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El discurso del Rey y el homenaje abertzale

jueves 29 de junio de 2017, 18:42h

Es curioso contemplar que el mismo día, un 28 de junio, se celebren dos actos de especial significación para el reconocimiento de un periodo difícil de nuestra historia reciente. El primero de ellos lleno de boato y protocolo y el segundo más sencillo y menos mediático, pero lleno de sentimiento y de emoción. Uno con un discurso muy medido del Rey Felipe VI, otro con otro mucho más espontaneo y sencillo, pronunciado por un alcalde.

Me refiero en primer lugar al que tuvo lugar en el Congreso de los Diputados que reunió a los principales protagonistas de la Transición, pero en el cual se notó una ausencia más que notable, tanto por el rango del personaje, como por su papel trascendental desempeñado en aquellos años. No se ha aclarado porqué extraña circunstancia, el Rey emérito Juan Carlos, no estaba presente en algún lugar del Palacio de la Carrera de San Jerónimo (no necesariamente copresidiendo) pero lo cierto es que su ausencia es cuanto menos, un feo gesto hacia él. Es evidente que en ese acto se pretendía homenajear a los que por primera vez en muchos años, llevaron la voz del pueblo al parlamento en 1977, dando el primer paso para elaborar una Constitución que se convertiría en el marco de actuación de una España democrática. Es sin duda evidente, que el Rey Juan Carlos, Adolfo Suarez y Santiago Carrillo, jugaron papeles decisivos para que se crease un clima adecuado para favorecer el cambio, los dos primeros desde el punto de vista de la transformación institucional y el tercero desde el temido retorno del PCE a la vida democrática, hecho sin ruido y sobre todo con total lealtad al proceso del cambio político.

Se está intentando quitar hierro al asunto de la ausencia del Rey emérito, pero ¿qué se hubiera dicho si fuera el propio Juan Carlos quien hubiese declinado la invitación? Está claro que la primera lectura sería que con su ausencia, se reprobaba por su parte algo referido a la propia Transición y por tanto su interpretación, podía dar lugar a todo tipo de especulaciones con más o menos carga política. Su ausencia por no haber sido invitado a tan importante y significativo acto, es más propio de haber sido propuesto por un jefe de estado republicano, que por el propio heredero de la corona.

Algunos lo han considerado un acto de cobardía (¿de quién?) pero esto no tiene ningún sentido, pues su figura no eclipsa a nadie ya que hablamos de dos personas distintas y de tiempos distintos, si estamos comparando al veterano monarca, con su sucesor. Quien ha hecho esta afirmación, tal vez pensaba que a dicho acto iba a acudir la Princesa Corina o Babara Rey, pretendiendo hacer un Sálvame Deluxe en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, contando las otras historias de la monarquía, que pusieran en peligro el “borbonato”. Acertaba el periodista Raúl del Pozo que cuenta como al notar dicha ausencia, envió la siguiente pregunta al Rey emérito: "¿No cree Su Majestad que no invitarle a la conmemoración de la Democracia es como no invitar a Napoleón a la conmemoración de la batalla de Austerlitz?". Y el Rey le respondió: "Sí, desde luego" ¡Evidente! Resulta curioso que el nada sospechoso de ser monárquico Pablo Iglesias, afirme que la presencia de Juan Carlos a dicho acto: “tendría todo el sentido del mundo”.

La Casa del Rey habla de problemas de protocolo y alegan que el Rey Juan Carlos había dicho que no volverían a coincidir padre e hijo en ningún acto en las Cortes, pero esto parece una excusa improvisada y nada creíble. Se dice también que el monarca había reservado hueco en su agenda de viajes del IMSERSO VIP para asistir a este acto, que seguro que al casi octogenario monarca, le habría hecho mucha ilusión. Parece un sarcasmo que se rinda homenaje a los diputados y senadores de aquella primera legislatura y al conductor del camión de la Transición, como se ha calificado el mismo, se le haya tachado de la lista sin más. Mi primo, que sabe mucho de la vida, dice que si es el conductor, lo normal es que no entre y me lo argumenta: ¿acaso el conductor del autobús del Real Madrid sube a la estatua de Cibeles a poner la bandera? No, se queda cuidando el autobús”. Mi primo ha sabido resolver como nadie, este controvertido desencuentro: el conductor, no entra en las Cortes.

El otro acto que ha coincidido ese mismo día es menos pomposo, pero mucho más emotivo y emocionante. Por primera vez se ha producido el histórico homenaje de un alcalde abertzale a tres de sus vecinos asesinados por ETA, en un inédito acto consensuado con las familias de las víctimas. Ha ocurrido en Rentería con su alcalde Julen Mendoza a la cabeza. Mendoza ya se significó la pasada legislatura, cuando EH Bildu se alzó con este histórico feudo socialista, por poner en marcha iniciativas para fomentar la convivencia en el municipio y en las que participaron “víctimas de las diferentes violencias” como el mismo calificó. Este acto ha atendido a su deseo expreso de ser sincero con la reparación al daño causado. En un escenario mucho más modesto que la sede del Congreso, en un abarrotado salón de plenos y tras las semblanzas de las tres víctimas realizada por sus propios familiares, el alcalde tomó la palabra y pidió perdón a las víctimas en “nombre del Ayuntamiento y del mío propio” por si “no hemos estado a la altura de las circunstancias” o “ hemos hecho algo que pudiera haber añadido más dolor al que padecéis”. Con sus palabras, con el acto, Mendoza ha querido “intentar sentir como propio el dolor que hemos sentido como ajeno, conscientes, no obstante, de que el daño producido es irreparable para las víctimas”, ha añadido.

Manuel Zamarreño, concejal del PP en dicho municipio, asesinado por ETA al igual que José Luis Casco y Vicente Gajate, guardia municipal y afiliado del PSE, son las tres víctimas homenajeadas y como testimonio de dicho acto, el nombre de los tres figura desde ayer, en una placa colocada en el Ayuntamiento de este municipio guipuzcoano. Purificación Ramos, la viuda de Vicente Gajate, no se ha sentido con fuerzas para asistir al acto, pero ha enviado una carta donde glosaba sus momentos más emotivos con el que fuera su marido, finalizando el texto diciendo: “Estoy segura que a él le hubiera gustado este acto”.

Dos actos en un mismo día, tan distintos como cercanos, pero el segundo no debería ser un hecho aislado. Aunque queda mucho por reparar, me reconforta el gesto.

JOSE JOAQUIN FLECHOSO

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