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Universidades y otros productos similares

Universidades y otros productos similares

lunes 31 de diciembre de 2007, 16:13h
- ¿Estudiar Teatro?

Los padres de Camila reaccionaron sorprendidos. Lo mismo hacen por estos días otros padres que siguen el derrotero de sus hijos, después de la Prueba de Selección Universitaria (PSU). El Ministerio de Educación afirma que en Chile existen más de 200 centros de enseñanza superior; entre ellos, 61 universidades. Parece cumplirse aquella meta que proclamaba, en los años 60, “universidad para todos”. Entonces sólo existían ocho establecimientos universitarios. Cuando se instauró la dictadura de Augusto Pinochet en 1973 los militares los tomaron bajo su control. Y en la década de los 80 implantaron el modelo de las universidades privadas, que proliferaron en todo el país controladas ahora por ex funcionarios del régimen y representantes de los grupos económicos.
 
-Sí, voy a estudiar teatro –insistió Camila.

- Menos mal… Pensé que querías seguir Periodismo –reflexionó el padre, ya resignado. Es que existen 37 escuelas y facultades para futuros periodistas, según el Consejo Superior de Educación (CSE). A ellas se agregan varios institutos que publicitan las grandes posibilidades de la comunicación social. Por eso el Colegio de Periodistas lanza una cruzada para que los jóvenes mediten lo que van a hacer, antes de elegir esta profesión saturada de cazadores de noticias. Tan saturada como Criminalística, Sicología o Ingeniería Comercial. Y tan saturada también como las escuelas… de Teatro.

-Si quieres hacerlo, cuenta con nuestro apoyo –ratificó la madre con su habitual dulzura, mientras vislumbraba en aquella chica de 18 años una futura actriz. Tenía la misma expectativa con que los estudiantes de Periodismo observan a los reporteros de la televisión. Veía a su Camila dentro de algunos años en la pantalla de su televisor, en la huella de Sylvia Piñeiro, Delfina Guzmán, Tamara Acosta o Paz Bascuñán. ¿Por qué no?

El puntaje de Camila en la PSU, sin embargo, fue insuficiente. No pudo entrar al Teatro de la Universidad Católica –el otrora Teatro de Ensayo que estrenó “La Pérgola de las Flores”-. Tampoco logró un cupo en la Universidad de Chile, ni en la escuela de la Universidad Mayor que dirige Héctor Noguera –otra figura de la tele-, ni en ninguna universidad. Pero como su decisión era irrevocable inició estudios escénicos en una escuela privada que no es universidad.

Todas las mañanas se levantaba muy temprano y era la primera en salir de su casa. Era también la última en regresar, cuando ya se asomaba la madrugada. Los sábados y domingos concurría a los ensayos, porque con sus compañeros de curso estaban montando una obra. “No es posible que sigas llevando ese ritmo de vida”, la reprendió su padre cierta noche en que logró verla, porque llegó antes de lo acostumbrado.

-Así es la vida del artista, papi –respondió ella, con su característica sonrisa y su alegría de vivir.

Cuando Camila y su curso estrenaron el montaje, antes de presentarlo para al examen de Actuación, sus padres, tíos, hermanos y primos ocuparon varias de las improvisadas butacas. Al término de la función, quedaron impactados. La chica sobre el escenario ¡era otra persona! Más bien, era un personaje. El personaje cuyo papel le había tocado interpretar.

El curso egresó de aquella escuela. Con el entusiasmo de sus jóvenes años resolvieron emprender una creación colectiva, a la manera del grupo Ictus. Escogieron un episodio real de la historia reciente de Chile. Investigaron durante un año en el lugar de los hechos, recogieron decenas de testimonios, recopilaron montañas de documentos y escribieron el guión. Compraron el vestuario, pistolas de fogueo, grabaciones, mesas, sillas y otros elementos para el escenario. Arrendaron una sala y llegó el día del estreno. Entre invitados y familiares congregaron a medio centenar de espectadores.

En los días siguientes, no llegaron más de 40, después 30 y la última función reunió a 15 asistentes. La breve temporada de aquella primera obra colectiva sólo duró tres semanas. Los críticos de los medios de comunicación ignoraron aquel esfuerzo juvenil y no escribieron línea alguna sobre ese grupo de actores y actrices, que egresaron de un instituto privado..

Camila es hoy promotora de perfumes en una gran tienda de un elegante “mall”. Sus días transcurren entre la algarabía de los compradores, los altavoces que anuncian la “extraordinaria oferta del momento” y los deslumbrantes productos del mercado.

Y sus sueños se desvanecen mientras cae el telón.

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Enrique Fernández
Periodista
Profesor universitario
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