Cuba para los cubanos

La retirada voluntaria de Fidel Castro nos sorprende en plena campaña electoral y bajo el impacto de la independencia unilateral de Kosovo. La decisión de Castro cae como un meteorito, pese a que tampoco puede decirse que constituya una enorme sorpresa. La revolución cubana fue hace casi cincuenta años un gran referente para la izquierda mundial, como lo fueron algunas de sus figuras, especialmente la del Che Guevara. Es una pena que luego sus dirigentes, empezando por el propio Fidel, hayan dejado pudrirse aquella revolución, por su inmovilismo, por su escandaloso apego al poder y por su insensibilidad ante el apremio de la necesidad de una evolución democrática. Es uno de los casos más tristes de envilecimiento de lo que en un principio fue venturoso e ilusionante para muchos millones de ciudadanos del mundo. Ahora hay que pedir que no se pierda lo positivo que todavía queda, como es el sistema sanitario y educativo, según se ha repetido hasta la saciedad.

Debemos apostar todos por una evolución o transición pacífica y democrática en ese entrañable país, que tiene que empezar por la apertura de todos los cauces del diálogo entre el régimen y las distintas versiones de la oposición, al tiempo que han de contar con el aliento de los países que de verdad aman a Cuba, como es el caso de España en primerísimo lugar. Hay que salir al paso de cualquier intento de aprovechamiento bastardo de la oportunidad para adueñarse de un futuro que corresponde a todos. Por supuesto que me refiero en primer lugar a los dirigentes extremistas de Miami y al Gobierno USA, que no son las mejores instancias para alentar el cambio democrático, al menos mientras que en USA no llegue su propio cambio. El Gobierno español debe seguir en su actitud dialogante de los últimos años, aplicando el ascendiente moral y cultural de España, por supuesto sin intentos de manipular políticamente una transición que ha de ser esencialmente un proceso dirigido y administrado por los propios cubanos.