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Homenaje teatral al polifacético y genial autor fallecido

'Silencio... vivimos', el mejor primer Marsillach

'Silencio... vivimos', el mejor primer Marsillach

martes 05 de febrero de 2008, 18:50h
Es justo y necesario ver 'Silencio... vivimos', un gran espectáculo teatral que se representa en el Fígaro y está sacado del talento de Adolfo Marsillach, que ya lo demostraba en sus primeras obras.
Tómese a uno de los grandes/grandes del teatro y la intelectualidad española, súmesele  a uno de los más destacados directores del arte deTalía actuales y hágase la misma operación con otro de los más señeros dramaturgos de escena, y el resultado final no puede tener otro calificativo: muy bueno.

Es lo que acontece con esa especie de  homenaje a Marsillach que se puede y debe degustar en el Fígaro de Madrid -que precisamente desde este estreno ha unido a su nombre de toda la vida el apellido del genial Adolfo-, bajo el título de 'Silencio... vivimos'.

Su filosofía de la existencia y del teatro -ya se sabe que se torea y se escribe como se es-, su lenguaje culto a la par que sencillo y comprensible, sus argumentos originales y certeros, su precisión de  cirujano en el desarrollo argumental, y tantas y tantas virtudes que adornaron a este polifacético genio tristemente desaparecido hace ya, ¡ay!, más de un lustro, se suben al Fígaro.

Y se suben de la mano del cariño y mimo del director de la obra, José María Mestres, y con la dramaturgia  esencial y admirable de Paco Mir, ahí es nada, una de las tres patas de Tricicle -a la par triunfando también ahora en Madrid-, además de encargado de seleccionar y pegar los textos.

Si a ello le unimos el extraordinario trabajo de los cuatro actores que interpretan los múltiples personajes -entre ellos al propio homenajeado- y las diversas situaciones, todas ellas extraídas del  primer Marsillach, de sus producciones televisivas de los años 60 -de  una de las cuales se ha extraído el título- que con su punto surrealista y su carga explosiva contra aquella sociedad pazguata del franquismo tanto llamaban la atención, el producto final todavía  mejora.

Porque los cuatro lo bordan y calan en los espectadores, les estremecen las fibras sensibles: la  joven Laura Domínguez, la más veterana Gracia Olayo -que tanto se asemeja e incluso supera a la mejor Concha Velasco-, el galán Sergio Torrico y  el maduro Carlos Heredia. En definitiva, un espectáculo fresco, suelto, humorístico, sarcástico  y con el punto de cinismo imprescindible que rezumaba todo lo de  Marsillach.

Dimensión más amplia

Eso sí, para los que tuvimos la fortuna de disfrutar -además de sus artículos, novelas y memorias- de sus glorioso montajes como 'El arquitecto y el emperador de Asiria', de Arrabal; de su  propia 'Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?', o de los enormes frutos de su trabajo como creador y director de la Compañía Nacional de  Teatro Clásico y también al frente del INAEM, es un placer y nos reafirmamos en nuestra devoción 'marsillachiana'.

Pero para los que ahora lo descubran -algunos jóvenes había en la  sala- les faltará precisamente esa otra dimensión aún más amplia de estas y otras creaciones del genio catalán para situarlo exactamente con letras de oro en el sitio que se merece en el arte dramático como  actor, director y gestor, no muy lejos del indiscutible Fernando  Fernán Gómez.

Una idea que seguro no escapará a su hija Blanca, asociada en este 'Silencio' con Varela Producciones, para otro nuevo más amplio y confiemos que próximo homenaje que nos gustaría ver y él se merece. Mas, mientras, y por si no llega, el consejo está claro:  vayan a ver teatro/teatro del puro/puro. Vayan a disfrutar de  'Silencio... vivimos'.
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