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El cambio

El cambio

jueves 17 de enero de 2008, 15:39h

Es casi imposible determinar el itinerario político, social y económico del régimen, luego de la alocución "conciliadora" del Presidente el día domingo 6 de enero, seguramente porque no lo tiene. Su perorata vidriosa nada aclara. La rotación ministerial, como el tornillo sinfín, no llega a fondo alguno. Más que aclarar, confunde. Casi todos los "nuevos" nombres enunciados han retozado por las órbitas premiosas del fracasado régimen. En consecuencia, los conflictos no se resuelven con simples cambios nominales. La superación sólo se logra a través de un estricto control gerencial del cual carece el Presidente. Mientras los ministros estén a su libre albedrío tratando de adivinar cuáles son las propensiones turbulentas que agradan al jefe, éste dedica la mayor parte de su tiempo a realzar su ego a través de una política personal absolutamente desvinculada de los intereses colectivos.

 

Nadie sabe cuándo se reúne el Gabinete; tampoco si el Presidente tiene días de cuentas. En la desairada "cuarta república" los periodistas podían hacer publicaciones más fidedignas, con base en lo informado por el ministro respectivo, luego de finalizada la reunión de cada Gabinete. De hecho, había un centro de prensa exclusivo para tal fin. Ahora, nos enteramos de la "acción de gobierno" a través de los impulsos emocionales del jefe expresados en su programa dominical. Por ejemplo, la genial idea de encargar a una filial de Pdvsa la producción y distribución de alimentos. El más ingenuo sabe que la agricultura y la ganadería son actividades engorrosas para los propios productores; y que, por su naturaleza, difieren sustancialmente de la complejidad de la faena petrolera. ¿Por qué en esa alocución no se convocaron a los productores y expertos en la materia?

 

Los gobiernos democráticos están obligados a suministrar información sobre sus actividades, así como el público tiene la necesidad de obtenerlas en determinadas materias. La encuesta útil depende de la orientación que den los organismos oficiales. Al parecer, el gobierno, más que alertar trata de distraer la conciencia pública.

 

De manera, que el cambio no es tal. Según Chávez, el golpe de Estado por él intentado en 1992 estaba dirigido contra el "establishment". Sin embargo, ahora, en plena revolución, se han creado muchos "establishment". El de los nuevos ricos, de los ostentosos burócratas, de los caciques autoritarios, de los componentes del sumiso Poder Judicial, de los atropellantes guardaespaldas y, el peor de todos, de los envanecidos franelas rojas que, impunemente y sin control, todo lo pueden. No obstante tantos "establishment", los oficialistas, comenzando por el Presidente, actúan como si nada les concerniera, como si no tuviesen adeudo alguno. Entonces sí hay un cambio: el de la degradación institucional y el deterioro de la calidad de vida.

 

Chávez no ha entendido que el problema de fondo es la ineficacia y la corrupción de sus funcionarios. Y no lo ha entendido porque, ante su fracaso, lo primero que se le ocurre es culpar a los medios oficialistas por ser infrugíferos por no transmitir debidamente "la obra de gobierno". Es decir, que la escasez, delincuencia, inflación, endemias, y corrupción, no son una realidad; son secuelas de una política informativa ineficiente. Ese es el camino seguro hacia la autodestrucción.

 

Miguel Bahachille M.
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