Un día de finales de octubre de 2006, en plena discusión entre socialistas y populares sobre la conveniencia o no de llevar al Parlamento de Europa la discusión sobre el proceso de conversión de una fuerza armada en un partido político legal, tras el rechazo expreso de los etarras a la violencia como arma política y su compromiso de respeto a las instituciones y normas democráticas, se hace público el nombre del candidato del PSOE a la Alcaldía de Madrid: Miguel Sebastián.
La primera reacción de sorpresa la de los socialistas madrileños, que son, en teoría, los que deciden los nombres de las personas que encabezarán las distintas listas electorales en los comicios de mayo de 2007. La candidatura del PSM a la Presidencia de la Comunidad de Madrid se formalizó guardando las apariencias democráticas y, aunque la papeleta llevaba ya el nombre de Rafael Simancas, todo se desarrolló como si realmente las bases hubiesen participado en unas primarias con un solo candidato. Se respetaron los plazos y, como sólo se presentó él, pues ganó, y por goleada. El elegido para competir con Esperanza Aguirre (PP) y Gregorio Gordo (IU) en la cita electoral de mayo, ha conseguido que los mismos que tiempo atrás se unieron para pedir juego en este partido dominado por las reglas de los cercanos al secretario general -al que acusaban de no dar cancha más que a los muy fieles a su figura-, ahora hagan piña con su jefe y se quejen porque “hemos sido ninguneados todos” por la dirección federal del PSOE en el proceso de elección del candidato a la Alcaldía de Madrid.
Simancas, que se enteró por la prensa de la marcha de Trinidad Jiménez y de que José Bono fue hace poco candidato por un día, ha tenido que aparecer en público, en compañía de José Luis Rodríguez Zapatero, el señor de los anillos en los dedos de nombrar, y Sebastián, el elegido por el dedo de ZP, para decir lo que tenía que decir, después de este “parto con dolor”. No había más que fijarse con detenimiento en cada una de las imágenes en las que aparecía su rostro para entender que la procesión iba por dentro. Lo que para ZP y su elegido era una fiesta, la cara de Simancas nos hacía recordar los sepelios sin muerto a la vista. Ahora todos están con Simancas, que incluso ve con normalidad las quejas de los miembros de su Ejecutiva ante los métodos poco participativos de los que han elegido a Sebastián. Para montar broncas ya está su secretario de Organización, Andrés Rojo, que, además de invitar a los críticos con el sistema de designación digital a dejar la Ejecutiva, donde pone los pies levanta polvaredas.
Todos se pondrán manos a la obra, después de aceptar lo que otros han decidido por ellos, pero en enero tendrán que ser generosos todos con todos, a la hora de poner nombre a cada integrante de una lista electoral. Simancas pretende que Zapatero, Blanco y compañía no metan mucho sus dedos en la mayonesa de las candidaturas y le dejen hacer a su gusto, en un claro intento de contentar a los que ahora le apoyan y no hace mucho le pedían permiso para meter su cuchara en el potaje de la política del PSM. Pasará lo que decidan los votantes, igual que pasarán a la historia de la democracia las elecciones primarias para dar participación a la militancia, tras este asalto a los dominios del PSM a manos de Zapatero, que repite en el intento. Hace años, impuso a Trinidad Jiménez y ahora lo intenta con otro candidato de su cosecha. Y todos en silencio.
Unos dicen que todo está perdido y que ganará Gallardón y otros, que todo puede pasar. Unos comentan que todo ha sido cosa de Zapatero y que Simancas no ha pintado nada y otros, que Simancas fue informado de todo en el momento oportuno, es decir, mientras se maquillaba antes de anunciar por televisión lo de Sebastián. Y que más da, si, en este parto con dolor, todo se ha llevado a cabo excluyendo a los militantes del proceso y pateando la bandera de la democracia interna. Como dice la socialista francesa Ségolène Royal, el amor y la democracia cuanto más se practican mas se desarrollan ¿Por dónde empezamos?
Si (
No(
