Derroche irresponsable

Cuando Rafael Correa ocupó el cargo de ministro de Economía y Finanzas en el deplorable gobierno de Alfredo Palacio, en medio de sus muchos desaciertos tuvo una posición atinada respecto a la devolución de los fondos de reserva.

Según un boletín que el Ministerio publicó por esas fechas, Rafael Correa se oponía a la devolución de los fondos de reserva porque pensaba que estos “son un ahorro forzoso que tiene el afiliado para que lo pueda retirar en su etapa no productiva.”

Lamentablemente, su defensa del ahorro se limitó al ámbito de los afiliados al IESS, pues a nivel macroeconómico su posición fue radicalmente distinta. Con el liviano argumento de que el FEIREP favorecía únicamente a los tenedores de deuda externa, el entonces ministro Correa eliminó ese fondo de ahorro y lo reemplazó por la CEREPS.
 

En esa cuenta, a donde llegan los ingresos petroleros extraordinarios, aún se mantiene un pequeño componente de ahorro, el Fondo de Ahorro y Contingencia, cuyos recursos Correa, ya como presidente, ha pretendido gastar a través de la declaración de cuestionables estados de emergencia.

Ahora, la Asamblea Constituyente, en la que el Gobierno puede hacer y deshacer a su antojo, pretende eliminar por completo los fondos de ahorro petroleros y hacer que sus recursos pasen a formar parte del presupuesto general del Estado. Es decir, el Gobierno, con una irresponsable visión de corto plazo, pretende derrochar los fondos generados por los altos precios del petróleo, lo que, seguramente, le significará réditos en las próximas elecciones.

El problema es que, del mismo modo que un afiliado al IESS puede dejar de trabajar a causa de la vejez o de algún accidente, el país también puede sufrir catástrofes naturales o entrar en etapas recesivas, en las cuales sus ingresos no alcancen para cubrir los gastos más elementales (educación, salud, sueldos públicos). De ahí la importancia de ahorrar al menos una parte de los ingresos extraordinarios con los que actualmente se cuenta.

Pero eso no genera votos y, además, si el país llega a necesitar los ahorros que se quiere dispendiar, nuestros actuales gobernantes sabrán echarle la culpa a alguien más por el descalabro.

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