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Quién apretó el acelerador con la vista en el retrovisor

lunes 27 de junio de 2016, 11:34h
“Estamos con Europa, pero no en ella. Estamos vinculados, pero no comprometidos”, escribió Churchill en 1930, aunque sin olvidar que el pensamiento político del descendiente del Duque de Malbrough está cargado de la concepción de una Gran Bretaña imperial, exclusiva e irrepetible. Por eso, considerar a Churchill como uno de los ‘padres fundadores’ de la UE porque, entre otras mil ideas, llegó a sugerir la creación de unos “Estados Unidos de Europa” va un largo trecho si lo comparamos con los grandes hombres de Estado que pusieron en marcha las bases de la actual UE, Jean Monet, Schumann y otros grandes estadistas como De Gasperi, Adenauer. Aunque es cierto que, después de los espantosos resultados en vidas de seres humanos por millones, de destrozos en bosques, mares y territorios sin cuento de la Segunda Guerra Mundial, expresaba a menudo de que sólo una Europa unida podía garantizar la paz. Pero una Europa que avanzase hacia una federación y que Gran Bretaña se asociara a ella, sin convertirse en un miembro ordinario.

Al igual que los grandes premiers siempre desde la órbita británica con sus privilegiados lazos con EE UU y la concepción de una Commonwealth que la mantenía en la grandeza de un pasado imperialista construido a fuerza de guerras, invasiones, sangre e injusticias inhumanas que en muchos casos supusieron auténticos genocidios de cientos de miles de seres, como sucedió con los indígenas en América del Norte y en Australia, India, China, África. Ya Disraeli logró que “las potencias” en las potencias reunidas en Berlín en 1884-85 bajo la férula de Bismarck y del necio rey de Bélgica cristalizaran en la infame divisa de las tres Ces: “Cristianizar, Civilizar y Comercio”. Aunque se tratase de milenarias civilizaciones y culturas en India, China, Egipto, Medio Oriente y en una África, “terra incognita ubi sunt leones” con inmensas riquezas para beneficio del hombre blanco como “peso” por su grandeza, al decir de Kipling en su poema “The White Man's Burden". Nunca olvidaría el entierro de la Reina Victoria, “la abuela de Europa”, en 1901, en cuyo cortejo figuraron emperadores de Alemania y de Rusia así como reyes y mandatarios de esa Europa que a la Gran Bretaña le convenía tranquila y que le permitiera dar rienda suelta a su pasión de poder y de codicia en cinco continentes y en sus mares.

Cuando en 1975 se ratificó por referéndum su adhesión a la entonces CEE ya iba cargada de excepciones y concesiones por ser la Gran Bretaña. Nunca aceptó el Euro ni se sometió a Schengen así como mantuvo privilegios en el comercio y relaciones con sus antiguas colonias bajo la singularidad de la Commonwealth que parecía justificarlo todo.

“Pero la verdad del caso ha sido, que el matador fue Bellido y el impulso… los intereses de la City” cuyos cerebros eran quienes dictaban las políticas que, no contentos con el Tratado de Roma, la libre circulación de capitales y la excepcionalidad del trato de Gran Bretaña con inmigrantes de su antiguo imperio, vieron que con el desmoronamiento de la URSS, se abrían inmensas posibilidades de negocio en países del antiguo Comecón y en la disolución del pacto de Varsovia mientras se afirmaban los poderes y atribuciones de la OTAN. A pesar de las promesas formales a Gorbachov de que nunca las antiguas repúblicas soviéticas formarían parte del siniestro sheriff en que se convirtió la Organización del Atlántico Norte creada para defenderse de políticos ataques de una URSS que había dejado de existir.

Entonces apretaron el acelerador para beneficiarse de esos enormes mercados, aún con el señuelo de préstamos bancarios de países de la UE y de EEUU para cubrir las enormes deudas en que se metían.

Una UE que hubiera podido funcionar con los primeros seis y luego con los 12 países que compartían niveles similares en educación, sanidad, tecnología, instituciones democráticas y que hubieran podido suscribir tratados preferentes con otros países de acuerdo con sus circunstancias sociales, económicas y políticas dentro del respeto y espíritu de colaboración. Y ya hemos padecido lo que ha significado esta Unión Europea de 28 miembros tan dispares como disparatados. Junto a los grandes, se colaron Malta, Chipre, Grecia, Lituania, Letonia, Estonia, Chequia, Rumanía y un incomprensible etcétera con una organización elefantiásica en Bruselas y en Estrasburgo y con ineptos responsables en política exterior y en otros campos. Véanse los resultados… ahora cuando priman los negocios con China, Japón, India, Brasil, México, Sudáfrica Indonesia y tantas economías emergentes.

Con todo el respeto por su historia, lengua y cultura no podemos olvidar la sabiduría popular que la calificó de Pérfida Albión. Seguirla en su desvarío y continuar sometidos a oligarquías financieras, paraísos fiscales, ventas de armas sin control, explotación de sus materias primas y del trabajo de seres humanos que, en una locura de explosión demográfica sin control ni horizontes de futuro y destrucción del medio ambiente sería tan suicida como entregarse en manos de populismos disparatados que amenazan con retrotraernos a experiencias totalitarias y degradantes de la condición humana.
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