Hernán Somerville , presidente de la Asociación de Bancos, han terciado en la polémica e instan a cuidar las palabras, a “cuidar el diálogo”.

En el fondo, lo que están haciendo estos últimos, y afortunadamente también desde La Moneda -lo señaló el nuevo secretario General de Gobierno, Francisco Vidal- lo que se está cuidando es la democracia, la convivencia nacional, que son valores permanentes, más allá de los avatares políticos.

La confrontación política del 2008 y del 2009, no pueden retrotraer a Chile al 73. Y si eso sucede, en realidad no habremos aprendido nada de la trágica experiencia de 17 años de dictadura.

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Marcel Garcés
Periodista
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